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alegaba el prior de Jaro que [sí] aquellos indios llevaban socorro y
estaban en plaza; que con el socorro, se podían sustentar y servir
y [su] plaza sin hacer sementeras en Jaro y supuesto que las hacían
como indios; que como indios debían pagar su tributo además
de que daba prueba el dicho padre prior de que los tales indios no
estaban en plaza ni llevaban socorro. Si no la paga no más de lo
que trabajaban y el tributo se le daban al alcalde mayor. El cual se
quedaba con él como después lo continuaron los otros alcaldes
mayores, quedándose con más de 1500 tributos de su majestad como después
se dirá.

Ya había días que había acabado de ser gobernador el señor Don Sebastián
de Corcuera y sucedido en el gobierno el señor Don Diego Fajardo.
Y en virtud de la recomendación que dicho señor Don Sebastián dejó al
Capitán Andrés de Briones para que amparase a los padres de la
compañía en lo de la estancia, tomaron tanto cuerpo las cosas así en
su tiempo, como en el de Don Juan de Frías, su yerno, que ya de parte
de los vaqueros y sácopes embarazaban a los indios, el que pudiesen
cazar con perros, diciendo que mataban las terneras.
Y con efecto les mataban los perros, ya con [anilla], ya a punta
de lanza o en la sabana o donde los podían haber. Y de la
misma manera les quitaban los bueyes de arado y vacas
que tenían para su servicio, diciendo que las tierras de Tapican
y Damilisan eran ya de la estancia porque se la había
dado el señor Don Sebastián de Corcuera. Con esto se volvieron a alterar
las cosas de calidad que se redujo a pleito. Era ya alcalde
mayor Don Francisco de Zúñiga y, habiéndose presentado los indios
por vía de agravio y despojo, mandó que los padres de la compañía
presentasen la merced que tenían para la fundación de su estancia
y que se supiera hasta dónde eran los términos donde podían
apacentar el ganado sin perjuicio de los indios. Parece
que no se dio entera satisfacción a este punto por parte de dicha