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el padre Fray Antonio Carrión. Y les hizo un razonamiento tan elegante que
ni Marco Tulio le igualara porque lo primero les significó el caso
de la carta tan pesada que su mismo provincial en su mismo negocio les
había escrito cuando debiera darles muchos agradecimientos. Y lo segundo
que dos años antes había escrito el señor Don Diego Fajardo
otra carta mucho más pesada al Sargento mayor Palomino, gobernador de Zamboanga.
Y ambas a dos cartas las ocasionaron quejas de dos padres de
la compañía: la primera por el Padre Juan de Contreras, rector de Iloilo, y
la segunda por el Padre Alejandro López, rector de Zamboanga.
Y por último se puso a rodillas el dicho general y les pidió a los dichos
padres que por amor de Dios les excusasen de aquel lance, y que
no permitieran que lo que había ganado de tantas veces de
honra y reputación lo perdiese en sola una. Con esto y otras razones
que había de parte de dicho vicario provincial, se dejó el negocio y fueron
tomando otro cuerpo las materias.

Era ya gobernador en este tiempo el señor Don Sabiniano. Y por causa de las
continuas pérdidas de naos que hubo en su tiempo y no tener
con que socorrer la infantería, mandó que en todas las provincias se
eligiesen maestros de campos, sargentos mayores capitanes y demás ministros de
guerra, a los cuales cobrasen la media anata y se remitiese en
reales a Manila. Lo puso en ejecución en esta costa de Oton el dicho
general Don Francisco de Atienza. Y con esta novedad, echaron una voz los
sácopes y vaqueros de la estancia de los padres de la compañía, diciendo
que la orden del gobierno que se había ejecutado en alistar compañías
y oficiales de los indios era para llevarlos a todos hombres
y mujeres al puerto de Cavite. Los caudillos de esta facción
fueron Mateo y otros sácopes de la estancia. Con esto se alborotaron
todos los indios y tomaron las armas con intento
de defender a sus personas, hijos y mujeres. Juntó el dicho Mateo
y otro Juan, su compañero, hasta cien hombres y en una
tropa acometían a los pueblos, quemándolos, robando, forzando
mujeres y matando hombres. Quemaron en esta ocasión los pueblos
e iglesias de Tapican, Damilisan, Oyungan, Bacauan,
Miagao, [Ottas] Tan-agan, Samalague, Rumbang y Lanot, con otros

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