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Fecha por el Señor Obispo Escalonense
Relación de los Sucesos de la Misión de la China por los Religiosos del Orden de Nuestro Padre San Agustín de la Provincia del Santísimo Nombre de Jesús de las Islas Filipinas desde el año de 1680 hasta el de 1686. Escrita por el Padre Fray Álvaro de Benavente, religioso de dicho orden, y superior de la dicha misión
Apenas en las Islas Filipinas nació la Provincia del Santísimo Nombre de Jesús de la observancia de Nuestro Padre San Agustín, cuando con alientos más osados, de los que su infancia permitía ha cometió este gran imperio de la China deseando por sus hijos desterrar del la idolatría y plantar el culto del verdadero Dios, conspiraba en el mismo intento el gobernador de las dichas islas, y para efectuando y juntamente abrir el comercio de la China en nada inferior a los más ricos del orbe en un navío de chinas, que a la sazón había ha portado a Manila despacho por embajadores ha este imperio a los padres Fray Martín de Rada y Fray Geronimo Marín en compañía de algunos españoles que autorizasen la función. Llegaron habiendo ejecutado el orden que traían, en la forma que refiere herrera en la historia general del Rey Felipe Segundo, y el Maestro Grixalva en la de nuestra Provincia de México volvieron a Manila con grandes esperanzas de que no solo se conservaría el comercio, sino que también se allanaría el camino para dilatar nuestra santa fe, en esta conformidad el siguiente año en el mismo navío, y con los mismos alientos se embarco el padre Fray Agustín de Alburquerque en compañía del padre Fray Martín de Rada. Más los chinos su conductores luego que salieron de la Bahía de Manila trataron de tomar en dichos Padres satisfacción de las discortesías, y agravios según ellos decían, que habían recibido en Manila este fue el pretexto, pero el verdadero motivo tengo para mí por muy cierto, que procedió de otras causas, y la principal ser les muy peligrosa la introducción de los extranjeros en la China, y como por otra parte fueron muy vivas las instancias que en Manila tuvieron para conducir a los Padres no se atreviendo [ha ves retirlas] por entonces trataron después de afianzar su seguridad con una impensada resolución a que no poco ayudaría el presente interes de robar a los padres la plata, y las alajas, que traían para dar principio a su misión. Expusieron pues a los padres desnudos después de haber pasado aún más adelante el maltratamiento de sus sirvientes, en las playas de Bolinao, donde no fue poca provincia del señor que escapasen las vidas a manos de la hambre, (por ser sitios despoblados, y entonces ignorados,) y de las indemencias del tiempo, y de los Búfalos bravos que solo habitarlos vecinos montes. Dado el navío a la vela lleno también con el, el viento las esperanzas de poder los ministros evangélicos de Filipinas introducir se en la China por la Provincia de Fokien, que es la parte
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por donde casi sin interrupción, sea conservado el trato hasta el tiempo presente; siendo fatal la China para aquellos que se adelantaron a desear mas su bien, por que ellos vinieron ha ser los que menos lo lograron, como pocos años antes había sucedido con no mayor felicidad al apóstol de los Indias San Francisco Xavier, que al tiempo que intentaba la entrada de este imperio murió en las desiertas playas de la Isla de San [Clemente] no lejos del continente de la China. Mas así como con la muerte del glorioso apóstol, no se fenecieron los alientos de la sagrada Compañía de Jesús para con la China, sino que con santo empeño contrastaron las insuperables dificultades de este negocio hasta introducir en ellas a los Padres Rogerio y Riccio, que principiaron y establecieron la predicación del Evangelio, así también aunque con des igual fue esto, presidió la Provincia del Santo Nombre de Jesús en sus primeros intentos de introducir se en la China como si fuere este el único motivo de su fundación, llevada de este din el año de 15 paso el Padre
A la isla que comúnmente llaman de [anzaon] (debiendo decir Hiangxan, Santo en las vocas de los Europeos pierden su ser las voces sinicas) vecina al continente de la China y en la nueva colonia que entonces fundaban en una punta de ella algunos mercaderes portugueses con nomeadamente de Cidade do Nome de Deus na China, y por nombre más conocido Macao, tomo casa y edificó un convento con título de Nuestra Señora de Gracia, pero apenas tenía alguna forma, y comienzo ha dar buenas esperanzas de se escala para subir a las poblaciones de la Provincia de Kuangtung (vulgarmente dicha Canton), una de las mejores de la China, cuando por causas que no son de mí propósito, llego orden del Rey Felipe Segundo para que dicho convento, y los de nuestros padres de Santo Domingo y San Francisco se desincorporasen de las provincias de Filipinas, que los fundaron, y se agregasen a las congregaciones de dichas órdenes de la India Oriental respectivamente con que la Provincia no solo perdió este convento sino los fundamentos que iba hechando, para erigir la misión de la China no basto este accidente para desanimar de todo punto a la dicha provincia obligándola ha desistir de sus décimos, por que después de pocos años habiéndose tomado por los españoles de las islas Filipinas un puerto, terra en la Isla Hermosa, se tomo también allí casa para convento más antes que tomase forma varios acidentes estorbaron se efectuase, y desde entonces, parece que comienzo dicha provincias ha persuadirse de que la voluntad divina no aprobaba nuestra entrada en la China que riendo servirse primero de otras religiones en su conversión, y que por entonces no tuviésemos en ella más parte que la gloria de haberla con tantas veras procurado y para aliviar el desconsuelo que podía en esta parte ocasionar el ver tantas veces frustrados tan dignos, y gloriosos diseños, nos abrió el Señor las puertas del Japón donde su majestad con tantos laureles, premio no solo las fatigas de labrar la tierra, que los produjo, sino también las molestias que causaron las pretensiones de la China no conseguidas, y con los frutos que comienzo la provincia ha correr en Japón, en el
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otoño de tantos mártires, parece que se olvidó de las flores que en la China solo aprecian en la primavera de tantas esperanzas.
Pasados casi más de cien años desde la primera entrada en la China del Padre Fray Martín de Rada fue nuestro señor servido de resucitar en algunos religiosos de la provincia aquellos antiguos intentos de pasar a la China, pero los medios se representaban tan difíciles, que hacían parecer imposible la consecución de su fin, y se tenía por materia de visa solo el polaticar de esta materia, pero las conveniencias, y aún la necesidad parece obligó a algunos religiosos no solo ha proponerla más ha tratarla muy deberás entre ellos fue nuestro señor servido de que me hallase yo, y si bien en el espíritu era inferior a todos, no me juzgaba tal en orden al manejo estorbó de la negociación, dos cosas empero me de tenían, la una no conocer en mi alguna minima suficiencia para pasar a la misión de la China cuyas dificultades tenía por insuperables, y cuyos trabajos se me representaban gravísimos, aún mayores de lo que los tengo experimentados, pero estas persuasión solo me convencía para no intentar introducirme a misionero, no para dejar de procurar que la misión por otros religiosos mejores que yo se efectuase, no perdiendo en el manejo de este negocio el conocido, y no merecido favor que tenía en nuestros padres provinciales presente y absoluto por haberlos servido de secretario. La segunda cosa que me detenía y acobardaba era ver la falsa de medios que entonces se sentía, así por parte de los religiosos, de que estaba la provincia muy necesitada, como por parte
de los subsidios temporales, que casi imposibilitaban los crecidos empeños que la barcada antecedente había ocasionado, no obstante estos cosas los impulsos interiores, eran tan valientes, y repetidos que llegue ha tener por culpa grave la omisión en este negocio, el cual conmunicado con personas de dentro y fuera de la religión fueron de parecer que no debase de aplicar efectivamente aquellas diligencias, que yo juzgase favorables al despacho de la misión de la China y por que no pareciese que guia de lo mismo que proponñia por conveniente, que me ofreciese yo por uno de los primeros misioneros, en defecto de otros sujetos que fuesen más apropósito para la empresa, creyendo de la fidelidad de nuestro señor que o ha partiría de mí este empleo, o medaria caudal para ejercitarlo en caso que para el los superiores me escogiesen en esta no conocer en mi conformidad escribí un papel el en que así? Ver, y de otras personas de mejor talento, probe con toda evidencia no solo conveniencia, sino la precisa necesidad que había de que la Agustínos tomase sobre si esta carga, y con efecto fundase una misión en la China este papel lo presente al difinitorio del capítulo que se celebro el año de 1680 en que yo me hallaba difinidor, y por esto mismo me fue mas penoso, por haber de tolerar personalmente la nota que el difinitorio quisiese ponerle, la cual fue la misma que yo mePrometía, y la razón parece que dictaba respondieron los Jesuitas que las razones eran fuentes y no se podía negar que era necesaria la misión de la China, pero que si al presente aún no había suficientes ministros para las doctrinas, que tiene la Provincia
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a su cargo dentro de las Filipinas, como se podía empeñar en las misiones extrañas? Más que lo propuesto serviría de advertencia para que se tratase de hacer dicha misión siempre que hubiese los medios precisamente necesarios, que son suficientes religiosos en la Agustínos, para comenzarla sin faltar a las obligaciones domésticas, las cuales es justo que se han preferidas. Este fruto por entonces logro mi propuesta al parecer corto, más en la verdad grande, pues ya se hallaba ya vencida la primera y mayor dificultad que era poner e este negocio seriamente en plática, aún que fuese ha costa de ser reputado por extravagante el genio de quien se adelantó ha proponerlo. Pasado el capítulo con ocasión de haber que dado por Alvaro de Benavente de nuestro padre fray Diego de Jesús entonces provincial pude muchas veces repetirle, y hacerle capaz de las razones que pedían de justicias se efectuase la misión de la China y su reverencia me certifico, que se hallaba condeseos muy vivos de principarla en su tiempo si la posibilidad de medios lo permitiese. No parece que esperaba Dios más que el consentimiento de los prelados, cuando luego al punto ofrecio los medios que por entonces parecieron suficientes, por que afines Junio de año de 1680 ha portó aquellas islas el Diego de Aguilar, que había años que se detenía en la Nueva España sin querer pasar; luego que llego ordeno la mayor parte de los agustínos que había en el convento de Manila, con que nuestro padre provincial se acabo de resolver ha principiarla misión, estaba yo a la sazón ausente y el primero aquien dijo su resolución fue al
Padre Fray Juan Nicolás de Rivera el cual no solo la aplaudió sino pidió con mucha instancia ser el de los primeros que viniesen a esta misión, concedioselo nuestro padre provincial, y al mismo tiempo me escribió una carta avisándome de su intento, y convidandome con el empleo de misioneros en la China, el cual yo acepte, fiado en que nuestro señor, que sin influjo notable de mi parte, me lo había negociado me daría fuerzas para ejecutar lo mas conveniente a su servicio y de la Agustínos. [Movime] eficazmente también ha aceptar lo que tan manifiestamente parecía desigual a mi talento, y achaques corporales, por que el tiempo estaba muy adelante, y no se hallaba ha mano otro sujeto, que pidiese esta misión, y eran necesarios meses para avisar a los que la deseaban y en esta distancia de tiempo seperdia el viaje por a que el año, y para el siguiente que daba muy incierto el que persistiese el prelado en los mismos intentos a que se pedían juntar otros mil accidentes que totalmente ha partasen el negocio del estado a que con no poca fatiga mía había venido. No obstante esto vuelto a la Ciudad de Manila, y temiendo que era tentar a Dios el arrojarme a una empresa tan desproporcionada con mi caudal, consulta sobre el negocio las personas de mas letras y virtud que entonces pude hallar y todas fueron de parecer, según lo que se les propuso, que no perdiese la ocasión de hacer Dios aquel servicio en que la Agustínos era tan interesada, que dejándome llevar de las disposiciones divinas pronunciadas por boca de los superiores.
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(supe)riores era culpable el resistir, y segurísimo el obedecer, y así no había que tener sino el proceder en la materia con temor. Resuelto nuestro padre provincial y prontos el padre fray Juan y yo para embarcarnos luego solo restaba la dificultad en los gastos precisos así para la navegación, como para sustentarnos en la China por lo menos tiempo de un año, y la provincia con los empeños tan crecidos que padecía no era posible ni razonable el que nos socorriese con cantidad de plata considerable, que necesariamente se había de quitar a otras obligaciones que más instaban. Pero esta dificultad apenas fue advertida, cuidó remediada, y nuestro señor nos acudió tan liberalmente, que quedamos [provehidos] el Padre Fray Juan y yo desde entonces para casi tres años, adelantandose su sabia providencia no solo al socorro de lo presente sino a todo el tiempo en que no había de ir navio de Manila a la China. Ha llavase en Manila, por aquel tiempo una soma de Chincheos, por medio de la cual continuaba el comercio con aquella ciudad el regulo que asistía en esta provincia de Canton y aúnque al mismo tiempo se despachaba para Canton el General Antonio Nieto, en un navío proprio, pareció más conveniente hacer el viaje en la soma, y así nos embarcamos y dimos en ella a la vela a 11 de octubre los padres fray Manuel Trigeros del orden de nuestro padre Santo Domingo, fray Lucas Esteban del de nuestro padre San Francisco, y el Padre Fray Juan Nicolás de Rivera y yo, todas tan unidos con el vincula de la caridad como si fuésemos hijos de una misma familia. La inexperiencia en semejantes viajes con los chinos, fue causa de que nos fichemos de sus promesas en Manila más de lo que
convenía, y así al tiempo de navegar nos ha llamas con tan ruinas comodidades, y ocasiones de merecer, que tuvieron bien en que emplearse los primeros señores. Pero lo que más no daba en rostro eran las continuas supersticiones con solicitaban el buen suceso del viaje, en que sin advertir confesaban el hierro de que les acusaba la propria consciencia, por que si bien el que mas monedas y barquillos de papel se obraba sin algún recato cuando se había ejecutar alguna función solemne de ahuyentar los malos espíritus que se hace con gran aparato, y estrepitoso, nos advertían que nos recogiesemos a nuestro estrecho rancho debajo de cubierta, avergonzándose de ejecutar aquellas ceremonias, que ellos mismos reputan por vanas, y ridículas, más el deseo de ha segurar sus haciendas les hace dudar de su eficacia, y esto basta para no omitirlas. No era menos penoso el haber de oír las quejas que daban de la republica de Manila y el juicio que formaban acerca de las primeras personas de ella algunas veces tan acertado a nuestro parecer que nos causaba admiración lo comprensivo y profundo de aquellos ingenios reputados, entre nosotros los españoles por barbaros. Tardamos ocho días en costear la plaza honda y las provincias de Pangasinan e Ilocos y montado el cobo del buscador que es la última tierra de la isla de Luzon con buen tiempo comenzamos la travesía para la tierra firme de la Chinas más el siguiente día creciendo el viento que era nordeste, se fue levantado una cruel borrasca, que nos puso en gravísimo peligro de perdernos era el bajel viejo, y entre otras roturas que abrió la por