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en que se afirmó y ratificó. Y no [firmó. Firmó
lo] el dicho señor gobernador de este obispado
e intérprete. Y por su aspecto pareció
de edad de veintiocho años. Generales
no le tocan. Don Juan de Roa. Ante
mí Jerónimo Suárez, secretario.
Y luego incontinenti dicho día, mes y año
dicho, para la dicha información, se recibió
juramento de un indio que, mediante
el dicho intérprete, dijo llamarse
Andrés Sumama, y natural
del pueblo de Olango, por Dios
nuestro señor y por la señal de la cruz en forma
de derecho. Y habiendo jurado, prometió de decir
verdad. Y preguntado al tenor de la petición,
dijo que lo que pasa es que habrá
como dos años que llegó al dicho pueblo
de Olango con armada el enemigo joló.
Y saltó en tierra e hizo el daño que pudo
entrando en las casas y robando lo que
en ellas hallaba. Y este testigo y toda la gente
del pueblo huyeron al monte, hasta
que vieron que el dicho enemigo
se había ido. Y se volvieron a él y a sus casas.
Y este testigo [vido] que en la de Diego Labao,
donde este testigo vivía y vive, dejó metido
en una caja un Cristo, crucificado en su
cruz del grandor de más de una vara,
muy bueno y sano. Y entrando este testigo en
la dicha su casa, lo primero que [vido] fue
el cuerpo del dicho Cristo sin brazos, quitado
de la cruz, y sin cabellos que antes
tenía, y sin corona, y un golpe en la cabeza
como de cuchillada, echado en el fogón
de la dicha su casa. Y este testigo y el dicho Labao
y gente que allí se halló lo quitaron
del dicho fogón. Y el dicho Labao lo puso
en la caja como lo hallaron donde antes
estaba. Y dieron de ello noticia al padre
Fray Hernando de Morales, que era
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