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en caso de huírsele alguno, que si huirá. No se apure. Antes
diga con consuelo, y sin enfado, “No tiene espíritu ni
vocación para la misión. Más vale que él se vaya ahora
arrepentido de ir con nosotros, que no que nosotros
nos arrepintamos después de llevarle.” Y como digo, no
[temase], que los quien Dios le diere, no se los quitará el
Diablo por más que haga.
En la hospedería de San Felipe se suele pasar
trabajo, y a veces no caben en el convento. Cuando Fray Álvaro
pasó, el mismo prior le dijo que ni había celdas
ni camas. Por lo cual, se concertó con una casa de
posadas en la calle del arenal, y allí los recogió. Y
le salió más barato que en San Felipe la hospedería.
Esto la ocasión y el tiempo lo dirán, mas en
todo caso no los hospede el comisario fuera sin consentimiento
del prior, que se expone a grandes pesares.
Procure, pues, despacharlos luego a Sevilla
de forma que él salga el último, o con los últimos.
Y cuidado si las mulas son de retorno, que con mediana
diligencia se averigua, que es grande la diferencia
en la paga. Y si se halla con plata, deje
alguna en poder del religioso, que tiene los poderes
de la provincia por si después llegan algunos misionistas
los avíe a Sevilla. O si no hay plata,
prometa letra, que el procurador si se porta siempre
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