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corresponda a su necesidad y a lo bien y fielmente
que me sirven los que se hallan en ellas.
Y que si doy privilegio hidalguía a los vecinos
de ellas después de diez años de asistencias razón
bastante para que se [escura] el menor precio
con que algún ministro trata a los dichos
vecinos de Manila que tenía [la] obligación de
saber el privilegio que yo les doy. Con todo
importara que los que fueren hacer vecinos sean de calidad
conocida y más ahora que esta aquella ciudad
tan falta de ellos, que se puede decir que
no tiene ya más vecinos que la gente de sueldos que
están en plaza. Y que como las que asisten en
Manila han de ser los alcaldes, encomenderos
de la ciudad de México, y ocupar los oficios
de aquella república y asistir a su gobierno
deben ser de calidad y buenos republicanos como
lo tengo encargados por cédula mía de octubre
de [mil] seiscientos treinta y nueve en que
mandé por las vías y trazas que se pudieren
procuren mis virreyes de esa Nueva España
enviar todos los años algunos vecinos a dichas
islas Filipinas. Con que tendrán los de México
encomenderos seguros y de satisfacción
y que cuando sobran tantos españoles en la Nueva
España pasarán muchos de calidad conocida
tanto más si como se propone en dicha
cédula, se guardaren con los que de nuevo pasaren
las gracias y privilegios que le concedió mi abuelo
y señor (que santa gloria haya). Y que no
ayudaría poco si se les diesen los oficios y cargos
de guerra en los galeones con que pasarán