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estan seguros de ser atacados infamemente y con
impunidad el Gobierno, los majistrados, las per-
sonas públicas, y no menos el honor de las fa-
milias, cuya circunstancia desorganiza mucho la
sociedad y sus instituciones. Tampoco tiene efec-
to en esté caso una denuncia; lo que se consi-
gue cuando se publican papeles conforme à la ley.
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REMITIDOS.
Señores Editores del Atalaya.
Es preciso en obsequio de la verdad y de
la justicia, hablar algo de las elecciones del Cuz-
co, anuladas en Lima en juntas preparatorias de
la Convención, y de las que nuevamente han te-
nido lugar, por la gavancho nulidad de las pri-
meras. Para llenar nuestro objeto, insertamos
un rasgo de la Oliva de Ayacucho número 11
que dice asi: "Se sabe también que los seño-
res diputados por la provincia del Cercado del
Cuzco, no han sido admitidos en la gran Con-
vención. Los señores Carazas, Bernales y Cas-
tillo, no nos persuadimos,' hubieran sido igual-
mente electos en una capital de las mas ilustra-
das del Perú; con que, la anulación de las ac-
tas de estos señores es, ò el resultado de parti-
dos, ò el de una calificación muy minuciosa siem-
pre apoyada en prevenciones. Haya sobre esto
lo que se quiera, lo cierto es que ellos dejan
un vacío dificilísimo de llenarse; los conoce-
mos personalmente, los hemos tratado muy de
cerca y nos constan à fondo su honradez, pa-
triotismo y sentimientos liberales, pero liberales
fundados en principios sólidos, y no como los
que innovan algunos ambiciosos è inmorales.
La mayor queja que en tiempo de las cor-
tes españolas teníamos, era la desigualdad de re-
presentación. ¡Cuanta mas justicia tiene el Cuz-
co ahora que no tiene ninguna! Mas conside-
raciones les merecimos, dirán los cuzquenos, à
nuestros colonizadores, que à la Convención.
Quizas nos hemos avanzado mucho en nuestra
opinion; pero siempre la culpa está en el cuer-
po que al fallar sobre una materia de tanta
transcendencia, no nos ha manifestado los mo-
tivos que tuvo para tal fallo. Por el contrario,
tenemos à la vista el discurso del diputado don
Gregorio Guillen; leemos en él, las potísimas
razones con que apoya sus nobles pretenciones;
y nos cercioramos de la injusticia con que se
han aprobado unas actas, y desechado otras;
atropellando en aquellas las leyes, y en éstas
prefiriendo la acusación de un Gavancho, à los
documentos firmados por los sujetos mas res-
petables del Cuzco. Y si está probada hasta
la demostración la injerencia de las armas en
las elecciones, como aduce el seudo presidente
Gavancho. ¿Como no se juzga al acusado¿ ¿Qué
no hay otra sosa que doíar un error acriminan-
do à un antiguo y virtuoso campeón de la li-
bertad ? Concluyamos, para obviar estos desa-
ciertos, insistiendo en nuestro propósito, con-
forme con las ideas vertidas en el periódi-
co Atalaya."
Por fin, que la verdad no valga, que sea
proscripta y subrogue su lugar la infame càba-
la y negra mentira, con su digno cortejo de abo-
minaciones; el Cuzco ha vuelto à ver elecciones
para nuevos diputados: el dia 31 de octubre úl-
timo se cumplieron los deseos del señor Gavan-
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cho, y en una palabra; triunfó la obscura cama-
rilla de los Sansculottes. El presidente preteri,
to del Colegio y presente en las nuevas elcccio-
nes era el futuro convencional, y el Sol del 31
de octubre alumbró con calor pajiso al magno
diputado doctor Gavancho entre el ruido de los
talleres, gorgoteo de los entierros, tropezones de
los borrachos, juramentos de los jugadores, cor-
rerias de los enamorados, ayes de los pordiose-
ros y grita de los muchachos que juegan, al
trompo. ¡Que interesantes aclamaciones! Pero
ni César marchaba al capitolio con mas satis-
facciones que el señor Gavancho à su casa, des-
pués de la elección, à pesar de no llevar mas
acompañamiento que su capa, su sombrero, su
bastón y su medalla, si no la habia empeñado
en su necesidad. Ya no se dirá que se oyéron
en el Colejio, cajas, trompetas y pífanos, ni ruido
de espadas, lanzas y bayonetas, ni que se vieron
gorras de soldado, y sombreros militares. ¡Gracias
à Dios! No se oiria sino la voz de los inváli-
dos y la risa de los buenos, ni se verian mas
que capas pardas ò azules, que no estamos en
tiempo de distinguir de colores; sombreros blan-
cos y negros, botones, canoas y gorras pirami-
dales en figuras cónicas, espirales oblongas &c.
¡Vitor mil veces! porque si por desgracia no es
electo el señor Gavancho, va à su casa, forma
borrones y borradores, supone que dentro del Co-
legio se han batido las fuerzas de Xerjes con
las de Artaxerjes, lo sopla todo en la Conven-
cion y tenemos otra nulidad; y cate U. aqui la
agricultura, la industria, los negocios, y todo to-
do ceder al espíritu de Elección: al departamen-
to prosperando con abundantes cosechas de elec-
tores y diputados. Si señor, asi sería porque el
que hace su cesto hace ciento, porque el señor
Gavancho ha merecido en la Convención, mas
crédito que las actas apoyadas con el testimonia
público, y porque al que se le ha creído una
vez; por conviene en tan delicada materia, se le
creeria dos, tres y mil veces. ¡Que escándalo!
Un fárrago de falsedades concebidas por el de-
lirio de Gavancho, vestidas en su mal castellano
en un papel lleno de borrones y subscriptas úni-
camente por él. Éste es el documento que ha
merecido fé contra la verdad de los hechos y
contra la justicia, con que los honrados escruta-
dores y secretarios, se negaron à firmar las in-
vectivas del señor Gavancho. Todos saben que
ese borrador, dechado de estudiosas suposiciones,
fué presentado al Colejio por el señor doctor
don Mariano José Cáceres, que fué contradicho
con enerjia, por el mismo Colejio que hizo lla-
mar à su temerario forjador, el cual, pretestando
que su interesante persona corria peligro tomó
el partido del escondite. La nulidad de las elec-
ciones del Cuzco en vista de los hechos que
forman su historia, será un borron de infamia,
un monumento de ignominia para autores y coo-
peradores. La Convención............en ella se pre-
sentará Gavancho, como gladiador en la arena
de las imposturas, y será otro ludibrio para el
pais por quien representa. ¿Que puede el se-
ñor diputado, que no sabe seguir una conversa-
ción particular sino con los monosílabos si, pues,
ya, ya se vé, y uno que otro silvido disimulado?
¿El que no habla entre particulares por miedo
de no disparatar, que otra cosa podrá hacer en
la Convención, que aumentar el número de los
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