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EL ATALAYA
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Al que sea virtuoso (El simbolo) Al que mal obrare y abuse
mi dedo señalará del sol por siempre lo apuntará
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Este periódico se publicára una vez á la semana. Se venderá en la tienda de don Pedro Vargas, calle de la espaderia. Se insertarán en él remitidos,
proyectos, avisos &c. Todo papel se entregará al administrador de la imprenta
con el garantido correspondiente, pagando su justo valor al mismo.
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Numero 8.) CUZCO NOVIEMBRE 16 DE 1833. (Un real
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EL ATALAYA
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MEMORIAS PARA LA CONVENCION.
CONTINUACION DEL NUMERO ANTERIOR.
La política verdadera fundada en la justicia, es
el remedio para extinguir las pasiones.
Debe ser pues el principal objeto, que ocu-
pe la atención de la asamblea, reformar la car-
ta, comenzando por no dejar flanco al triunfo
de las pasiones, y poniendo una barrera que las
repela cuando quiera relajar el santuario de las
leyes y de la lidertad. Como cada una de ellas
no rueda sobre otros intereses que el propio,
rompe los vínculos de la República, mirándose
como el único centro de todo. Separa à unos
ciudadanos de otros, à quienes las virtudes po-
líticas los tendría unidos. Divide los pueblos
por los ódios, temores y sospechas. Nada hay
sagrado para las pasiones: muertes, guerras, trai-
ciones, violencias, injusticias y perfidias, son sus
consiguientes efectos. ¿Y qué es de un estado
que los padece? Destrucción. ¡Oh Providencia
Divina! ¡estiende tus ojos compasivos sobre nos-
otros! ¡aparte tu mano benéfica el peligro que
aun amenaza, y estréchanos con el lazo de la
fraternidad inmutable!
El remedio de estos males es la política de
los lejisladores y poderes Ejecutivo y Judicial.
Los primeros son en los gobiernos republicanos
obra de la parte noble de la nación. Los' pue-
blos de ella, depositan en las manos da aquellos
sus derechos: y asi como estos los confian, aque-
llos no pueden abusar de ollos, ni dejar de ser
responsables à los cargos à que están ligados.
¡Qué terrible tribunal el de los pueblos de un
Estado, cuando vuelven à los apoderados que
nombraron para que les dicten leyes, y les re-
convienen por sus operaciones, si han relajado
el objeto de sus poderes! ¿Podrán los pueblos
obedocer ciegamente las leyes que se les apli-
quen, sino son conformes à sus intereses y cos-
tambres, sino se identifican con ellos? ¿'Tienen
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acción para reclamar sn reforma? Éste es el
caso en que se halla hoy el Perú. Se le dió [...]
un código muy defectuoso, cuyo acerto lo han
probado ya antes que nosotros, otros EE. de
pluma mas diestra y de conocimientos mas pro-
fundos. El periódico La Verdad, há manifesta-
do sábia y menudamente los defectos que ado-
lece nuestra carta. Ahora se ocupan las pren-
sas pidiendo con los votos de los pueblos, lo
que les conviene, esto es, en orden à la refor-
ma en parte ò en todo de la Constitución.
En la hipótesis de que rigiera nuestra carta
actual, podemos asegurar, que los pueblos no la
observarían, porque leyes miradas una vez con
tedio y horror por sus defectos, nunca, nunca
serán cumplidas. Por esto la Convención al re-
formarla debe saber preparar los ánimos de los
pueblos à obedecer y practicar la que se san-
cione nuevamente, á fin de que sea amada; pero
sino sucede asi, verá que sus leyes inútiles, nin-
gun bien han causado à la sociedad y las con-
secuencias que procedan. En ésta virtud, el me-
dio mas oportuno para preparar los ánimos, es
hacer circular los proyectos de reforma, antes
de su sanción y publicación. Si los pueblos se
conforman, no hay un motivo en lo succesivo
para hacer dificultosa su obediencia. Entonces
los lejisladores no son culpables.
Bastantes consejos está recibiendo la Con-
vención por el órgano de las prensas. Espere-
mos el resultados de sus labores. Veamos la
política que ejercitan: como concilian la respeta-
bilidad de los poderes. Somos miembros de una
República naciente, y por ello en estado aun de
trabajar mucho; pero no despreciando los vetos
y los clamores de los pueblos. Estos conside-
rando su conveniencia hablar por la prensa, pa-
ra que la Convención adapte en sus tareas lo
que se proponga y se haya propuesto de útil
y aceptable.
Los imperios y las repúblicas se reforman
y se elevan, y su misma prosperidad, de que
siempre abusan, es el signo de su decadencia.
Son obras de los hombres, y por eso llevan la
marca de la debilidad y están sujetas corno ellos
à la enfermedad, à la caduquez y à la mueste-
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