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Itinerario para el Padre comisario que fuere de procurador para España. 1713
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el viaje y punto de él y si anda mucho o poco, porque enfadará con estas preguntas, y sin ellas todas estas noticias le buscarán. Tenga horas de leer cosa que le instruya como son libros de moral, y cosas que le edifiquen como son los libros devotos, y cosas que le diviertan como son historias. Y persuádase que es indignidad en las manos de un religioso un libro de comedias, aunque no oír tal vez por pasatiempo.
Procure ser muy cortés con todos, pero no nimio ni porfiado en los cumplimientos. Y conseguíralo, si concibe de veras que todos los pasajeros con quienes comúnmente conversa son mejores y más sabios que él, creyendo es tentación imaginar lo contrario. Para la salud corporal, vale mucho el quedar siempre con hambre. Lavarse la boca al amanecer (como queda apuntado) con vino de nipa, o con orines, o zumo de limón. Mudarse cada ocho días y antes si el sudor es mucho. Y no se desembarcará en la costa de Acapulco, sino es que alguna enfermedad le obligue a ello. Mas si sano se desembarcara, puede ser que enferme en el camino de tierra, que es muy malo, hasta Acapulco.
Cuando en la costa se despache el pliego, escribirá al padre procurador de México dándole aviso de su ida, y a que va, y de todas las demás nuevas de la provincia más notables, y le pedirá alguna prevención si la necesita en Acapulco y así mismo le remitirá los pliegos, que para dicho padre llevare, que en el sobrescrito dicen “por la costa,” reservando los demás, para entregarlos en propia mano. El título de sus cartas será “Al Padre Fulano presidente del hospicio
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del Hospicio de Santo Tomás de Villanueva de México en la calzada de Tacuba.
§.3. Llegando a Nueva España En Acapulco el procurador se debe portar como enfermo convaleciente, y esto por muchos días, porque el estómago sale del mar muy flaco, pena de [agitarse] y quedar allí sepultado. Y no será el primero ni aun el 4° de nuestros procuradores, que allí han muerto, por [desmandarse] en las frutas, ostiones, y otros apetitos agradables después de la navegación.
Procure aposentarse con el mismo con quien fue rancheado, y así le bastará un aposento y no alquilará una casa. Y si esto no es posible, acomódese con alguno de los amigos que en la nao fueren. Visite en tierra al castellano y oficiales reales por urbanidad, y si lleva algo en las petacas que registrar como olores, o cosa semejante procure captarles la benevolencia, aunque solo sea con tumbagas. Mas sino hay esto, cortesía y pasar. O si tiene algo que cobrar allí insista en cobrarlo, que por letra en México fácilmente se consigue sin interés alguno, y no deje esto encomendado. La ropa entréguela liada al arriero, [a pagar] en México y escape cuanto antes del puerto, que si desea descansar mejor y más acomodo lugar es para esto la Villa de [Fisclas].
Advierte aquí nuestro Padre Cruz, que desde que salta el procurador en tierra de Acapulco, hasta que vuelve a él debe mirar
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mirar mucho de quien se fía, porque son frecuentísimos los engaños en todas partes y Fray Álvaro lo experimentó así. Haga pues el procurador de todos buen concepto, y no piense que le engaña alguno sin graves fundamentos, mas piense y crea que todos le pueden engañar. Lo primero servirá para no mostrar que desconfía de alguno, que sería gran error. Lo segundo para no fiarse sin seguridad. Buenos informes, instrumentos, quede que pida esto. Ninguno se puede ofender, pues administra hacienda ajena, y no propia, y con decir que su instrucción se lo ordena así, y que sin bastantes fianzas no aventure la hacienda. No por poca confianza de la persona, sino porque siendo muy fiel, las contingencias pueden poner la hacienda en riesgo con daño de su reputación. Y así sea regla general ir en esto a lo más seguro, y no dejarse llevar de palabras buenas, que generalmente los tramposos son los que las tienen más dulces, y así las más dulces deben ser las más sospechosas. Y así de todo lo que dejare en Acapulco, o trastos, o plata, tomará recibo en Acapulco del encomendero, que fuere correspondiente del padre presidente de México que menos importa pagar los derechos de la encomienda, que arriesgar el principal.
El camino hasta México, o Cuernavaca lo ande de forma que se libre del sol. [El] Cerro Gordo páselo de día y con la mayor compañía que pudiere, y más si lleva algo de valor. Mas no dé a entender que [seme da] porque será publicar
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publicar lo que lleva.
Ya en Acapulco por los encomenderos, sabrá si el presidente del hospicio está en él, o quien cuida de él. Y desde allí le escribirá por delante si en las petacas lleva algo que no convenga parecer en la aduana, para que el presidente negocie, pasen sin abrirse las petacas.
Aunque el frío de México luego molesta no añada mucha más ropa sobre sí. Basta la que lleva de acá, y su manto o capote. El vino es dañoso, porque el frío es externo y el calor está reconcentrado.
Cuando sea tiempo de pasar a España, pide el procurador licencia al señor virrey para ir en los navíos de próximo presentando con el memorial la licencia de la religión y la del gobernador de Filipinas. Cuesta el sacarla cuatro o cinco pesos, y sacada se presenta a la inquisición, que la firma también.
Yendo por misión conviene reconocer en la contaduría de México los autos de la misión antecedente y ver si se dio la limosna a todos los sujetos que el rey concedió en la tal misión verbi gratia la cedula concede pasen 40 pero en México no se presentaron, ni cobraron sino 30. Pídese pues allí certificación de esto para que conste que aún no está cumplida la concesión, y como se hará esto lo dirá cualquier oficial de la contaduría. Y la certificación sirve para pedir en Madrid despacho para los que faltan con los que
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que de nuevo se piden.
Para llevar su plata hasta Sevilla, se informará del sujeto más apropósito y abonado que hay en el comercio, y a este se la entregará en México con escritura de entregársela a él en Sevilla, poniéndose así en primer lugar, y en segundo al que le pareciere convenir con consejo del presidente; a gente de la provincia por si muere en el viaje; y de esta escritura de cómo, y ante que escribano y el día avisará por menor a Filipinas. La paga es a tres por ciento, y a veces *The author, probably Manuel de la Cruz, lets slip the first person heretuve a más. Pero advierta que el portar la plata a la Veracruz es otro concierto, que hace con el comerciante según entonces corren los fletes, sobre lo cual se toma consejo de los amigos inteligentes, y otros procuradores de Filipinas que suele haber en las otras religiones ya expertos dominicos, recoletos, o jesuitas etc. con quienes conviene siempre correr bien. De dicha escritura se toman dos tantos. Uno lleva el procurador consigo. Otro pone en pliego en diversa nao, por muchas razones: pues le pueden hurtar la escribanía, o perdiéndose el navío salvar su persona etc. Y en ella se explicará si la plata es doble, o sencilla, y como va fuera de todos gastos de armada o repartimientos ordinarios y extraordinarios, y los fiadores. Y cuidado con estas cláusulas: y a un [tercer] tanto de la escritura es bien quede en el hospicio.
Toda la plata, o casi toda de la orden debe ir así, mas