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Al Virrey y Audiencia de México, que informe sobre la pretensión que tiene la ciudad de Manila de que se mude el surgidero de las naos de Filipinas a Val de Valderas. 1682, 1707.
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Al virrey y audiencia de México que informe sobre la pretensión que tiene la ciudad de Manila de que se mude el surgidero de las naos de Filipinas a Val de Valderas en lugar de Acapulco.
El rey. Mi virrey presidente y oidores de mi audiencia real que reside en la ciudad de México de la Nueva España. Don Juan Quijano, procurador general en esta corte de la ciudad de Manila de las islas Filipinas, me he representado que para el servicio de Dios y mío y de la conservación de aquellas islas, será muy importante que las naos que salen de ellas para esa Nueva España no vengan a surgir al puerto de Acapulco sino al de Val de Valderas, costa también de ese reino, cerca de Guadalajara, junto a los Cabos de San Lucas y corrientes en veinte o veintiún grados, por ser muy bueno y seguro donde podían dar fondo a los cuatro o cinco meses, como es temperamento templado; con que se excusará a la gente las enfermedades, agonías y muertes que padecen desde el dicho puerto de Val de Valderas hasta el de Acapulco en los cincuenta o sesenta días que dura este resto del viaje. De que se seguirá [a segurar] los socorros que todos los años les van de México sin la contingencia y gastos considerables que se hacen en Acapulco, respecto de que podrán salir del de Val de Valderas para dichas islas por febrero, gozando del monzón de las brisas [generales] con que llegarán a Cavite en todo marzo, excusándose el riesgo de los vendavales que ahora experimentan, y los grandes gastos que a mi real
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hacienda, y a los habitantes de dichas islas se recrecen con el extravío de la navegación por salir como salen de Acapulco con los tiempos escasos, y que si alentara la gente a continuar los viajes con la utilidad que se le sigue sin el riesgo de sus vidas, como lo experimentan en casi las más de las ocasiones por salir las naos de Filipinas por junio, y a fin de julio desembocan llegando a la altura de cuarenta y cuarenta y cinco grados, y a los cuatro o cinco meses descubren las señas de la costa de esa Nueva España en treinta y cuatro grados. Como pasan a región muy cálida, va faltando a la gente el vigor, y se les corrompen los bastimentos de que se les engendra un humor que llaman [belber], de que le sobreviene así en mortales y rinden la vida de suerte que en los cuarenta o cincuenta días que tardan desde las señas que reconocen de esa Nueva España al puerto de Acapulco enfermo casi todos los que vienen navegando. Y llegan tarde las naos por ocasión de algunas calmas que padecen, obligándoles esto a invernar en Acapulco, ochenta leguas de esa ciudad de México, de asperísimos caminos en que se detiene la gente que conduce las mercaderías muchos días con gravísimos gastos, costándoles a peso por arrobas sin el riesgo de perderlo todo porque en el trajino suelen parecer mucha gente, y tres o cuatro mil mulas, y que surgiendo en Val de Valderas treinta leguas de Guadalajara se pueden proveer de bizcocho, carne y bastimentos a muy poca costa por ser aquella tierra muy abundante y barata
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ahorrándose los interesados en transporte de sus mercaderías grandes cantidades, pues sólo les tendrá de costa dos reales por arroba desde Val de Valderas a México por ser camino llano y trajinarse con carros. Y sólo faltará vino y otras menestras que se podrán conducir con mucha facilidad desde México cuando faltare la nao tendrá todo salida con mucho aumento en Guadalajara. Y la plata de aquella caja podrá embarcar en la que se despachare para las islas, ahorrándose muchas condiciones como se deja reconocer, sin que a lo referido pueda [evitar] que se oponga, el que no surgiendo las naos en Acapulco, intentarán los enemigos ocupar aquel puerto, respecto de que las naos que en él entran no lo defienden, sino la fuerza. Porque si el enemigo le apeteciera, primero hubiera tomado el del marques, que no tiene defensa, como tampoco la tienen otros muchos que hay en aquella isla, y para conservarlos necesitaba de mucha gente y navíos, que no es posible conseguirlo y más en navegación tan extraviada. Suplicándome que, atendiendo a ello, fuese servido demandar que las naos que vinieren de Filipinas a esa Nueva España surjan en Val de Valderas y no en Acapulco. Y habiéndose visto en mi Consejo de las Indias juntamente con lo que me escribió la ciudad de Manila en carta de [doce de junio del año de mil seiscientos setenta y nueve], porque quiero saber las conveniencias o inconvenientes que podrán resultar de esta mudanza de surgir en esa Nueva España las naos de Filipinas, os mando que en la primera ocasión que hubiere me informéis lo que se os ofreciere sobre ella, dándome vuestro parecer para que, con vista de él, provea lo que más convenga. Hecha en Aranjuez a dieciséis de abril de mil seiscientos ochenta y dos años. Yo el rey. Por mandado del rey nuestro señor. Francisco de Altam.ra Ángulo.
Al Virrey de Nueva España que ponga todo cuidado en que las naos de Filipinas al puerto de Acapulco se despachen con brevedad y sin retardasen en su retorno: por que no pierdan el tiempo de su viaje. 1669, 1707.
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Al virrey de Nueva España que ponga todo cuidado en que las naos de Filipinas al puerto de Acapulco se despachen con brevedad y sin retardación en su retorno, porque no pierdan el tiempo de su viaje.
El rey. Muy reverendo Cristo padre don Fray Paio de Rivera, arzobispo de la iglesia metropolitana de la Ciudad de México, de mi consejo, mi virrey, gobernador y capitán general de la Nueva España y presidente de mi audiencia real de ella en ínterin, o a la persona o personas a cuyo cargo fuere su gobierno por ser cédula de treinta y uno de diciembre del año pasado de mil seiscientos y setenta y siete, os mando que tomando informes de personas prácticas en la navegación de esa Nueva España a las islas de Filipinas [diese seis] órdenes que fuesen necesarias para que se ejecutase lo que se tuviese por más conveniente a esta navegación, atendiendo a lo que fuere de más beneficio y menos riesgo de ella, como se refiere en la dicha cédula a que me remito. Y ahora Don Diego de Villatoro, procurador general de la ciudad de Manila, me haré presentado entre otras cosas que de no ejecutase
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con puntualidad lo ordenado por la cédula citada resultar muchos inconvenientes y pérdidas muy considerables a los vecinos de aquellas islas, con disminución de mi real hacienda porque de la conservación del comercio de Filipinas con esa Nueva España pende el mayor aumento de ella. Suplicándome [que] fuese servido demandar que luego que lleguen al puerto de Acapulco las naos de Filipinas se despachen con puntualidad, sin que haga retardación en su retorno porque no pierdan el tiempo de su viaje. Y habiéndose visto en mi Consejo de Indias con lo que dijo mi fiscal de él, he tenido por bien de ordenaros y mandaros como lo hago [que] pongáis todo cuidado en el breve despacho de las naos que de Filipinas vienen al puerto de Acapulco, dando las órdenes que sean necesarias para que luego que lleguen a él se despachen con toda brevedad, sin que se retarde el tiempo de su viaje. Y que se atienda mucho al alivio de aquel comercio, pues de su conservación y crédito pende el mayor aumento de aquellas islas con beneficio de mi real hacienda. Hecha en Madrid a veinticuatro de junio de mil seiscientos y sesenta y nueve años.