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tan lejos de la ciudad que no pudiese avistarse
à alguna distancia en el camino que hacia pa-
ra Quinoa con la pequeña compañía del man-
do del señor Frias, quien creyó indudable se le
atacase con tan desmesurada ventaja. En su den-
trada à la ciudad se le reunieron mas de mil in-
dividuos los mas de ellos muchachos, que mani-
festaban su desicion en favor de las armas del
orden. Aproximada la noche salio el jeneral
Frias de la cuidad à ocupar un puesto de de-
fensa por si la compañía de granderos quisiese
llegar à las armas, en situacion de que su tropa
estaba tan rematada con la marcha larga que ha-
habia emprendico. En efecto ocupó su posicion
meditada, y entonces ya se habian dispersado los
voluntarios que se le presentaron para cooperar
en algun acontecimiento. Se mantuvo toda la
pecho en el puesto que tomó para su defensa,
sin que hubiese ocurrido cosa alguna, pues la
compañía de granderos siguió su mareba cobar-
demente à pesar de su indecible ventaja. Por
en manaña del 15 bajaba el jeneral con su com-
pañía el plano que formaba su posicion para in-
troducirse à la cuidad, cuando à eso de las seis
y media divisó al capitan graduado de mayor don
Florentino Villamar con su escolta de dos batido-
res y un trompeta del glorioso rejimiento Hu-
zares de Junin. A la distancia, creyó fuese al-
guna descubierta de los revoltosos y trató ha-
cerle fuego; mas à la inmediacion se desengañó
de lo contratio. La division del Cuzco habia
acampado en Mataria la misma tarde del 14 sin
habaer podido adquirir la mas pequeña noticia del
estado de Huamanga, ni de la situacion de los
defecccionados; y se halló el jefe que la manda-
ba, en el estremado caso de aventurar la suer-
te de esta benemérito oficial, despachandolo à las
7 de la noche con instrucciones de que recaba-
se cualquiera clase de noticias hasta las goteras
de Ayacucho y regresare à encontrar la division
que habia de ponerse en marcha á las cinco de
la mañana del 15, que lo verificó exactamente.
A las tres leguas antes de la cuidad recibió el
comandante jeneral las communiciones del capita-
tanVillamar por conducto de uno de los bati-
dores de su escolta, en que daba parte de su in-
corporacion con el señor jeneral Frias y que la
division redoblase su marcha. En ella recibió
las communicaciones de S. E. el jeneral Presiden-
te dirijidas de varios puntos en que ordenaba q'
el que mandas las tropas del Cuzco tomase el
camino de tambo, y se pusiese alli à recibir sus
ordenes: y como dichas communicaciones fueron
entregades en las mismas goteras de la cuidad,
ordenó dicho jeneral entrase la division à ella
para emprender su marcha al siguente dia al lu-
gar prevenido por S, E. A la media noche del
15 al 16, se recibieron los primos avisos vo-
lades de lo ocurrido en Pultunchara, que se
tiñcaron en la mañana del 16 oficialmente y asi
es que solo salió la columna lijera de vanguar-
dia. al mando del mayor Aramburú con una mi-
tad de caballeria al cargo del teniente Mendoza,
quienes lograron recojer à todos los músicos dis-
solvieron à la vista de la columna haciendo fue-
go à Gamarra, Negreyros y demas oficiales de di-
cha compañía, que tomaron la fuga por estar bien
montados.
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El dia 15 à las seis y media de su maña-
na, llegaron á Huanta dos compañías del batal-
lon Zepita al mando del comandante Torrico.
(2) La hermana do Gomez, comandante jeneral
de operaciones de la division enemiga, les había
dirijido entonces un aviso de que no había mas
fuerza de Lima que ésta ( porque asi se figuró)
y que inmediatamente la batiesen, à fin de no
darle tiempo para reunirse con la que iba del
Cuzco. A las diez del mismo dia llegó al re-
ferido pueblo el 2. batallon Ayacucho.
Los enemigos dirigieron tiros de artillería
hácia Huanta, cuyo fuego rompieron à las once,
en la ignorancia aun de la llegada del batallon
Ayacucho. Dejaron su primera posicion y se
colocaron mas abajo de ella, pero siempre en
terreno ventajosa. Visto el movimiento de es-
tos y esperimentados los tiros de artilleria, sa-
lió la 4. compañía del 2. de Ayacucho á ha-
cerles cara, y en virtud de esto desplegó en
guerilla la de cazadores de los facciosos, ocu-
pando un lugar algo despejado, en el que hicie-
ron un fuego tan vivo, que fué preciso al jene-
ral Presidente comprometer la accion. Ordenó
que cada jefe tomase una de las cuatro compa-
añías restantes, y todas á su vez atacasen por el
frente y flancos forzando las escarpadas posio-
nes. (3) Efectivamente los valientes soldados
de la columna de operaciones, estimulados por
el ejemplo de sus dos jenerales, jefes y oficiales,
redujeron en un momento à la nada, à los im-
propiamente llamados vengadores de la ley. Se-
dieníos de la sangre de estos malvados, y an-
siosos de esterminarlos, vengaron la de los jefes
asesinados y el oprobio con que cubrieron á la
nacion, ofuscando asi el brillo de su situacion
politica. Dieron á conocer que eran los lejiti
mos vengadores de las leyes, (que con este mis-
mo titulo se hollaron) del orden interceptado á
unos pueblos virtuosos, de la paz y tranquilidad
que se habia extinguido; en fin de la hostilidad
en cuyo circulo estrecharon á los habitantes del
departmento Ayacucho. (4)
[Continuará.]
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[2] De la capital de Lima vinieron dos compa-
ñías del batallon Zepita con fuerza de 150 plazas,
el 2. batallon Ayacucho 1. lijero compuesto de
cuatro compañías con la de 300, 60 hombres de
caballería de la escolta de S. E. el jeneral Pre-
sidente. Vinieron con dichas tropas S. E., el je-
neral Bermudez, el coronel San Roman, teniente
coronel Quiroga, [ahora comandante del batallon
Pultunchara] comandante Merino, mayor Ugarte-
che, y otros oficiales colocados entre las tropas à
que pertenecian.
[3] Entre ellos el recomendable jeneral Bermu¬
dez que se hallaba en Turma curandose de sus en-
fermedades, y voló sobre Ayacucho luego que supo
la revolucion ejecutada. S. E. le encargó la co-
mandancia jeneral de la columna de operaciones.
[4] Con las mas violentas providencias se ha-
bía estraido por ellos 49 pesos del vecindario y
de los fondos del Estado entre numerario y pas-
tas de plata.
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