El Observador Imparcial

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EL OBSERVADOR IMPARCIAL

Se publicará los martes, jueves y sába¬ dos de cada semana, exeptuando los que sean festivos: se admiten subscrip¬ ciones en la tienda de Don José Do¬ rado calle de Judios, y en la imprenta

Republicana de D. José María Con¬ cha calle de la Coca, al precio de ocho reales adelantados por cada doce nú¬ meros. En los mismos lugares se ven¬ derán también los números sueltos.

N. 1.o —LIMA MARTES 12 DE JULIO DE 1831—1 RL.

ADVERTENCIA PARA AHORA Y SIEMPRE.

El verdadero objeto de toda discusión en cualquier materia, es hallar la verdad; y por lo tanto debe prescindirse de quien es el sujeto que opina, atendiendo solamente al valor de sus ra¬ zones. Esta verdad innegable está por desgra¬ cia tan olvidada entre nosotros, que causa es¬ trañeza ver a muchos hombres a quienes cierta¬ mente no se les puede negar su instrucción, ad¬ mirar opiniones las más ridículas, y discursos los más desatinados, solo porque los pronunció el señor D. N. ó D. H. que se llaman ilustrados y liberales; mientras se desprecia o no se da oidos a razones del mayor peso, si por casualidad son dichas por alguno que lleve cualquiera nota de las que el envidioso vulgo de los escritores suele inventar en menosprecio del mérito verdadero. Semejante parcialidad y prevención arrastrará siempre en pos de sí males y perjuicios incalcu¬ lables.

El hombre que una vez se llegó a persua¬ dir que los demás lo reputan por grande en sa¬ biduría, y que para inclinar a otros a pensar co¬ mo él, le basta solamente mostrar su opinión; si¬ no es inútil, vale para poco. Ha dormido en los brazos de la fortuna, que cree haber adquirido, y cuida ya muy poco de trabajar por merecer¬ la. La lectura, el consejo del hombre ilustrado, la atenta y continuada meditación, son cosas que reputa inútiles, ó al menos como no necesa¬ rias. ¿Y qué acierto podrá esperarse del conse¬ jo de un hombre falto de estímulo, aplaudido de una multitud ignorante, parcial o seducida del prestijio, aun cuando sus disposiciones sean las más excelentes? Si alguno o algunos hay en el caso que pintámos, la esperiencia responderá por nosotros. Desengañémonos; mientras no se pres¬ cinda del carácter y circunstancias de los suje¬ tos que opinan sobre los asuntos públicos, nada adelantarémos; la verdad no necesita de la re¬ comendación que pueda darle el sujeto que la defienda; ella por si sola basta para obrar eficaz¬ mente en el corazón del hombre honrado y sin prevención. Todo aquel a quien la providen¬ cia se dignó dotarlo con potencias despejadas, aun cuando carezca de instrucción, debe aver¬ gonzarse de que un semejante suyo esclavize su razón por cualquiera especie de ascendiente. Para verlo justo y útil en el mayor número de asuntos, basta solo la dosis de talento que la

naturaleza ha concedido a todo hombre bien organizado: lo que se necesita es honradez y deseos de hacer el bien. No fomentémos de hoy más el engreimiento de ciertos entes, que se han constituido corífeos de una multitud que ciega¬ mente los sigue por verlos elevados algo más so¬ bre la esfera de dichos muchos más ignorantes que ellos.

Nosotros por fortuna no conocemos dife¬ rencia de partidos, ni el prestijio de la opinión nos seduce tanto, que a semejanza de varios, alabemos los defectos en unos, y vituperémos en otros lo más racional y equitativo, cuando no es conforme a las miras de los que se creen oráculos.

CONGRESO—CÁMARA DE DIPUTADOS.

SESIÓN DEL DÍA 21 DE JUNIO.

Observamos tan estraviada la opinion pú¬ blica acerca de los motivos que ocasionaron la importante sesión de este día y siguientes, como también sobre su objeto y circunstancias, que nos ha parecido oportuno hacer de todo un anᬠlisis lijero y sencillo; pero que poniendo bajo el preciso punto de vista la cuestión, fije los áni¬ mos en lo que verdaderamente haya de cierto y positivo.

Han creído muchos que el fin principal del arrivo de S. E. el jeneral Presidente a esta capi¬ tal el 8 de junio último, no fue otro que recavar se le concediesen facultades estraordinarias pa¬ ra proceder según ellas en nuestra actual situa¬ ción, con respecto a la república de Bolivia, y pe¬ dir también injentes sumas de dinero para lle¬ var al cabo la empresa. Otros han limitado su pensamiento a que solo pedía permiso para abrir la guerra, y es cabalmente lo que anda más vali¬ do, por cuanto han dado márjen a creerlo así las espresiones y términos de que usaron algunos SS. diputados al emitir sus votos sobre la materia ante la asamblea nacional. Tanto es esto, que habiendo resultado de los debates de la cáma¬ ra la adopción de otras medidas, o más bien no habiendo sancionado la declaratoria de guerra contra Bolivia, se ha contado este incidente co¬ mo un triunfo reportado sobre las miras y pre¬ tenciones del presidente de la república. Vamos pues, a acallar la algazara de los malignos, a desvanecer la ilusión de los torpes, y a ilustrar el espíritu de los incautos, a ver si cesa el escánda¬

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lo que da al mundo ese fatal prurito que nos domina, de acriminar gratuitamente sin razo¬ nes, sin fundamentos a las autoridades constitui¬ das, lejos de concurrir como debiéramos a soste¬ ner su respeto y su buen nombre mientras no lo desmerezcan con justicia.

Hemos tenido a la mano los documentos fehacientes en la materia, y de ellos resulta ha¬ berse dirijido S. E. a la cámara de diputados por medio de las comunicaciones respectivas, a que acompañó el parte que había recibido del segundo jeneral del ejército don Blas Cerdeña, en que le manifestaba el riesgo en que se ha¬ llaba la república el 4 de dicho mes de junio, con motivo de la reunión de las fuerzas de Bolivia en las posiciones inmediatas a nuestras fronteras; en cuya atención y demás consideraciones que sometía a la intelijencia de la asamblea, pedía S. E. que esta declarase: 1.o caso que se ma¬ logre, como es probable la mediación solicitada por el gobierno de Bolivia, ofrecida por el de Chile, y aceptada por el del Perú, cual sería la línea de conducta que debería observar con el gobierno de Bolivia; y 2.o si en el intervalo que debería correr para establecerse la mediación se agotan los escasos recursos que tenemos para el sosten del ejército, cuales serían los arbitrios con que debería reponerlos inmediatamente S. E.

A estos precisos términos está reducida to¬ da su solicitud, la cual fue remitida a las comi¬ siones respectivas para que abriesen dictámen sobre los árduos puntos que contenía; y lo veri¬ ficaron en efecto, presentando a la aprobación de la cámara un proyecto de ley cuyo art. 4.o estaba concebido así.—,,Si en el término de 40 días contados desde que nuestro plenipotencia¬ rio se presente a aquel gobierno, no entabla las negociaciones, concluye un avenimiento, o se niega el gobierno de Bolivia a las solicitudes del Perú, queda el ejecutivo autorizado para decla¬ rar al guerra a nombre de la nación."

Es visto, pues, que la iniciativa de decla¬ ración de guerra no partió en manera alguna del jeneral presidente, sino de la comisión re¬ dactora del anterior artículo; sin embargo, hu¬ bo en su discusión un estravío tan enorme de conceptos, y se vertieron frases y espresiones tan fuera del caso y de la cuestión, que no es de estrañar que aquellos que no han estado al ca¬ bo de los antecedentes, hayan recibido impre¬ siones bien ajenas del verdadero espíritu de to¬ do este negocio. Para mayor esclarecimiento y en comprobación de cuanto llevamos espues¬ to, vamos por ahora a encargarnos de ecsami¬ nar los dictámenes de algunos SS. diputados; y siendo el del sr. Igoain el más señalado y rui¬ doso, será el primero que ocupe nuestra atención.

VOTO DEL SEÑOR IGOAIN.

Circunstancias que no es del caso referir han dado una especie de celebridad al voto de aquel señor diputado, y se ha impreso y reim¬ preso, no obstante las abultadas contradicio¬ nes—falsos supuestos—frecuentes extravios del punto primordial, y maliciosas e infundadas acriminaciones de que abunda su discurso. Este incidente nos ha esimulado a examinarlo con particular detención, por ver si hallamos algo

de sólido en sus fundamentos o de bello en su estructura, para que haya merecido con justicia el aplauso de las personas de criterio y buen sentido.

Muy desde luego salta a los ojos de cual¬ quiera que no esté soterrado, y que conserve algún contacto con la sociedad, la falsa supo¬ sición con que se introduce en su razonamien¬ to, tanto más monstruosa y chocante cuanto se produjó en una asamblea en que se cuentan hombres de grandes talentos y relaciones po¬ líticas, y ante un numeroso pueblo tan ilustra¬ do como advertido y circunspecto. ¿De qué per¬ sonas, de qué papeles o documentos ha adquirido el sr. Igoain, la estraordinaria y nunca bien aplau¬ dida noticia de la paz que el mundo todo pro¬ clama, y de que se vale para ecsajerar lo triste de las circunstancias que nos obligan a exami¬ nar si deberán nuestros labios pronunciar la pa¬ labra espantosa de guerra? Si atendemos a los periódicos ya nacionales, ya estranjeros de que está inundada la capital, y a la multitud de correspondencias recibidas del exterior, todos y todas están contestes en la voraz conflagración que abraza al mundo todo. La Europa, sufriendo después de la reciente revolución francesa las más sangrientas conmociones—el Asia y Africa todavía resentidas de las calamidades consiguientes a las últimas invasiones que esperimentaron—la Amé¬ rica presentando en la mayor parte de sus nue¬ vas repúblicas el cuadro más horroroso de san¬ gre, muerte y exterminio; he aquí la dichosa época en que testifican se halla el mundo, do¬ cumentos, por nuestra desgracia bien auténti¬ cos e irrecusables. Estos datos de que no puede estar ajena la intelijencia de un hombre pú¬ blico, no debe ignorarlos el señor diputado de Castrovireyna, por cuanto ya hace tiempo que dejó ese lejano rincón y reside en la capital de la república que es el centro de las noti¬ cias y novedades políticas. Es por lo tanto malicioso y ridículo el aparato con que se in¬ troduce en su discurso, para entrar después a depositar en el seno de sus honorables compa¬ ñeros los cuidados que lo ajitaban, y de que nos vamos a ocupar nosotros.

El primero de estos cuidados nace, de que comparada nuestra situación actual con la que tenía el Perú cuando emprendió la campaña de Colombia, es de temer, que la de Bolivia que ahora se pretende, tenga los mismos fu¬ nestos resultados. En el primer caso (dice) la necesidad de defender nuestra independencia y libertad, hizo inevitable la guerra; pero ahora ¿cuáles son los motivos de la que se solicita? El señor diputado confiesa, no los sabe y le consta también los ignoran sus honorables compañeros. Después pregunta: ¿si estos motivos son nacionales o puramente personales? cerran¬ do el punto con una reticencia cuyo espíritu no nos atrevemos a calificar, según su mérito, por respeto a la augusta corporación a que pertenece el señor opinante.

¿Cuáles son los motivos de la guerra que se solicita? dice el señor Iguain: y en verdad que la pregunta ni merece contestación ni ha¬ llamos alguna que poderle dar, por cuanto rue¬ da sobre un supuesto monstruosamente falso. ¿Hay quién solicite la guerra? esto es lo que

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debe probar primero el señor diputado; y si es que lo dá por hecho, díganos entonces ¿quien es el que la solicita? No es desde luego el je¬ neral presidente que dirijiéndose a la cámara se redujó tan solamente a pedir se le trazase la línea de conducta que debería observar con el gobierno de Bolivia en el caso probable de que no tubiese efecto la mediación ofrecida por el de Chile. Si para que la asamblea proce¬ diese con todas las luces que demandaba un asunto de tanta entidad y trascendencia, se le puso a la vista el cuadro a que se veía redu¬ cida nuestra posición, a consecuencia de la sé¬ rie de insultos y hostilidades esperimentadas por parte de Bolivia, esto no importa lo mismo que solicitar la guerra; así como tampoco se podrá decir que la solicitó la comision diplo¬ mática, cuando en fuerza de las circunstancias que tubo presentes la comprendió, pero condi¬ cionalmente, en el artículo 4.o del proyecto de ley que redactó y fue desaprobado.

Supongámos, empero, que la guerra ha sido en efecto solicitada ¿puede caber al señor Igoain alguna duda acerca de los motivos que in¬ clinan a ella? ¿No deja asentado ya en el princi¬ pio de su discurso que se presentaban a la vista de la asamblea—grandes peligros—inmensos intere¬ ses—altas ofensas entre las cuales se enumeran y comprenden —rapiñas—persecuciones—un acto de feroz barbárie ejercido en un compatriota nues¬ tro—seducciones y manejos para introducir en el país el desórden y la división—y bulliciosos preparativos militares que indican miras sinies¬ tras? ¿Y se necesita más todavía para decidirse a creer, que el honor, el decoro nacional han sido ignominiosamente ajados; que aquellos de¬ rechos que ninguna nación jamás permite que le viole otra impunemente han sido atropella¬ dos, y que el reposo y seguridad de los pueblos están fuertemente comprometidos? ¿y unos mo¬ tivos de naturaleza tan obvia y tan precisa, se duda si son nacionales o puramente perso¬ nales? Si es duda, por que para mengua nues¬ tra tenemos hombres empeñados en presentar al mundo una idea la más desventajosa de noso¬ tros, y de consignar a la posteridad documen¬ tos de oprobio.

Las naciones de quienes hemos atraído las miradas por el heroísmo con que conquistamos la libertad e independencia, apartarán indigna¬ das la vista al contemplar la rastrera, la absurda política empleada por unos cuantos demagogos, tan exaltados como irreflecsivos, que pretenden dar el tono a toda una nación gloriosa de un modo el más peligroso y degradante. En efec¬ to: ¿qué dirán aquellas cuando sepan que un representante nuestro, confesando ante la asam¬ blea del pueblo soberano, los poderosos moti¬ vos que inclinaban a abrir la guerra, y que im¬ portan nada menos que la dignidad de la re¬ pública, el respeto del derecho de jentes y la tranquilidad y seguridad común, no solamente los tubiese en menosprecio, sino que desenten¬ diendose de todo, se estraviase hasta el punto de infundir sospechas de que semejantes mo¬ tivos se reducían a personalidades del jefe su¬ premo de la nación? Caso quefuese cierto ¿se le considera a este tan falto de pundonor y de coraje que no se decidiese a salir al campo

a batirse cuerpo con su enemigo, pri¬ mero que comprometer el bien y el sosiego de los pueblos que le están confiados? De no, muy poco o nada tendríamos que agradecer a la representación nacional por haberlo elejido presidente de la república. Nosotros no le ha¬ remos la injuria de creer que por motivos per¬ sonales quiera sacrificarnos, y no porque ob¬ tenga el mando supremo, no por miedo del po¬ der, ni por acatamiento al elevado puesto que acupa, sino porque no hay el menor motivo que nos induzca a abrigar las sospechas del señor Igoaín, porque este no aduce prueba ni dato alguno que convenza, y porque al fin es la primera autoridad, cuyo honor, cuya opinion no pueden mancillarse, sin que lo sufra y pa¬ dezca igualmente la nación misma que dirije y gobierna. La acusación, además, es horren¬ da y de aquellas que por la enormidad del de¬ lito imputado, y por el carácter de la persona a quien se le imputa, ecsaltan la indignación al momento de oirla. Empero, claras como la luz del medio día deberán ser sus pruebas para que la indignación suspendida mientras que las espone, no venga a caer de lleno sobre él y a confundirlo en seguida. Más volvamos a nues¬ tro propósito de que puede habernos desviado algun tanto, la arrojada pregunta del señor di¬ putado, su confusión al hacerla, y el silencio es¬ presivo de que pretendió deducirla contesta¬ ción de sus honorables sócios.

La falta de esplicasiones ecsijidas direc¬ tamente al gobierno de Bolivia, es en sentir del señor Igoaín un reparo obvio para aplicar los principios conocidos del derecho de jentes, y es¬ to en circunstancias de haber sido positivamen¬ te atropellados de un modo bárbaro y escan¬ daloso. Por cierto que desespera no poder ha¬ llar en todo el relato del señor diputado una sola cláusula, una espresión que salve toda aque¬ lla buena fe, y aquel candor de que desearía¬ mos verlo animado. ¡Esplicasiones! ¿hasta cuan¬ do quiere el señor opinante que dure la broma de las esplicasiones? ¿No fueron estas el ob¬ jeto de la misión del señor Alvarez? Y cuando en lugar de darlas, usó el boliviano de nuevas maquinaciones, duplicó sus ejércitos, y nos soli¬ citó enemigos entre nuestros mejores vecinos ¿no fué entonces el señor Ferreyros a pedir también esplicasiones? ¿y se le dieron acaso? Si: con nuevos insultos, con nuevas tropelías, y usan¬ do sobre todo, de la jenerosidad [con que que¬ dó satisfecho el señor diputado] de remitirnos al peruano martirizado tan luego como se le re¬ clamó. ¿Puede darse burla más ridícula, pifia más indecente? [Se continuará.]

DOCUMENTOS RELATIVOS a la caída del jeneral La-Fuente.

Sabidas son las consecuencias de los acon¬ tecimientos del 16 abril último que derrocaron del mando de la Vice-Presidencia al jeneral LaFuente; más el silencio adoptado por nuestros Periódicos a este respecto, y sobre todo la falta de datos que fijen de un modo preciso la cues¬ tión bajo su verdadero punto de vista, ha dado lugar a interpretaciones siniestras, y a que se haya considerado lo ocurrido en el predicho día,

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o como el aborto de un plan proyectado de antemano, [en que se ha querido presentar co¬ mo autor al jeneral Presidente], o como el esta¬ llido de una sublevación militar la más insensa¬ ta é inicua. Esto es lo que habrán podido deducir los que solo hayan leído las siguientes comuni¬ caciones que copiamos del Mercurio de Valpa. raiso del Ex-vice—Presidente, y el señor jeneral Miller.

La publicidad con que hace tiempo. circu¬ lan en la ciudad estos documentos, y los co¬ mentarios que han sufrido sus cláusulas, nos ha obligado a darles la preferencia en la materia de que nos ocupamos, ofreciendo presentar en seguida a nuestros lectores, las comunicaciones habidas entre el sr. jeneral Prefecto del Depar¬ tamento y el sr. Presidente del Congreso, inédi¬ tas hasta hoy. Estos datos esclareciendo más el orijen de los sucesos memorables que motiva¬ ron la violenta caída del jeneral La-Fuente, harán tomar a la cuestión su verdadero aspecto, presentándola bajo una forma capaz de resol¬ verse con solo las luces de un mediano criterio.

El jeneral La-Fuente al Congreso consti¬ titucional del Perú.—A bordo de la corbeta Nort¬ Americana S. Luis, surta en el Callao a 19 de abril de 1831.

El vice-presidente de la república se ve en la dolorosa necesidad de anunciar a los repre¬ sentantes de la nación, que las ocurrencias so¬ brevenidas en estos últimos días lo obligan a de¬ jar por algun tiempo la capital. El vice-presi¬ dente de la república no huyó del peligro, ni cede a vanos temores; tampoco se considerá co¬ mo un culpable fujitivo que teme el pronuncia¬ miento de la ley. No SS.: una fuerza mayor con¬ ducida por un criminal estravío, movida secre¬ tamente por una inesplicable perfidia, lo pone en el caso de preferir su emigración a los hor¬ rorosos males que pudiera arrastrar la guerra civíl.—El congreso nacional calificará las inten¬ ciones turtuosas y los infundados recelos de un hombre, a quien el que suscribe ha prodigado quizás hasta el ecseso, las pruebas irrefragables de una confianza sin límites, y de una sumisión ciega.—La desmoralización de las tropas, el desprecio de las leyes, el desobedecimiento a las autoridades lejítimas, las tentativas del asesina¬ to, tales han sido los resultados visibles de este plan tenebroso.—A tan formidables enemigos, es en vano oponer la buena fe, la legalidad y una conducta irreprensible. En semejantes ca¬ sos, la prudencia aconseja que se deje el triun¬ fo a los malos, en tanto que la voz de la justi¬ ticia pronuncia sus fallos y da a cada uno lo que merece.—Pero no por esto conviene san¬ cionar con una pueríl condescendencia las ma¬ quinaciones destructoras del órden social; y apo¬ yado en estos principios, el vice-presidente de la república protesta solemnemente ante el congre¬ so nacional, de todos los actos gubernativos que tengan lugar desde la noche del 16 de este mes, hasta el regreso del Excmo. Sr. presidente de la república, declarándolos ilegales, nulos, con¬ trarios a la constitución, atentatorios al órden, opuestos a las leyes fundamentales, y contami¬ nados con el vicio de la reveldía; cuya protes¬

ta hecha en toda forma,[+] deposita el que subs¬ cribe en manos del congreso, para que como custodio de las leyes, la tome en consideración y le de los efectos que haya lugar; declarando al mismo tiempo, que por el atentado cometido en la noche del 16, considerá violado el pacto social, y mira como usurpadora e intrusa toda autoridad ejecutiva que inmediatamente succe¬ da.—El vice-presidente de la república afortifi¬ cado con el testimonio de su conciencia, y apo¬ yado en la aprobación del pueblo, se hallará siempre pronto, cualquiera que sea su destino a dar cuenta ecsacta de su administración, y a responder a cuantos cargos pueden hacerle sobre ella: para lo cual solo aguardará que el congreso lo emplace, luego que restituido al ejercicio de su autoridad constitucional el pre¬ sidente de la república, pueda garantizar al que subscribe la seguridad personal, que toda socie¬ dad bien organizada concede al que reclama justicia.—El vice-presidente tiene la honra de ofrecer al congreso nacional la espresión de su consideración y respeto.—Firmado—Antonio Gutierrez de La-Fuente.—[Se continuará]

[+] No es nueva la idea de estender en casos semejantes, y aun peores protestas en toda forma. Este arbitro está considerado como el última¬ tum de los lances apretados, y como único medio de señorear libre, liso, llano, y eternamente sin el remiendo del maldito EX, que tanto desaire hace a la persona, el título que se adquirió en tiempos de Bonanza. El Ex-Presidente Riva-Aguero, fue entre nosotros el que dió el primer formal modelo de estas ridículas protestas. Por la de ese sr. la Nación ha contraído una deuda que según su calculo aprocsimado sube ya a 300,000 $, y que probablemente subirá a 300 millones, a no ser que por algún arcáno que no preveemos, nos veamos libres de los 36,000 $ annuales con que formalmente nos conminó la enunciada primojéni¬ ta protesta. Por ella se nos ha procurado la rara satisfacción de tener Presidentes de la Repúbli¬ ca Peruana, vagando en busca de aventuras por Flandes, Inglaterra, Francia, [por un triz, en España] y Chile; faltaba solo un vice para que estuviese completa la República flotante: El sr. La-Fuente a quien por una estraña casualidad ha cabido en suerte, seguir las huellas de su compadre, ha querido imitarlo hasta en este úl¬ timo procedimiento, que [según el sentir de sus mismos amigos], es el paso de la más caballerez¬ ca ridículeza que pudo adoptar. La analojía que tiene esta incidencia con la del dichoso primer modelo, ha llamado nuestra atención; y es por esto que nos hemos contraído a ella con espe¬ cialidad, prescindiendo de los demás puntos que abraza tanto esta comunicación como la siguien¬ te, pues nuestro objeto al insertarlas repetimos, no es otro, que dar a los predichos acontecimien¬ tos toda la luz que necesitan para que puedan ser juzgados con acierto.

AVISO—Los ciudadanos que deseen dar publicidad a algunos proyectos de ley, antes de su admisión en las cámaras, podrán remi¬ tirlos rotulados a los editores del Observador en la imprenta del sr. Concha, que se insertarán gratuitamente. [IMP. REP. DE CONCHA.]

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EL OBSERVADOR IMPARCIAL.

Se publicará los mártes, jueves y sába¬ dos de cada semana, exeptuando los que sean festivos: se admiten subscrip¬ ciones en la tienda de Don José Do¬ rado calle de Judios, y en la imprenta

Republicana de D. José María Con¬ cha calle de la Coca, al precio de ocho reales adelantados por cada doce nú¬ meros. En los mismos lugares se ven¬ derán también los números sueltos.

N. 5.o —LIMA JUEVES 21 DE JULIO DE 1831—1 RL.

JENERAL MILLER.

Hemos dejado correr en nuestros núme¬ ros anteriores la difusa carta de este jeneral a S. E. el Presidente de la república, con moti¬ vo de las ocurrencias del 16 de abril, sin ha¬ cer las antijencias que merece lo abultado de su relato, la desfiguración de los hechos que específica, y las enormes injurias e inmerecidas imputaciones con que denigra a los jefes, que favoreciendo la clamorosa voz del pueblo, y ce¬ diendo al voto unánime de los ciudadanos coadyubaron felizmente en aquella jornada ven¬ turosa y memorable; porque la misma entidad de estos pormenores, y la ilustración que acer¬ ca de ellos nos acompaña, ecsijen un ecsámen particular y detenido, para que ni a nuestros compatriotas ni al mundo, quede la menor sos¬ pecha, la más pequeña duda sobre lo justo, ne¬ cesario y saludable que por todas partes se pre¬ senta aquel ruidoso acontecimiento.

El benemérito jeneral prefecto, y los muy distinguidos coroneles Guillen y Echenique, son el blanco principal de las iras del sr. Miller en su precitada carta, cuyo contestó fue concebi¬ do indudablemente en algún acceso de ese ne¬ gro esplín, que con tanta frecuencia domina y atormenta a los de su nación. Todo su afán, todo su empeño, así como el del jeneral LaFuente no estriba en más, sino en que la con¬ moción que echó a este por tierra no fue otra cosa, que una sublevación militar, inicua, in¬ sensata y sin motivo, obrada por seducciones y bajo pretestos falsos y despreciables. Vamos primero, a destruir estos fundamentos jenera¬ les en que ambos se apoyan, para entrar des¬ pués a hacer lo mismo con los detalles que pre¬ senta en su relación el sr. Miller.

No estará demás, antes de descender al fondo del negocio, hacer algunos lijeros recuer¬ dos biográficos relativos al jeneral destronado, a su carrera y hazañas militares, para penetrar¬ nos de que siempre, en todo sentido y de cual¬ quiera manera, era demasiado violenta su per¬ manencia en el primer puesto de la república en que como un monstruo de fortuna lo vimos un día estronizado. En efecto: ¿en qué gran¬ des servicios, en qué méritos eminentes funda¬ ría allá en su conciencia el jeneral La-Fuen¬ te su derecho a la investidura de la vice-pre¬ sidencia? Oficial escapado de las filas enemi¬ gas, lo vimos repentinamente a virtud de la sor¬

presa y prisión que logró hacer al ex-presiden¬ te Riva-Aguero, de jeneral de los ejércitos de la patria, en los cuales no había hecho cam¬ paña, prestado sacrificio ni adquirido el menor crédito de valor, de talento, de táctica u otros que recomiendan de continuo a un militar pa¬ ra sus prémio y ascensos. Colocado después en la prefectura de Arequipa por el mismo que le premió su compartamiento con RivaAguero, y sin haber tenido la menor parte en las dos gloriosas batallas que dieron al Perú su independencia, no lo volvimos a ver has¬ ta que en 1829 se presentó en esta capital pa¬ ra deponer al vice-presidente Salazar y Baqui¬ jano, cuyo lugar ocupó después, empleándose en dar a nuestra constitución y a los derechos que ella establece los golpes más despóticos y arbitrarios. La ley de prohibiciones decretada por el congreso, que ya restrinjia, ya amplia¬ ba, como los muchachos acortan y alargan a su antojo y capricho la cuerda del cometa que les sirve de juego y entretenimiento—la seguri¬ dad personal de todos los ciudadanos amena¬ zada con el ejemplar del jóven Ayala—la ho¬ norable representación departamental auyenta¬ da de su mismo alcázar a viva fuerza, y arro¬ jados de la capital algunos de sus miembros; son acontecimientos que marcan la época de la administración del jeneral La-Fuente, dema¬ siado escandalosos para que en todo evento, en todas circunstancias, no salven y cubran el ho¬ nor y la reputación de los jefes que intervi¬ nieron en su caída, aun cuando la hubiesen efectuado de su propio motivo, y no a virtud del grito público, levantado ya con desespera¬ ción y de un modo imponente. ¿Bajo qué as¬ pecto pues, podrá mirarse como inicua, insen¬ sata y sin motivo una sublevación dirijida a qui¬ tar de en medio, obstáculo tan cruel a la feli¬ cidad del país, al reposo de los ciudadanos, y y al cumplimiento de la constitución y de las leyes? ¿ni como podrán cuadrarles los odiosos epitectos de conspiradores y malvados a los je¬ fes patriotas, que protejieron la intención del pueblo, cumpliendo al mismo tiempo con las sa¬ grados deberes que juraron llenar y cumplir, el uno como la primera autoridad del departa¬ mento, el otro como militar distinguido y en¬ cargado del mando de una parte considerable de la fuerza armada, y ambos en fin, como buenos ciudadanos?

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