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lo que da al mundo ese fatal prurito que nos
domina, de acriminar gratuitamente sin razo¬
nes, sin fundamentos a las autoridades constitui¬
das, lejos de concurrir como debiéramos a soste¬
ner su respeto y su buen nombre mientras no
lo desmerezcan con justicia.

Hemos tenido a la mano los documentos
fehacientes en la materia, y de ellos resulta ha¬
berse dirijido S. E. a la cámara de diputados
por medio de las comunicaciones respectivas, a
que acompañó el parte que había recibido del
segundo jeneral del ejército don Blas Cerdeña,
en que le manifestaba el riesgo en que se ha¬
llaba la república el 4 de dicho mes de junio, con
motivo de la reunión de las fuerzas de Bolivia
en las posiciones inmediatas a nuestras fronteras;
en cuya atención y demás consideraciones que
sometía a la intelijencia de la asamblea, pedía
S. E. que esta declarase: 1.o caso que se ma¬
logre, como es probable la mediación solicitada
por el gobierno de Bolivia, ofrecida por el de
Chile, y aceptada por el del Perú, cual sería la
línea de conducta que debería observar con el
gobierno de Bolivia; y 2.o si en el intervalo que
debería correr para establecerse la mediación
se agotan los escasos recursos que tenemos para
el sosten del ejército, cuales serían los arbitrios
con que debería reponerlos inmediatamente S. E.

A estos precisos términos está reducida to¬
da su solicitud, la cual fue remitida a las comi¬
siones respectivas para que abriesen dictámen
sobre los árduos puntos que contenía; y lo veri¬
ficaron en efecto, presentando a la aprobación
de la cámara un proyecto de ley cuyo art. 4.o
estaba concebido así.—,,Si en el término de 40
días contados desde que nuestro plenipotencia¬
rio se presente a aquel gobierno, no entabla las
negociaciones, concluye un avenimiento, o se
niega el gobierno de Bolivia a las solicitudes del
Perú, queda el ejecutivo autorizado para decla¬
rar al guerra a nombre de la nación."

Es visto, pues, que la iniciativa de decla¬
ración de guerra no partió en manera alguna
del jeneral presidente, sino de la comisión re¬
dactora del anterior artículo; sin embargo, hu¬
bo en su discusión un estravío tan enorme de
conceptos, y se vertieron frases y espresiones
tan fuera del caso y de la cuestión, que no es de
estrañar que aquellos que no han estado al ca¬
bo de los antecedentes, hayan recibido impre¬
siones bien ajenas del verdadero espíritu de to¬
do este negocio. Para mayor esclarecimiento
y en comprobación de cuanto llevamos espues¬
to, vamos por ahora a encargarnos de ecsami¬
nar los dictámenes de algunos SS. diputados; y
siendo el del sr. Igoain el más señalado y rui¬
doso, será el primero que ocupe nuestra atención.

VOTO DEL SEÑOR IGOAIN.

Circunstancias que no es del caso referir
han dado una especie de celebridad al voto de
aquel señor diputado, y se ha impreso y reim¬
preso, no obstante las abultadas contradicio¬
nes—falsos supuestos—frecuentes extravios del
punto primordial, y maliciosas e infundadas
acriminaciones de que abunda su discurso. Este
incidente nos ha esimulado a examinarlo con
particular detención, por ver si hallamos algo

de sólido en sus fundamentos o de bello en su
estructura, para que haya merecido con justicia
el aplauso de las personas de criterio y buen
sentido.

Muy desde luego salta a los ojos de cual¬
quiera que no esté soterrado, y que conserve
algún contacto con la sociedad, la falsa supo¬
sición con que se introduce en su razonamien¬
to, tanto más monstruosa y chocante cuanto
se produjó en una asamblea en que se cuentan
hombres de grandes talentos y relaciones po¬
líticas, y ante un numeroso pueblo tan ilustra¬
do como advertido y circunspecto. ¿De qué per¬
sonas, de qué papeles o documentos ha adquirido
el sr. Igoain, la estraordinaria y nunca bien aplau¬
dida noticia de la paz que el mundo todo pro¬
clama, y de que se vale para ecsajerar lo triste
de las circunstancias que nos obligan a exami¬
nar si deberán nuestros labios pronunciar la pa¬
labra espantosa de guerra? Si atendemos a los
periódicos ya nacionales, ya estranjeros de que
está inundada la capital, y a la multitud de
correspondencias recibidas del exterior, todos
y todas están contestes en la voraz conflagración
que abraza al mundo todo. La Europa, sufriendo
después de la reciente revolución francesa las más
sangrientas conmociones—el Asia y Africa todavía
resentidas de las calamidades consiguientes a las
últimas invasiones que esperimentaron—la Amé¬
rica presentando en la mayor parte de sus nue¬
vas repúblicas el cuadro más horroroso de san¬
gre, muerte y exterminio; he aquí la dichosa
época en que testifican se halla el mundo, do¬
cumentos, por nuestra desgracia bien auténti¬
cos e irrecusables. Estos datos de que no puede
estar ajena la intelijencia de un hombre pú¬
blico, no debe ignorarlos el señor diputado de
Castrovireyna, por cuanto ya hace tiempo que
dejó ese lejano rincón y reside en la capital
de la república que es el centro de las noti¬
cias y novedades políticas. Es por lo tanto
malicioso y ridículo el aparato con que se in¬
troduce en su discurso, para entrar después a
depositar en el seno de sus honorables compa¬
ñeros los cuidados que lo ajitaban, y de que
nos vamos a ocupar nosotros.

El primero de estos cuidados nace, de que
comparada nuestra situación actual con la que
tenía el Perú cuando emprendió la campaña
de Colombia, es de temer, que la de Bolivia
que ahora se pretende, tenga los mismos fu¬
nestos resultados. En el primer caso (dice) la
necesidad de defender nuestra independencia y
libertad, hizo inevitable la guerra; pero ahora
¿cuáles son los motivos de la que se solicita?
El señor diputado confiesa, no los sabe y
le consta también los ignoran sus honorables
compañeros. Después pregunta: ¿si estos motivos
son nacionales o puramente personales? cerran¬
do el punto con una reticencia cuyo espíritu
no nos atrevemos a calificar, según su mérito,
por respeto a la augusta corporación a que
pertenece el señor opinante.

¿Cuáles son los motivos de la guerra que
se solicita? dice el señor Iguain: y en verdad
que la pregunta ni merece contestación ni ha¬
llamos alguna que poderle dar, por cuanto rue¬
da sobre un supuesto monstruosamente falso.
¿Hay quién solicite la guerra? esto es lo que

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