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El sr. Miller como jeneral de los ejércitos
del Perú, no puede ignorar el juramento que
hacen sus individuos al frente de las banderas
y los precisos términos en que están concebi¬
das sus cláusulas. Recuérdelas, si acaso las ha
olvidado, y verá en ellas trazada como obli¬
gatoria, la conducta que nuestros jefes han ob¬
servado el 16 de abril, tanto más honorable y
gloriosa para ellos, cuanto ningún rico botin—
ningún grado—ninguna elevación a un puesto
superior—ningún resultado favorable a sus per¬
sonas e intereses, aun de aquellos que sin des¬
doro suelen adquirirse en semejantes casos, y
tuvieron siempre por écsito las empresas del je¬
neral La-Fuente; se les ha visto ni notado has¬
ta ahora. Un noble desprendimiento, un de¬
sinterés inimitable es cuanto se ha ostentado
por parte de los jefes que el sr. Miller tiene el
arrojo de calumniar llamándolos traidores y mal¬
vados. La traición, la perversidad y las seduc¬
ciones jamás se emplean en el bien jeneral; su
ejercicio tiene siempre por objeto el interés
privado y una perniciosa trascendencia a la uti¬
lidad común. No habiendo pues, aparecido la
menor sombra de ambición u otra mira inte¬
resada en la espulsión del jeneral La-Fuente,
antes bien han sido demasiado ostensibles los
beneficios que de ella han resultado, es una
injuria atroz, un insulto grosero el que el sr.
Miller les infiere a los jefes que la patrocina¬
ron. Pasemos ya a los pormenores de que se
hace cargo dicho jeneral en su prenotada co¬
municación.

Es un aserto atrevido y monstruoso el que
asienta el señor Miller, suponiendo que la com¬
pañia de Zepita que se dirijió a casa del vice-pre¬
sidente tuvo por objeto asesinarlo, cuando no
tuvo siquiera el de tomarlo preso, como a su vez
lo veremos comprobado en el parte remitido
por el jeneral prefecto al presidente del congreso,
que no deja duda alguna sobre las verdade¬
ras intenciones con que fueron espedidas sus
órdenes aquella noche. Por lo tanto no nos de¬
tendremos en ello, ni en la chocante afecta¬
ción con que el sr. Miller quiere aparentar
ignoraba las infracciones de constitución per¬
petradas por La-Fuente, diciendo no tenía más
fundamentos que el dicho del jeneral prefecto.
Dejaremos también otra porción de menudos
incidentes todos desfigurados, de que se ocupa
en su carta, y vengamos a su arribo a la for¬
taleza de la independencia y posteriores suce¬
sos, en cuyo relato parece puso menos reparo
y circunspección con el deseo de cubrir el tor¬
pe e ilegal comportamiento con que se con¬
dujó.

Luego que se percibió en el Callao la no¬
vedad ocurrida en Lima con el jeneral La-
Fuente, reunió el benemérito sr. coronel Eche¬
nique comandante de las fortalezas a los jefes
y oficiales de la guarnición, con el objeto de
esplorar sus ánimos y pedirles consejo relativa¬
mente a lo estraordinario de las circunstancias.
El voto unánime de cuantos compusieron la
junta fue por su adhesión al cambiamento, ma¬
nifestado se sujetarían respetuosamente a las
autoridades constitucionales. Aparecese en esto
el descarreado jeneral Miller, pretendiendo in¬
troducirse con unos cuantos soldados que le

acompañaban, en la fortaleza, lo cual según
lo ya determinado no le permitió su coman¬
dante, insinuándole sí, que podía retirarse al cas¬
tillo del Sol, donde con más reposo y mejor
acuerdo tendría lugar de arreglar su conducta,
y resolverse por lo más conveniente y acer¬
tado. Así lo verificó; pero muy lejos de aprove¬
char la prudente indicación que se le había he¬
cho, y llevando siempre adelante su atolondrado
exaltamiento, pone abanzadas al gran castillo—
ecsije que este vaya a tomar sus víveres al
fuerte desmantelado que le servía a el de asilo—
aparenta ponerle un sitio formal—trata de su¬
blevarle la tropa, y se empeña en alborotar la
población y sus contornos de una manera dema¬
siado peligrosa y alarmante. Entónces el sr. Eche¬
nique tratando más sériamente de tomar medidas
de órden y seguridad, obligó a que el jeneral
Miller tubiese con el otra entrevista en la cual
ofreciendo a sus ojos lo injusto, lo imprudente,
lo desesperado de su empresa—lo ruinoso de sus
consecuencias—su inutilidad—la guerra civil que
encendería—el destrozo de las fortunas de mu¬
chos ciudadanos que deberían ser víctimas de
ella &c. &c. pudo al fin vencer la obstinación
del ingles jeneral, y libertad al país de los horro¬
res en que este lo hubiera sin duda embuelto,
y a que propendió, como hemos visto, de un
modo estremadamente eficaz. Así es que, la con¬
sideración de los motivos que indujeron al jene¬
ral Miller a desistir de su funesto empeño y de
que se hace un mérito en su comunicación; a
quien verdaderamentese le debe es al sr. Eche¬
nique y no a el, que si hubiese tenido a mano
los elementos precisos, nos habría sumido en un
abismo de calamidades y desastres que no es
fácil concebir.

Por esta sencilla cuanto verídica relación
de lo ocurrido en el Callao podrán nuestros lecto¬
res venir en conocimiento de cuan injustamente
maltrata el sr. Miller al recomendable coronel
Echenique injuriandolo con las notas de traidor,
desleal y otras que torpemente la aplica. Bien
es que si atendemos al modo de espresarse adop¬
tado por aquel jeneral respecto a todos los jefes,
que en toda clase de armas componían la guar¬
nición de Lima y el Callao, no es de estrañar
se vierta en terminos siguientes. Amotinados lla¬
ma al coronel Guerrero y a los artilleros de
su mando—Amotinada a la compañia de policía,
al comandante, oficiales y tropa del castillo de la
independencia los titula revolucionarios—suble¬
vadas a las tropas del jeneral Benavides—traidor
al coronel y batallón de Zepita—conspirador, al
que ejerse la primera autoridad en el departa¬
mento, y por este tan llano y gracioso órden, de
cuantos jefes, oficiales y autoridades ecsistían a
la sazón en Lima y sus contornos, se va dejando
a si mismo el sr. Miller como el único que llenó
sus deberes, y sostuvó su honra y su reputación.
¿Habrá intento más estravagante y romancesco?

Lo espuesto nos parece bastante para
evitar cualquier sorpresa que en un animo
desprevenido pudiera ocasionar la lectura de
la nota del jeneral Miller que dejamos inserta.
Ahora es tiempo de apurar las otras comunica¬
ciones que hemos ofrecido, y son las que han de
hacer formar un juicio cabal y recto de este inte¬
resante suceso.

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