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Digitizing Peru's Print Revolution at Jul 22, 2022 08:06 PM

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EL MOSQUITO
N. 4.

UNA larga esperiencia nos ensena que al constituirse una republica, indis¬
pensablemente tiene que pasar por la dolorosa escena de una guerra civil. Solo la
multitud de contrastes la llega à conducir por la verdadera senda de ia prosperi¬
dad. En este intervalo sus hijos son los primeros que la destruyen, porque guiados
por una ambición de mandar, no hacen otra cosa que precipitarla . El Perú que
hace nueve años que vió sucumbir la tirania española, se halla amenazada por to¬
das sus partes: ¿á que esa gran fermentación de partidos en los pueblos que lo com¬
ponen? ; à que ese gran temor de no poder elegir libremente los dos majistrados que
la ley señala? ¿á que esa desinfamación de los candidatos que están sindicados por
los pueblos à ser unos fieles cumplidores de la ley ? O esto acredita que están suje¬
tos á una mano secreta, ò que los pueblos se decidan à tomar el arbitrio de dele¬
gar sus facultades, permitiéndoles se eternicen en el mando. ¡Feliz la provincia de
Andahuailas, que á la par de otras, ha podido obrar con libertad, y no ha sido
dirijida por una facciosa idea!!!.....

Si los hombres se constituyesen verdaderamente republicanos, y se despojasen
de aquella timidez ó letargo en que se hallan, no habria poder que se atreviese à
profanar sus leyes, ni á prolongar el termino de su mando, como hicieron los de¬
senviros en Roma con el de un año.

Los atenienses en un tiempo fueron los primeros en la carrera del republi¬
canismo; después los romanos le siguieron hasta que Cesar guiado de su ambición fre¬
netica quiso subyugarla; y en el capitolio Bruto consultó el bien de su patria, y
de este modo se envolvió en su misma sangre: esta república después de haber sido
una de las primeras que rompio sus cadenas, se halla hoy desgraciadamente bajo
el gobierno más despotico colosal. Los venecianos se constituyeron independientes
separandose del imperio romano, aprobecharon las primeras lecciones de la espe¬
riencia, bajo de cuyas bases permanecieron felices mientras marchaban por la ver¬
dadera senda de la virtud; tan luego que se olvidaron de estas maximas se anarqui¬
saron hasta el estremo de ser destruidos, y entonces la Austria se aprobecho de esta
discordia, agregandola á sus dominios.

La libertad de los hombres es natural, la obediencia á sus magistrados es
forzosa: de esto se deduce el principio de reducir á la razón: ambas son opuestas
entre si y de donde nacen las fuertes conspiraciones. Mas el ciudadano por obtener la
gloria y el concepto de su nación debe ser primero, superior á sus pasiones: segun¬
do, tener amor á su pueblo: y tercero, un grande desinteres al mando supremo,
y estas son las armas que le caracterizan á todo ciudadano. El gobierno para
ser querido y merecer un buen concepto aun de las naciones limitrotes: debe
respetar las leyes: amar á sus ciudadanos: protejer la industria: fomentar la hacienda;
hacer progresar las ciencias: y manifestar siempre una dulzura en sus rectas deter¬
minaciones. Solo asi convertiría la adhesión que tiene un ciudadano á sus leyes, asi
á su persona, sería feliz él, y la nación que gobierna.

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EL MOSQUITO
N. 4.

UNA larga esperiencia nos ensena que al constituirse una republica, indis¬
pensablemente tiene que pasar por la dolorosa escena de una guerra civil. Solo la
multitud de contrastes la llega à conducir por la verdadera senda de ia prosperi¬
dad. En este intervalo sus hijos son los primeros que la destruyen, porque guiados
por una ambición de mandar, no hacen otra cosa que precipitarla . El Perú que
hace nueve años que vió sucumbir la tirania española, se halla amenazada por to¬
das sus partes: ¿á que esa gran fermentación de partidos en los pueblos que lo com¬
ponen? ; à que ese gran temor de no poder elegir libremente los dos majistrados que
la ley señala? ¿á que esa desinfamación de los candidatos que están sindicados por
los pueblos à ser unos fieles cumplidores de la ley ? O esto acredita que están suje¬
tos á una mano secreta, ò que los pueblos se decidan à tomar el arbitrio de dele¬
gar sus facultades, permitiéndoles se eternicen en el mando. ¡Feliz la provincia de
Andahuailas, que á la par de otras, ha podido obrar con libertad, y no ha sido
dirijida por una facciosa idea!!!.....

Si los hombres se constituyesen verdaderamente republicanos, y se despojasen
de aquella timidez ó letargo en que se hallan, no habria poder que se atreviese à
profanar sus leyes, ni á prolongar el termino de su mando, como hicieron los de¬
senviros en Roma con el de un año.

Los atenienses en un tiempo fueron los primeros en la carrera del republi¬
canismo; después los romanos le siguieron hasta que Cesar guiado de su ambición fre¬
netica quiso subyugarla; y en el capitolio Bruto consultó el bien de su patria, y
de este modo se envolvió en su misma sangre: esta república después de haber sido
una de las primeras que rompio sus cadenas, se halla hoy desgraciadamente bajo
el gobierno más despotico colosal. Los venecianos se constituyeron independientes
separandose del imperio romano, aprobecharon las primeras lecciones de la espe¬
riencia, bajo de cuyas bases permanecieron felices mientras marchaban por la ver¬
dadera senda de la virtud; tan luego que se olvidaron de estas maximas se anarqui¬
saron hasta el estremo de ser destruidos, y entonces la Austria se aprobecho de esta
discordia, agregandola á sus dominios.

La libertad de los hombres es natural, la obediencia á sus magistrados es
forzosa: de esto se deduce el principio de reducir á la razón: ambas son opuestas
entre si y de donde nacen las fuertes conspiraciones. Mas el ciudadano por obtener la
gloria y el concepto de su nación debe ser primero, superior á sus pasiones: segun¬
do, tener amor á su pueblo: y tercero, un grande desinteres al mando supremo,
y estas son las armas que le caracterizan á todo ciudadano. El gobierno para
ser querido y merecer un buen concepto aun de las naciones limitrotes: debe
respetar las leyes: amar á sus ciudadanos: protejer la industria: fomentar la hacienda;
hacer progresar las ciencias: y manifestar siempre una dulzura en sus rectas deter¬
minaciones. Solo asi convertiría la adhesión que tiene un ciudadano á sus leyes, asi
á su persona, sería feliz él, y la nación que gobierna.