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EL COCACHO

Este periodico es eventual: saldrá solo cuando se costee su impresión. Se admiten remitidos que no
pugnen la ley de libertad de imprenta: se insertarán avisos, proyectos noticias &c. que tengan relación con
el bien particular y jeneral de los pueblos, y serán entregados al Administrador de la Imprenta con el ga¬
rantido correspondiente de personas conocidas. No serán publicados los que sean indecorosos, y toquen a la
vida privada de alguno.

NUM. 2. ) CUZCO, VIERNES 25 DE ENERO DE 1833. (MEDIO REAL.

REMITIDOS.

Continuación del Dialogo entre D. Antonio y
D. Felix suspenso en el periódico anterior publica¬
do con este mismo titulo el dia 8 del mes que rije.

D. Felix. Quedó pues pendiente, S. D. An¬
tonio, nuestra ínteresanté conversación sobre las
ocurrencias del Colejio electoral reunido para la
renovación de Municipales el dia 19 de diciem¬
bre. No hemos tenido tiempo para continuarla;
porque mil incidentes han concurrido para pri¬
varnos de tan agradable ocupación. Aquella ma¬
ñana que vine aqui después de haber leído el mal¬
dito papelucho del Cocacho en que habían publi¬
cado nuestra societa, no estaba en el caso de
razonar, por el trastorno que habia sufrido la
dijestion de mí líjero almuerzo, que fué preciso
hacer uso del pequeño corroborante tan oportu¬
no que me brindó U. ; con lo que tube à bien
retirarme y recojerme al reposo. ¿Y no ha al-
cansado U quien puede ser el que trasmitió con
tanta lijereza nuestras palabras para que las pu¬
blicasen con tantos adornos?

D. Antonio. Como no hé de alcanzar? har¬
to ciego es el que no ve por tela de cedazo.
Demasiado lo conoce U., y no sé como al gol¬
pe no lo ha apuntado con el dedo.

D. Felix. Vamos: dígalo U. de una vez que
estoy con grandes ancias de conocerlo.

D. Antonio. Por ejercitar mi imaginación ha¬
ce U. que no dá con él, cuando mil veces ha
ecsecrado su concurrencia entre nosotros.

D. Felix. Oh si: ya caigo en este diablo de
trompeta que quisá la del Juicio no será tan pun¬
jente; pero ¿para que lo permite U. cuando ha
tocado mil desengaños?

D. Antonio. En cualquiera otra persona ha¬
ría mas impresión la mas lijera de mis insinua¬
ciones sobre esto, pero en él ni las de Cobos.
Ya vé U. que por oir sus sandeces unos, y otros
por alagar sus oidos con los horribles tiros que
se dan á todo el mundo, sin respetar opinión,
honra, ni caracter, se reúnen y me perjudican
demasiado, porque mi tienda se ocupa con estos
espectadores, y ya no hay persona que quiera
entrar á consumir los articulos de que se com¬
pone mi jiro. Este buen hombre llega siempre
à ganar el asiento, como los muchachos escola¬
res la palmeta. Se pone como en tribuna y dá
principio à su gaceta con el exordio de costum¬
bre, que ya lo sé do memoria, y se lo repetiré
á U. ni más ni menos como sale de su boca—
Después de tomar la mano à las personas que
llegan, llevarla al pecho con las más fervorosas
espresiones de amistad, comienza su discurso es¬
tendiendo el cuadro de sus servicios, y de la in¬
justa postergación de ellos. Sobre lo primero
dice, que los lia practicado desde tiempos muy
reculados. Hace análisis de las grandes batallas
à que ha asistido. No ha faltado en Europa à
las más celebres que se describen, y asi es que
se le ve trazar con los dedos sobre una mesa
los tremendos rasgos del movimiento de dos ejer¬
citos dispuestos para atacarse: la violencia de su
encuentro: el chillido de las armas: el relincho
de los caballos: los clamores de los combatien¬
tes unidos al rayo de la artillería y fusileria: el
espantoso conjunto de humo, polvo y fuego: el
horroroso espectáculo de los muertos, agonisan¬
tes, cuerpos y miembros palpitantes, y en fin, el
encarnisamiento de los vencedores, rabia y des¬
esperación de los vencidos. En seguida de este
preludio, entra en el análisis de sus proesas perso¬
nales: cuenta sus servicios bajó las ordenes del Je¬
neral Soult en Galicia, en los combates de Monte¬
Rey, toma de Chaves, batalla de Carvalho, de
Guímaraens, de Oparto, de Amaranta, de Medi¬
llen, de Ciudad Real. En España bajo las or¬
denes del Gran Duque de Berg Murat, en las ba¬
tallas de Bailen, de Medina, del Rio-seco, pri¬
mero y segundo sitio de Zaragoza: en las de Bur¬
gos, Espinosa y Tudela: en Coruña, Almaras,
Veles, Talavera, Almonacid, Ocaña, Ciudad Ro¬
drigo &c. En el alto Perú bajo las ordenes del
Conde de Guaqui, Ramírez, Pezuela y la Serna:
en las acciones de Guaqui, Cochabamba, Tucu¬
man, Salta, Vilcapucyo, Macha, Wiloma &c. En
el bajo à las ordenes de los Jenerales San Mar¬
tin, Arenales y demás: en las batallas de Tora¬
ta, Moquegua, Zepita, Azapa, Junín, Ayacucho,
sitios del Callao, Bolivia, Pórtete, y la ultima del
Cuzco en agosto de 830 à las ordenes del Co¬
ronel Escobedo...

D. Felix, ¿Hasta cuando me relata U. cam¬
pañas, que según veo, no quedarán ni las del Pa¬
rayso de Milton, ni las de los antiguos y moder¬
nos Griegos?

D. Antonio. Yo ofrecí contarle del modo
que habia podido retener mi memoria; más si U.
no las quiere oir integras, pasaré à otros puntos
de su discurso, sin que deje de agregar una de
sus campañas mas celebradas, que es la de ha¬
ber dado de latigos à una Señorita en Lima por

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