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cipio de una mejora progresiva é indefinida,
mientras que el sistema antiguo, inflecsible en
la cantidad y en la especie de los productos,
no es suceptible de ninguna mejora, y conde-
na los pueblos á una mediocridad estaciona-
ria, sin proporcionarles recursos para casos im-
previstos y desastres accidentales.

En lugar del pan, único alimento de los
pueblos atrasados, que ecsige un metodo de
cultivo cuyos productos variables, segun los
años, no escede jamás cierto límite, el sistema
moderno produce con igualdad alimentos varia-
dos, mas agradables, mas sustanciosos, y mas
abundantes. Hay hombres ilustrados que se es-
pantan al ver este aumento de productos agrí-
colas, porque no creen que el consumo pueda
aumentar con la misma rapidez: pero cuando
las mejoras introducidas en todas las artes pro-
ducen una baja jeneral en los precios, ¿no ha
de ser lo mismo en los frutos de la tierra ?
En cuanto á aquellos economistas que miran
como daños á la prosperidad pública el au-
mento de los productos, seguramente abando-
narán esta opinion cuando observen que el
sistema de que vamos hablando provoca un
aumento de poblacion, y que por medio de las
materias primeras que ofrece á diversos ramos
de industria, suministra ganancia y trabajo á
una poblacion nueva, y le hace consumir los
frutos que con mayor abundancia saca de la
tierra.

Para conseguir estos resultados no bastan
ensayos aislados y mezquinos; es necesario que
los gobiernos, los cuerpos cientificos, los hom-
bres que influyen en la opinion, los escritores
públicos, y los grandes capitalistas, trabajen
de consuno en propagar una innovacion que
basta por sí sola á cambiar en pocos años el
aspecto de un pais, llenando de habitantes ac-
tivos y dichosos los terrenos que antes solo daban
inútiles matorrales. Es necesario sacar de la
tierra todo el partido posible: he aqui la mác-
sima que debemos inculcar, y repetir, y con-
firmar con ilustres ejemplos, hasta que se pe-
netren de ella los propietarios y los labradores.
Dejémos á los pueblos que se placen en su
nulidad, en su desidia, y en su esclavitud el
barbaro prurito de encerrarse en el estrecho
círculo que le han trazado las rutinas y las
tradiciones. Hagamos ver á los que desean fo-
mentarse, cuan importante es alternar los cul-
tivos, y no descansar la tierra, para que ésta
vierta á raudales no solo la subsistencia sino
las materias primeras de toda clase de indus-
tria: demostremos la poderosa é irresistible
atraccion que ejercen entre sí los productos y
los consumos, la circulacion de riquezas que
de este modo se establece, la actividad que se
promueve, los fenómenos de prosperidad y de
abundancia que se notan en los paises, en que
se ha establecido tan saludable revolucion.
[Copiado.]

EL CONCILIADOR.

Por la fragata francesa Thibe, que

fondeó ayer en el puerto del Callao pro-
cedente del de Valparaiso, nos hemos
informado de los ultimos desagrada-
bles acontecimientos ocurridos en esa
republica.

El 13 de julio ultimo, se procedió á
prender indistintamente por las calles de
Santiago, á cuantos grupos se encontra-
ron que excedian del número de cinco
personas, por cuyo medio se tomaron
trescientos individuos, de los cuales cin-
cuenta permanecian aun en las carceles
de la capital.

Los principales presos son D. José
Antonio Cotapos exministro de estado,
D. Agustin Larrain, el coronel Cas-
tillo comandante del batallon Chaca-
buco, y el coronel Godoy. El primero
de estos dos coroneles logró escapar,
y el segundo quedó herido gravemen-
te en la cabeza, resistiendo á las auto-
ridades.

La nueva constitucion jurada el 25
de mayo, y la ley sobre el comercio
con Espeña parece, que han sido el
pretesto de la revolucion. El gobier-
no alega para justificar sus proce-
dimientos, que 25 mil hombres con
armas suficientes se hallaban prontos
para hacer un cambiamento, lo cual
dicen ser falso los del partido de la
oposicion.

No podemos menos que deplorar tan
tristes sucesos, y las funestas consecuen-
cias que en los estados americanos
ocasiona esta serie de revoluciones apo-
yadas en una fuente inagotable de pretes-
tos por parte de sus autores, y todos sin
la menor apariencia de razon ni de justi-
cia. Aqui dicen, que se conspira en de-
fensa de la constitucion; allá se levantan
contra esta: aqui pretenden que se de-
sea derrocar una administracion falta
de liberalismo é incapaz de hacer pros-
perar la causa publica; alla se arman
contra el gobierno por una providencia
liberal y filosofica, y que debe acarrear
al pais bienes de gran tamaño. Tan in-
justos creemos unos motivos como
otros; y al travéz de ellos, lo unico
que desgraciadamente se percibe és--
el espiritu de revolucion, de inquietud,
y de trastornos de que no podremos
vernos libres todavia, sea cual fuese la
naturaleza de nuestras constituciones,
y la conducta de nuestros gobernantes.

IMPRENTA DEL ESTADO POR J. M. DEL CASTILO.

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