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labra y de la buena fe con que os hablo, por
que me habéis conocido siempre leal en el cum¬
plimiento de mis deberes y de mis compromi¬
sos. Educado entre vosotros y consagrado lar¬
go tiempo al servicio del Perú, os he dado
muchas pruebas de la más sincera afección,
que no ha disminuido jamás, y que nuevos vín¬
culos de familia la han aumentado. Esperad¬
me pues tranquilos y llenos de confianza.

No fuera estraño que creyendo apartar¬
me de vuestra estimación me llamarán extran¬
jero algunos interesados en la continuación de
los desórdenes de que sacan su provecho; los
que sin más título que el de haber nacido en
el Perú solo viven para vuestra desgracia y en
mengua del nombre Peruano. A estos pudie¬
rais decirles que no puede ser extranjero él que
contribuyó a vuestra libertad, él que os pro¬
porcionó los mejores días que habéis tenido de re¬
poso; él que os mereció multiplicados testimo¬
nios de honor y de confianza a que correspon¬
dió dignamente; y él que siempre os sirvió con
una fidelidad intachable.

Amigos: contad con que el Ejército uni¬
do será el mejor apoyo de vuestros derechos,
de vuestras personas y propiedades. Todo el
que nos espere tranquilo, cualesquiera que ha¬
yan sido sus opiniones anteriores, quedará ba¬
jo la protección de los Estandartes de la union,
y solo debe temer sus armas él que se atre¬
ba a contrariar el santo y útil objeto de su
misión conciliadora.

Cuartel jeneral en Lampa a 1.o de
Agosto de 1835.

Adres Santa-Cruz.

El Gran Mariscal Presidente y Jefe
superior, a las tropas del Ejército uni¬
do.

Soldados: vais a penetrar en el territo¬
rio del hermoso Departamento del Cuzco, y a
visitar la Ciudad sagrada de los hijos del Sol.
Grandes monumentos exitarán allí vuestra ad¬
miración y os conmoverán de un entusiasmo
americano, llevando vuestros recuerdos más allá
de trescientos años.

Sus habitantes son nuestros hermanos y
amigos: debéis tratarlos con bondad y con es¬
timación. Empezareis a ejercer con ellos vues¬
tra augusta misión, dándoles paz, protección y
seguridad contra los perturbadores de su repo¬
so y los violadores de las Leyes.

Algunos días de privaciones y de fa¬
tigas, y algunas marchas forzadas pueden ser
necesarias. Las haremos con resignación y
constancia. Si encontrásemos con entusiasmo; y
si temerarios enemigos de la causa y del re¬
poso de los Pueblos osaren presentársenos, los
combatiremos y venceremos; porque todos los
elementos están en nuestro favor, y porque
no puede dejar de vencer un Ejército lleno de
honor, de moral, y de disciplina.

Soldados: mui grandes intereses depen¬

den de vuestra conducta en esta jornada. Es¬
tán en espectación de ella todas las Naciones
de Sud—América, especialmente vuestras fa¬
milias y vuestros amigos, que desean vuestro
regreso, después de haber asegurado el repo¬
so de dos Pueblos, que fiaron sus destinos a
vuestras armas.

Peruanos: vuestra gloria será inmensa
habiendo sido el fundamento sobre que se res¬
tablezca el orden de vuestra patria y siempre
se recordará vuestra lealtad, como la esperan¬
za de vida en el naufrajio.

Bolivianos: muy pronto seréis el obje¬
to de los elojios y de las bendiciones de los
Pueblos: muy pronto regresaremos a abrazar
a nuestras queridas familias, habiendo mereci¬
do el honroso título de pacificadores del Perú.

Cuartel Jeneral en Santa Rosa a 6 de
Agosto de 1835.—

Andres Santa-Cruz.

Imprenta del Ejército administrada por Ramon
Morél.

El Iris.

Además de los cuerpos de tropas boli¬
vianas que ocupan ya el territorio del Perú,
y que probablemente han entrado a la hora es¬
ta en el Cuzco, a las órdenes de S. E. el Pre¬
sidente, continuan marchando, con la misma di¬
rección, otros no menos bien disciplinados, y
no menos apercibidos a todos los sucesos que
pueda dar de sí la gran empresa del día. Es¬
te aumento de fuerza puede parecer inútil a
los que solo calculan las probabilidades del
éxito, y bajo este punto de vista, no hai du¬
da que con un número de tropas mui inferior
al que se ha puesto en movimiento, habría lo
suficiente para asegurar el honor de nuestras
armas, y la consumación de los planes de nues¬
tro Gobierno. Pero hai consideraciones de un
caracter más levado, que justifican, o, por me¬
jor decir, que exijen esa superabundancia de
medios, a los que más bien daremos el nom¬
bre de protectores que el de hostiles. El ter¬
ritorio en que debe ejercerse nuestra mediación,
es vastísimo; hai en él ciudades importantes,
una población numerosa, intereses que se cru¬
zan, pasiones que fermentan, restos todavía hu¬
meantes de los partidos que por tan largo tiem¬
po han luchado, y que quizás, volverían con
nuevo encarnizamiento a la lucha, si no los
comprimiese el aspecto de una fuerza irresis¬
tible. En nuestro sentir, el caracter de me¬
diador y la esencia misma de la mediación exi¬
jen, como primer elemento, la fuerza; una fuer¬
za que baste a suplir lo que no pueda hacer
la convicción; una fuerza que imponga como
deber, el bien que el orgullo y la impruden¬
cia reusen. Bolivia, tantas veces implorada
para encadenar pasiones maléficas, y combinar
intereses encontrados, no ha debido prestarse
a tan repetidos votos, sino es con la persua¬
ción íntima de que nadie osará impunemente
frustrar sus miras conciliadoras.

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