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1e. Mas, el mismo tiempo que se daba el
nombre de opinion al entusiasmo de la Fran-
cia por la gloria, se llamaba también opinion
el sistema de ideas republicanas que nunca pare-
ció haber renunciado a sus pretendidos derechos.
¿Y qué otro nombre se daba también á la con-
ciencia de la conveniencia pública que profe-
saban los lejitimistas y los constitucionalistas?
La opinion colocaba á Napoleon sobre el tro-
no; y la opinion obligó á este mismo Napo-
leon, que nunca dejó de ser lo que era, à des-
ocuparlo. Los Borbones vuelven á su antigua mo-
rada, y la opinion les pone otra vez el cetro en las
manos; mientras la opinion indignada señala la
obra de la fuerza en lo que á los ojos de la opi-
nion tiene la apariencia del derecho. En
fin, la opinion pone un nuevo término al rei-
nado de los Borbones, y eleva á Luis Felipe;
este Luis Felipe, para quien nunca la opinion
ha cesado de fabricar máquinas infernales, y
con quien, quizá, acabará, por último, à pesar
de ella misma.
A ninguno de nuestros lectores puede ocul-
tarsele que cada una de las opiniones de que
hemos hecho mencion, ha condenado siempre
severamente el principio que ha dirijido á las
otras. El nuevo gobierno ha tildado siempre
de ilegal a l que lo ha precedido:
L' un a raison, et l' autre n' a pas tort:
ha dicho un tercero; que ha dejado a un cuar-
to el derecho de decir lo mismo.
De que puede haber procedido tanta in-
certidumbre acerca de la verdadera convenien-
cia pública? De qué tanta diversidad en las
opiniones que mueven sociedades y dirijen
los movimientos de los pueblos en la epoca en
que vivimos?
La razón de tantas contradicciones y des-
aciertos existe en la demasiada jeneralidad de
la antigua opinion y la dificultad de su aplica-
ción a tantos lugares y tiempos diferentes; á
tantas sociedades, las unas viejas y muy á-
delantadas en el camino de la civilizacion, las
otras, nuevas y muy atrasadas á los mu-
chos y tan varios climas y circunstancias en
que se hallan tantos paises y pueblos diferen-
tes, que nunca podrán por lo mismo admitir
las mismas ideas, y las mismas instituciones.
Organizar estos pueblos pertenece á los pocos
hombres que han nacido para observar y pen-
sar, y no á los muchos que solo piensan por
insinuacion ajena, y creen que la filosofia y la
política se hallan ya todas hechas para uso de to¬
dos. El gobierno de la nave pertenece á los pilo¬
tos y no á la tripulación.
¿Que significa, pues, esa conciencia de la
jeneralidad. de los asiociados de que habla el
Correo? Y ¿en qué otra parte se puede decir
que ella existe que en la imajinacion de algu-
nos sofistas, interesados, como dice Berthan, en
especular sobre la opinion, como sobre un fal-
so certificado. [*] Lo que se llama opinion, si
no arrastra à todo un pueblo, no puede ser
que la opinion de una menoría, porque la opi-
nion de la jeneralidad es despótica: no permi-
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[*] De las asambleas lejislativas.
Si se considera, dice el mismo autor, el numero de los
que tienen una opinion como una prueba de su verdad, se
cae en la paradoja de que todos los errores populares an-
tiguos que el tiempo ha destruido, son otras tantas ver-
dades; y que son verdades tambien todos aquellos que seño-
rean paises distantes de los nuestros, donde siendo tan je-
nerales tienen apariencia de la verdad; como p. e., la re-
lijion de Mahoma, ibid.

[Columna derecha]

te contradiccion; es siempre opinion universal;
y si alguien lo niega, que lo digan los Esta-
dos Unidos de Norte América. (§)
En los paises donde aun no se ha forma-
do una verdadera mayoria, la palabra opinion;
en el sentido de aquel modo de pensar con que
se suele hacer frente al poder y se procura
influir directamente en los negocios públicos;
no significa mas que preocupación y error, in-
teres particular, pretesto de revoluciones, de-
seo de embarazar la marcha de los gobiernos;
amor loco al desorden y à la confusion de to-
das las ideas. Los gobiernos deben respetar
las opiniones aun erradas de los que no estor-
ban el orden establecido. Mas, luego que las
opiniones sirven de medio para trastornarlo, los
que las sostienen pierden el derecho à todo res-
peto. La discusión es permitida; el ataque de-
be rechazarse.
¿Qué es pues, en nuestro concepto, la opinion
en politica? Es la opinion que es útil á los pueblos
y merece servir de norte á los gobiernos: el dic-
tamen de los sabios que han estudiado a fon-
do las circunstantancias todas en que se halla
un pueblo, acerca de la coveniencia común. ¿For¬
mará el pequeño número de estos sabios la je-
neralidad de los asociados de que habla el Correo?
El cree que sí.

Medicina Casera
(Continuacion).

Convulsiones causadas por la salida de los dientes

Cuando la salida de los dientes es la causa de
las convulsiones, y el niño tiene la cara muy en-
carnada, los ojos salientes, y está adormecido en
el intervalo de los ataques, es necesario aplicarle
dos sanguijuelas detras de cada oreja, y otras dos
en cada uno de las sienes; se le echarán lavativas
de agua caliente, y también se le meterán los pies
en una vasija con agua caliente, á la que se aña-
dirá un puñado de harina de mostaza, y se le ten¬
drán allí dentro por espacio de un cuarto de hora.

CONVULSIONES CAUSADAS POR EL ENVENENAMIENTO.
Cuando las convulsiones dependen de un en-
venenamiento, es preciso administrar el método
curativo que se halla indicado en el capítulo de
los envenenamientos.
Continuará.

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VARIEDADES.
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POESIA.
La Agricultura de la zona tórrida.

¡Salve, fecunda zona,
Que al sol enamorado ciscunscribes
El vago curso, y cuanto ser se anima
En cada vario clima,
Acariciada de luz, concibes!
Tu tejes al verano su guirnalda
De granadas espigas; tú la uva
Das á la herviente cuba:
No de purpurea fruta ó roja ó gualda
A tus florestas bellas
Fatal matiz alguno; y bebe en ellas
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(§) Toequeville. De la Democracia en la América del
Norte cap. 7.

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