3

OverviewTranscribeVersionsHelp

Facsimile

Transcription

Status: Complete

LITERATURA.

RELIJION DE LO VERDADERO Y LO
BELLO. *

"Añadiendo las riquezas de lo presente a los
tesoros de lo pasado, acercando unos a otros en
perpetuas comparaciones los principales escrito-
res que han ilustrado el mundo, quise valerme
del progreso de las luces, y de la autoridad con-
centrada de tantos admirables injenios para mos-
trar en toda su gloria, y circundada de todos los
atributos que pudiesen asegurarle nuestro respeto,
aquella relijion de lo verdadero y de los bello, que
despues de haber brillado en varias epocas con el
mas hermoso esplendor parece anublarse ahora,
cubrirse de sombras, y abandonar los espiritus al
escepticismo, y a los dos estremos opuestos de
incredulidad o idolatria.

El Asia antigua fue la cuna de esta relijion.
El misterioso Ejipto la revelo a cierto numero de
ministros cautelosos, que echaron un velo entre
ella y los ojos del vulgo. Conocieronla los Grie-
gos, y aun sembrandola de fabulas ridiculas, res-
petaron su caracter y sus leyes: Orfeo, Lino y
Museo recibieron como un don celeste sus prime-
ros destellos. El amor que ella inspiro al buen
Hesiodo, le hizo algunas veces admirable; ella en-
tro en el corazon de Homero, ella cautivo su inje-
nio creador; y quiza es Homero todavia su primer
pontifice, a pesar de los disfraces en que a veces
la envuelve, imponiendo silencio al murmurar de
la razon. Tucidides y Jenofonte le tributaron un
homenaje puro: Esquilo tuvo con ella un comer-
cio desigual y sublime: Sofocles se mostro casi
siempre digno interprete suyo; Euripides nacido
para sentirla y practicarla, incurre demasiadas
veces en profanaciones, porque crece de concien-
cia literaria. Platon se arroba a ella, pero des-
pues de haberse remontado hasta el cielo, la deja,
y siguiendo a su imajinacion, se pierde en la re-
jion de las nubes. Aristoteles, mas sosegado y se-
vero, ofrecio a la ciencia de lo verdadero y lo be-
llo, el culto de toda su vida; y su razon perspicaz,
que jamas padecio eclipse, dicta todavia lecciones
a todos los pueblos. Un instinto sublime, la voca-
cion del talento, hizo a esta relijion las delicias de
Demostenes, y el asunto de sus meditaciones per-
petuas. Ciceron destinado a servirla de ministro
y de interprete, la arraigo en su pecho por el es-
tudio de la filosofia, y dio a la elocuencia atracti-
vos irresistibles; ¡dichoso, si escribiendo tan bellas
lecciones a las edades, hubiera sabido refrenar su
propension al lujo de las palabras! Lucrecio tu-
vo el poder y la pasion de lo verdadero y lo bello;
mas para darles un culto digno, le falto una len-
gua mas perfeccionada, y principalmente un gus-
to mas puro. Terencio fue fiel discipulo de lo
verdadero y lo bello, pero si tuvo mas conciencia
y mas saber que Plauto, no tuvo igual fuerza de
imajinacion. Cuando Virjilio mira a la naturale-
za cara a cara; cuando saca de sus propios estu-
dios, o de los movimientos de su alma, el conoci-
miento de las pasiones, entonces es el Rafael de
las poesia, el pintor mas fiel de lo verdadero y lo
bello. Dad esta relijion a Ovidio, y le hareis uno
de los primeros poetas del mundo: el conoce sus
defectos como Euripides; pero los ama; no tiene
--------------------------------------------------------------------
* Estudios sobre Virjilio, por P. F. TissoT
Paris 1825.

valor para correjirse de ellos. Esta relijion pide
gusto y luces que faltaban a Lucano y a Juvenal,
que delinquieron contra ella sin conocerlo. El
Dante, Shakespeare y Milton, despues de haberle
ofrecido el incienso del injenio, la ofenden con im-
piedad, insultando a la sana razon; pero su siglo
fue mas culpable que ellos . . . . Bufon, que es el
Aristoteles, el Plinio y el Platon de los modernos,
tuvo profundamente grabada en el alma la reli-
jion de lo verdadero y lo bello: ¿por que, apasiona-
do a la magnificencia, no tomo de la naturaleza,
su modelo, aquellas felices neglijencias, tan llenas
de gracia? Bufon parece un rey que jamas olvi-
da su dignidad; es el Luis XIV de los escritores;
sus defectos nacen de su caracter, y sin duda pen-
saba en si mismo cuando dijo: El estilo es todo
el hombre. Un fecundo injenio, una razon supe-
rior, pero dominada por una imajinacion mas
fuerte que ella, una elocuencia de primer orden, no
libraron siempre a Rousseau de la hinchazon,
la declamacion y el sofisma. Adivino la noble
simplicidad de los antiguos; en otras cosas era de
desear que hubiera seguido su ejemplo. Emulo
de Richardson, esta bien lejos de igualarle en la
fidelidad de la imitacion del lenguaje mujeril; pe-
ro el amor de lo verdadero y lo bello ardia sin ce-
sar en su alma, escitado por la llama del entusias-
mo y la condicia inmensa de gloria. Si su alma hu-
biese sido nutrida como la de Fenelon, su concien-
cia literaria hubiera mostrado todo el valor que
exijen los sacrificios que el escritor debe impo-
nerse a si mismo. La naturaleza dio a Voltaire
la razon de Locke, la elocuencia dramatica de
Euripides, las diversas especies de agudeza inje-
niosa que brillan en Fontenelle, Pope y Hamilton,
la orijinalidad satirica de Luciano, la urbanidad de
Horacio, la festiva lijereza de Ariosto, y la brillan-
te facilidad de un frances lleno de gracia y de
elegancia. Mas a esta inaudita reunion de talen-
tos, cada uno de los cuales bastaria a la reputacion
de un escritor, falto la conciencia literaria: nadie
penetro lo verdadero con tanta sagacidad; nadie
lo amo con tanto ardor; nadie sintio jamas una tan
viva admiracion hacia lo bello; pero la relijion de
estos dos sentimientos, no la tuvo. La mobilidad
de su imajinacion, el impulso de esta o aquella pa-
sion momentanea, y a veces las contemplaciones
del amor propio, quitaron toda especie de estabi-
lidad a sus opiniones. Ya le hallareis habilismo
censor: ya juez preocupado que pronuncia con li-
jereza sentencias llenas de errores. Como no be-
bio principios sieguros en una escuela severa, co-
mo no conocio bastante las condiciones de aque-
lla gloria cuyo amor le devoraba; minado por a-
plausos precozes, exasperado por injustas criticas
en que solo se trato de humillarle, y sostenido por
el favor publico, a cuyo celo daba continuo pabulo
su filosofia. desatendio las voces de su conciencia;
en vez de pinturas fieles presento mentiras brillan-
tes; confio el interes de su gloria a las seducciones
de su pluma; penso demasiado en su siglo, y no
lo bastante en la posteridad. En fin, tuvo con su
talento una induljencia fatal, que no cesara de es-
piar jamas; sin esto no nos hubiera dejado quiza
mas que obras maestras. ¿Que no se debia es-
perar de tal hombre, si se hubiera armado contra
si mismo de la autoridad de un censor inflecsible,
que jamas transijiese con el sentimiento profundo
de las bellezas de la naturaleza, y de las reglas
del arte?"

Notes and Questions

Nobody has written a note for this page yet

Please sign in to write a note for this page