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La primera leccion que dieron UU. a ese
muchacho tan ridiculo y estraordinariamente
grosero, estupido y atrevido, y tan a obscuras
y poco adelantado en el mundo literario, fue
acerca del modo de citar los autores. Las dos
citas de UU sacadas de la opera del mismo Com
te sobre la lejislacion, que espresan con la ma-
yor claridad el pensamiento fundamental del
sistema politico de este autor, y cuadran del
modo mas luminoso al argumento que UU tra-
tan, si el estudiantillo tuviese la menor sensibi-
lidad y buen sentido literario, debian haberle hecho
avergonzar por la contestacion q' se hallaba haber
dado a la critica que UU. hicieron de las suyas.
Mas, ¿que iriamos hablando de verguenza a
proposito de nuestro escolarillo, si el se da con la
mayor candidez por el primer literato del uni-
verso, aunque sea tan literato que no ha apren-
dido todavia ni siquiera el arte de citar y ha-
cer propia la literatura que no es la suya?

En seguida afirmaron UU. en una notita,
muy de paso, que el cuadernito del estudian-
tillo no daba una idea muy elevada de la edu-
cacion literaria de su autor. Si UU no hubie-
ran hecho mas que afirmarlo, quiza, se hubiera
podido perdonar al muchacho ese, el contes-
tar a UU. solo con insolencias, sin hacerse el
menor cargo de las observaciones que UU. hi-
cieron sobre las suyas. Y aun en este caso,
¿a quien se hubiera podido ocultar que no es
ni debe suponerse literato, a un escritor que
no conoce ni la ortografia ni la puntuacion, y
que es capaz de escribir del modo que cada
uno puede ver en todo el curso de su mal es-
tudiado cuadernito, del que UU. por no fas-
tidiar al publico, no han criticado sino una par-
te muy pequeña? Mas UU. no afirmaron sin
probar, y sin probar con evidencia: ¿a que ve-
nian pues los insultos?

En cuanto a la cuestion que ha dado lu-
gar a los debates, la que el estudiantillo ha-
bia presentado trunca, obscura y desfigurada,
UU. la han puesto bajo un punto de vista tan
luminoso, que apenas resta algo que decir so-
bre el particular. En este caso, ¿que haria un
escritor juicioso, un verdadero literato? Con-
fesar francamente el error en que se hallaba,
o callarse. Y ¿que hace el estudiantillo? in-
sultar a quienes le aclaran y demuestran la
verdad, y llamar charlatanes a quienes no sa-
ben hablar sin decir razones ni alegar hechos.
Y esto ¿en que ocasion? En el momento de
publicar un opusculito lleno de palabras sin
sentido, de citaciones inoportunas y redundan-
cias insufribles, y tan pesado e imperfecto, co-
mo atrevido y presuntuoso hasta la nausea.

A mas de dar a UU. el nombre de char-
latanes, por la razon que esponen sus san-
deces, se esfuerzan tambien zaherirles suponien-
les y llamandoles estranjeros. Mas, ¿como puede
ser eso? El que defiende y quiere a los estranje-
ros hasta el punto de olvidarse por ellos de
su misma patria, ¿se olvida tanto al mismo tiem
po de todo principio de lojica, y se desnu-
da del buen sentido y de la verguenza mas
comun hasta usar la palabra estranjero como
si fuese en si misma injuriosa, y encerrase al-
guna idea desfavorable a las personas a quie-
nes se aplica? Aqui esta la dificultad. El es-
tudiantillo la esplica de un modo muy digno

de el. El habla de los estranjeros que se me-
ten en nuestros negocios e intereses de fami-
lia: que hacen uso de la imprenta para mani-
festar sus opiniones en nuestras contiendas po-
liticas; que adhieren a nuestros partidos y les
defienden y refuerzan; en una palabra de los
estranjeros que quieren conducirse entre noso-
tros como si no fuesen estranjeros; como si al-
go les importase nuestro bien estar; como si
fuesen instruidos, y sabios y capaces de hacer-
se utiles a nuestro pais a la par de nosotros
mismos. En cuanto a los demas que no se me-
ten en nuestras cosas, a estos les respeta y
quiere, y sostiene que tienen el derecho de po-
seer nuestras tierras y casarse con nuestras hi-
jas sin hacerse ciudadanos, sin hacer parte de
nuestra gran familia, sin tener para nosotros
la menor estimacion, sin tomar para nosotros
el menor interes. Y todavia esto no es todo.
Si los estranjeros se oponen a lo que es util
al pais, o por lo menos que los gobiernos creen
que lo es: si se colocan en la linea de la opo-
sicion, ya como escritores, ya como ajentes de
gobiernos estranjeros, ya como intrigantes y
favorecedores de un partido que trabaja pa-
ra trastornar el orden publico; si solo se me-
ten en nuestras cosas, para atacar nuestras
cosas, y confundir nuestras cosas, y destruir
nuestras cosas; esto es otra cosa, es cosa que
debe mirarse de otro modo, y merece nues-
tra gratitud y nuestro respeto y hasta nuestra
admiracion. Y ¿es un estudiantillo el que di-
ce tantos disparates, que suponen tanta ignoran-
cia? Lea U., señor estudiante, todos los tra-
tadistas de derecho de jentes, y trate U. de
aprender cuales son los deberes de los estran-
jeros, antes de trazarles una guia tan falsa y
engañosa como la que U. les traza. Procure
U. saber si no es obligacion en ellos, y pru-
dencia y reconocimiento por la hospitabilidad que
reciben, el contribuir al sosten de la paz y de
las instituciones del pais que les acoje en su
seno. Coteje U. la conducta del que adopta
los principios de orden que sirven al mante-
nimiento de la cosa publica, con la de los par-
tidarios de las revueltas y los fautores de los
enemigos del estado; y despues baje U. al fon-
do de su conciencia (si la tiene) y pregunte-
se U. con franqueza, ¿a cual de estas dos cla-
ses de estranjeros deben su estimacion y su ca-
riño los verdaderos patriotas? ¿cual de las dos
cumple con su obligacion? cual infrinje las le-
yes?

Por decir a UU. la verdad, señores Edi-
tores, no pudieramos entender esta y tantas otras
contradicciones del estudiantillo si no estubie-
semos impuestos de cierto secretito, que luego
luego nos haremos un placer de confiarles. Ata-
car y lisonjear al ministerio y al gobierno, defen-
der e insultar a los estranjeros, hablar a la vez
el lenguaje de los restauradores, ¿quien pudiera es-
caparse de tanto laberinto, sin tener en la mano
el hilo de Ariadna? He aqui el hilo; escuchen
UU. El tal estudiantillo ha pretendido nada
menos que ser secretario de Embajada.--¿ Posi-
ble?--¡Cierto!--Bien, mas ¿por que no agregar-
le, segun su deseo, a la legacion de Inglaterra?--
Por que no han querido--¡Ah ya lo entende-
mos--Es claro, por esto no se sabe si el futu-

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