El Fiera-Bras

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EL FIERA-BRAS.

Lope de Vega

Hendí, rompí, derribé, Rasgué, deshicé, rendí, Desafié, desmentí, Vencí, acuchillé, maté;

Del enemigo insolente Purgada la tierra dijo: Ya no ha quedado conejo Que pueda ponerse al frente.

Numero 3.°] CUZCO 26 DE ENERO DE 1836 [MEDIO REAL.

GRANDES NOTICIAS

República Peruana — Comandancia jeneral del Departamento de Lima—A S.E. el Jene¬ ral Presidente de la República—Lima enero 6 de 1836.

Tengo la honra de participar à V. E. un acontecimiento altamente glorioso al pueblo de Lima, y a la división de mi mando; y de suma transcendencia al triunfo de nuestra causa.

Hoy a las 4 1/2 de la tarde se aproximaron las fuerzas de los facciosos que componen to¬ da la guarnición del Callao; sin duda con el objeto de empeñar un ataque derisivo. Yo ha¬ bía previsto de antemano este movimiento; y contando con el incontrastable valor de las tro¬ pas, y la cooperación del pueblo, cuyo entu¬ siasmo se desplegó con tanta energía el día 3; no vacilé en disponerme a repeler el choque, y tomar la ofensiva en caso necesario. En efec¬ to; luego que se avistó el grueso de la fuerza enemiga, que se avanzaba por el camino real del Callao hasta internarse en la alameda, co¬ loqué sobre la portada y costados laterales de la muralla una parte selecta de mis soldados. Entretanto los sediciosos, que habían traído una pieza de artillería de à cuatro, la adelantarón, rompiendo el fuego, sin duda con el objeto de despejar el transito y ponerlo espedito para lle¬ gar à los manos. Más, afortunadamente los fue¬ gos dirijidos de nuestras filas, así desde la emi¬ nencia de la portada, como de los costados del camino, en donde había situado algunas partidas de guerrilas; obraron con tanto acierto que no dieron más tiempo a los enemigos que para disparar tres tiros de cañon; pues en es¬

te corto intervalo fueron muertos el oficial D. N. Gandarillas escargado de dirigirlo, y el sar¬ gento y dos soldados más que lo servían. Si¬ multaneamente sufrían igual destrozo dos mitades de caballería que habían destacado los enemigos desde el tambo de Mirones, por el punto lla¬ madao Cuatro—Bocas; las cuales atravesaron por allí el río, y fueron caragadas por una parti¬ da de guerilla, unida a una porción sobre ellas con un denuedo verdaderamente portento¬ so. Como se temió que aquella fuerza tubieso el designio de introducirse por el puente, con¬ currió allí un numero prodigioso de ciudadanos a sostenerlo, protegidos por la partida que man¬ da el Comandante D. Agustin Duitron. Luego que fueron rechazados y dispersos los enemigos por esta parte, hubo un amago de otro ata¬ que por la que mira a la portada de Guada¬ lupe: entonces se vió coronada toda la murra¬ lla de millares de paysanos, que como por es¬ canto se trasladaban a todos los puntos por don¬ de amanezaban el peligro. Burlados los enemi¬ gos en todas sus tentativas: en todas dignamen¬ te escarmentados y vencidos, emprendieron su retirada, que bien merece el nombre de la fu¬ ga mas completa y vergonzesa.

El resultado de este hecho de armas ha si¬ do el siguiente. Considerable número de muertos que no es posible determinar exactamente, ya porqué aun no se han podido hacer las inves¬ tigaciones convenientes, a causa de haber caí¬ do la noche, ya porqué los enemigos han cui¬ dado de recojer cuantos cadaveres han podido. Entre aquellos se cuenta al referido oficial Gan¬ darillas y al Mayor graduado D. N. Vargas, se¬

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gun han asegurado multitud de prisioneros y pasados que se van succesivamente presentando. Hasta ahora que son las 8 1/2 de la noche se han recojido 15 cadaveres, la pieza volante de arti¬ llería que abandonaron los rebeldes en su fuga, 37 fusiles, una porción de granadas de mano, de las cuales no tubieron serenidad para hacer uso alguno; y algunos caballos ensillados.

Nuestra perdida solamente se reduce a las de tres guapos guerrilleros, victimas de un desme¬ surado arrojo, varios contusos levemente, y tres caballos muertos de una bala de cañon.

Ajitado todavía de las más vivas emocio¬ nes, que ha causado en mi alma la espresión heroica del entusiasmo limeño, no encuentro pa¬ labras para describir, ni terminos bastante dig¬ nos para encomiarlo. A la señal de alarma, se reunió, con admirable velocidad todo el pueblo, y ostentando una magnanimidad, una virtud, y un valor, de que con dificultad se muestra ejem¬ plo en la historia de nuestra revolución, se dis¬ putaba en grupos el honor de presentarse a los más arduos peligros. Allí no había distinción de edad ni sexo: los ancianos como las mujeres, se complacían en oponer a los tiros de los ene¬ migos sus pechos indefensos, y no cesaban de alentar con sus patrioticas exhortaciones a los esforzados defensores de la patria. La jornada de hoy ha levantado un monumento digno de la libertad peruana, que eternizará la gloria del pueblo limeño.

Antes de poner fin a esta comunicación, juz¬ gó como un deber que me impone la justicia, recomendar a la alta consideración de V. E. el pizarro comportamiento de los benemeritos seño¬ res Jefes y oficiales que me han acompañado en este día, y así mismo el de la compañia del ejército, mandada por el intrepido Capitán Ur¬ bina. También perecen una particular reco¬ mendación todas las partidas de guerilla, y sus valientes Comandantes, quienes han ido en per¬ secución de los sediciosos, siendo de esperar de su intrepidez que hayan consumado nuestro im¬ portante triunfo.

Apresurese V. E. a satisfacer con su pre¬ pencia los ardientes deseos que ha manifestado el pueblo de Lima, por verle restituido en triun¬ fo a la capital de la República, recibiendo el grato homenaje de sus habitantes, y participan¬ do de sus glorias. La venida de V. E. es tan¬ to más urjente, cuanto que hoy mismo con el oportuno auxilio de una pequeña fuerza, nos ha¬ bríamos ya posesionado de las fortalezas del Ca¬ llado, arrancando à los rebeldes el último rincón

que habían reservado a la seguridad de sus mis¬ erables restos.

Con motivo tan plausible tengo la honra de saludar a V. E., felicitando en nombre de los limeños, y de los veteranos que no ha cabido la fortuna de mandar.

Dios guarde a V. E.

Francisco de Vidal.

JUNTA DE GUERRA.

En el compamento de Salaverry en Arequipa a 16 de enero de 1836

Fueron presentes los señores Valle, Placen¬ cia, Quiroga, Casimiro Negron, Montoya y Lay¬ seca y la conferencia llevó el orden siguiente.

Salaverri. Señores ¡Qué haremos!

Todos. ¡Qué haremos señor!

Sigue un rato de silencio mirandose succesi¬ vamente la cara unos a otros hasta que rompe Sa¬ laverri diciendo.

Salaverri. Con qué señores ¡Qué se hace!

Todos. Nosotros queremos oir a V. E.

Salaverri. Pues señores: Nosotros estamos bien, no tenemos que tener cuidado por nada; tenemos un ejército grande, cuando el enemigo no tiene más que una horda de reclutas. Nues¬ tros Coraceros son temibles; los Mixturitas no se diga, son muchachos sobresalientes. Noso¬ tros ocupamos un imenso territorio mientras que el enemigo no tiene más que el terreno que pisa. El Departamento de Ayacucho es nuestro, allí he dejado a Porras con una bri¬ llante división. En Lima he dejado a Solar, en Trujillo esta Plaza. Ica y Pisco están segurosa allí se halla el Coronel Merino con varios ofi¬ ciales y tropa. En Pasco está Bermudez con muchos Jefes y una soberbia división. Bolivia, a esta hora, es todo nuestro, porque una falan¬ je mía ha plantado ya sus estandartes en el co¬ razon de la República. Arica es siempre nues¬ tro, porque allí tengo destacado a Carrillo. Cuz¬ co y Puno serán ocupados dentro de pocos días y ya tengo ofrecidos a mis soldados UN MILLÓN de pesos, cuanto pisemos el Desaguadero.

Negron. Señores: la situación nuestra no puede ser más lisonjera.

Placencia refregandose las manos y muy ale¬ gre. Ya se vé: y cuando pisemos el Desagua¬ dero........

Salaverri. Pero ahora es preciso que vol¬ vamos al Norte.

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Placencia. No señor, no señor, vamos al Desaguardero.

Negron. Al Desaguadero.

Montoya. Al Desaguadero, al Desaguadero.

Todos menos Quiroga. Al Desaguadero, al Desaguadero señor.

Aquí se alborotó el cotarre: todos se levanta¬ ron de sus asientos: la asamblea se volvió una me¬ rienda de negros y ya se daba por concluida la sesión con gritos de viva el Jefe supremo, cuando el Coronel Quiroga que había permanecido pensa¬ tivo y sañudo, levantandose de improviso reclamó el orden y pidió la palabra, y habiendosea otor¬ gado dijo.

Quiroga. Exmo. señor ¿se puede hablar con franqueza!

Salaverri. ¿Pero qué hay que hablar, si esto no tiene duda?

Quiroga. Señor....

Todos. Que hable señor, que hable a ver si esto tiene vuelta.

Salaverri. Vaya: Diga U. señor Coronel, diga U.

Quiroga. Hablaré señor, no sin temor: pe¬ ro lo hare por la amistad de V. E., por el in¬ terés de todos estos señores y por el mío. Re¬ pito que voy a hablar no sin temor, pero ya no es tiempo de disimilar más, pues ya somos la burla de todo el universo.

Salaverri. ¿Cómo es eso señor Coronel?

Quiroga. Sí señor: estamos jugando la far¬ sa más ridícula, pero no es eso lo peor, sino que ya nuestra barba está en remojo.

Negron muy asustado y pasandose la mano por el pescueso. ¿Qué es lo que dice U. señor?

Quiroga. Lo que han oido UU. señores, parecemos unos locos, y todo el mundo nos tie¬ ne por tales. Exmo. señor: desde la venida del ejército libertador debimos haber perdido toda esperanza. ¿Cómo prometemos hacer frente a un Jeneral hábil, valiente y de un inmenso pres¬ tijio? ¿Cómo contrarrestar a un ejército como el mejor del mundo por su moral y disciplina? Cómo competir con sus recursos inmensos? V. E. debió buscar acomodamientos y no irritarlos con esa declaración necia de guerra a muerte; declaración que solo debió pesar sobre nuestras cabezas sino hubiera sido la jenerosidad magna¬ nima de nuestro adversario. Señores: Ya no es tiempo de rallar: pasan de cien oficiales nues¬ tros que están en poder del enemigo con más de mil soldados; mientras nosotros no tenemos ni uno solo. ¿Qué tales resultados los de la guerra a muerte sino hubiera sido el jenerosidad

del enemigo? Nuestra fortuna ha sido que nos miran como a unos niños aturdidos, y por eso nos tratan con compasión.

Exelentisimo Señor, si V. E. quiere un dic¬ tamen acertado no debe ocultar a estos Señores el estado de las cosas. Señores, Ya no hay Li¬ ma, allí está el Presidente de la República con los Jenerales Vidal y Moran, y un cuerpo res¬ petable de ejército. Los Castillos.... quién sa¬ be de ellos.... La LIBERTAD se ha pronunciado contra nosotros y ha engrosado las tropas del ejército unido. Ayacucho fué testigo de nues¬ tra ignominia: allí disparó V. E. y allí rindió las armas la división Porras. Ica y Pisco son los lugares donde se hace más mofa de nosotros; el Coronel Merino se plegó a las tropas del or¬ den, los oficiales que estaban con él fueron pre¬ sos y los soldados que allí dejamos solo sirvie¬ ron para engrosar las filas enemigas. Las fuer¬ zas que quedaron en Pasco se presentaron al Jeneral Moran con una porción de Jefes y o¬ ficiales nuestros. La espedición mandada a Bo¬ livia ha sido deshecha y en vez de elevar es¬ tandartes hemos dejado presos muchos oficiales y tropa y otros muchos se han pasado. Car¬ rillo ha sido destrosado y Plaza fué preso.

Negron. Señor: no vamos al Desaguadero.

Quiroga. Los buques de nuestra escuadra están ya en muy mal estado y la jente muy descontenta. Varios de ellos se han desertado y sin duda se presentaron al enemigo.

Negron. Señor: no vamos al Desaguadero.

Quiroga. Muchos de nuestros coraceros es¬ tán en las filas enemigas y....

Negron. Señor: ¿Y todavía pensamos ir al Desaguadero?

Quiroga. Los pueblos se ríen de nosotros y de nuestros batallones que distinguen con los nombres de batallón Mixturita, batallón Carame¬ los, cuando el enemigo tiene ONCE MIL HOM¬ BRES DE LINEA sin contar con el paisanaje ar¬ mado, ni con....

Negron. Señor: ¿Cómo se llamaba ese río?

Quiroga. Déjeme U hablar Señor Negron.

Negron solo y despacito. ¡El resbaladero.... El atoyadero.... El aguatero.... El Des.... el Des.... ah, si: el Desaguadero, el Desagua¬ dero.... ¡Caramba! si estubiéramos allá ¿cómo nos desaguaríamos?

Quiroga. Señor: Digamoslo todo de una vez. V. E. ha perdido todo el respeto que se necesita para ser un Jeneral: a V. E. le llaman Cadete, le dicen conejero, y le preparan el e¬ pitafio que dedicó Quevedo a su hermana don¬

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ceila que murió de evacuaciones. Se burlan de los boletines de V. E. poniendo de manifiesto sus falsedades y ya no nos queda arbitrio para a¬ lucinar a nadie. La palabra de Conquistador que V. E. adoptó como palabra mágica, no nos surte efecto; todos los pueblos reciben con pla¬ cer y estimación a los libertadores que como V. E. ha confesado en la proclama de Sihuas de¬ rraman con profusión el oro de Bolivia, mien¬ tras que a nosotros nos miran como a unos pi¬ ratas y huyen las gentes nuestra presencia de un modo tan claro que debiéramos avergon¬ zarnos.

Negron. Señores: el Des....

Quiroga. No embrome U. Señor Negron-- Señores, ¿Querémos mayor desengaño que el que hemos tocado en Arequipa? Mugeres, niños, frai¬ les y clerigos han emigrado, y hasta las mon¬ jas han tenido la tentación de seguir al Illmo. Obispo que ha huido nuestra presencia.

Yo por mi parte nada tengo que temer. Las circunstancias me mezclaron contra mi vo¬ luntad en esta revolución, pero una conduc¬ ta decente me ha hecho acreedor a las con¬ sideraciones de mis enemigos. Ellos me las han ofrecido expresamente y estoy seguro de que no me faltarán, pero ciertos miramientos debidos al decoro me han hecho llegar hasta este punto esperando un mejor desen¬ lace: mas ya esto no tiene hechura y se va a levantar el telón de la tragedia. Señores. Estáis, pensando en el Desaguadero? (Negron no Señor) Mucho haréis en esperar aquí 24 horas. El Jeneral Santa-Cruz ya viene sobre nosotros y sino volamos tenemos que dejar el campo cubierto de mixtura y caramelos.

Aquí empieza Salaverri al disimulo, a ase¬ gurar bien los broches de su capa colorada.

Laiseca muy inquieto. Basta por dios señor que el tiempo urge ¿Qué hacemos señor Jefe Supremo? No perdamos tiempo.

Negron. ¿Y yo qué he firmado tantos bo¬ letines....?

Monleya. ¿Y U. qué me metió a mi en tan¬ tas batallas y qué me ha hecho mentir contra mi gusto.

Negron. Eso yo no lo he hecho sino el Jefe Supremo.

Laiseca. ¿Y a mi qué me meten en danza

poniendome como Jefe de división....

Placencia. Eso qué tiene? Yo si, pobre extranjero que ha estado firmado tanto impro¬ perio contra los extranjeros.

Laiseca. Pero para qué me han metido a mi en este barullo como Jefe de división si yo no he mandado más que mi cuerpo?

Placencia. Tu cuerpo pues, era división.

Laiseca. No señor. Si mi cuerpo no era cuerpo de soldados: era mi cuerpo gentil, mi personita sola y yo no tenía más división que la de mis mienbros. ¿Para qué me han he¬ cho figurar como hombre grande?

Valle. Ami sí que me han embromado ha¬ ciendome salir de heroe plantador de estan¬ dartes en el corazon de Bolivia.

Quiroga. Señores: no hay que aturdirse: el enemigo ha dado pruebas de su generosi¬ dad la suerte de UU. no sera la de Goizue¬ ta y Giraldez. Vamos a ver con calma como salimos de esto.

Negron. ¿Qué calma Señor, si ya el Je¬ neral Santa-Cruz está cerca?

Salaverri. Señores: Yo no aflojo. Mis tro¬ pas son mas valientes que las de Leonidas. Si se atreven a venir esos cobardes, los pul¬ verizaremos con una mirada: corramos con un valor indómito a embarcarnos y un poco más tranquilos en los mares, deliberaremos de nues¬ tra suerte.

Salaverri monta a caballo y sale a galope a la cabeza de sus corazeros, y al verlo salir se juntan por las calles de Arequipa muchas bandadas de muchachos que le van gritando.

FELIPITOY, FELIPITOY.... ¡Guay!

Ya se va Felipitoy Ya se va ño Fiera-bras No empezado por delante Y acabado por detrás.--

Imprenta libre por Pedro Evaristo Gonzalez.

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