El Eco de la Opinion

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EL ECO DE LA OPINION

TOMO PRIMERO.) VIERNES 8 DE ENERO DE 1841. (NUMERO 2.

República Peruana—Prefectura del Departamento del Cuzco—A 2 de Ene¬ ro 1841—Al Señor Presidente de la Ilma. Corte Superior de Justicia.

Después del largo periodo de una administración desastrosa que puso al Perú en el último grado del infortu¬ nio, el dedo del Eterno que marca los destinos del hombre y de las Nacio¬ nes, no quiso permitir por más tiempo, que la tierra del Sol, vasta fecunda y favorecida de todos los dones, que pu¬ dieran darle un lugar distinguido en el rol de las Naciones, acabará de hun¬ dirse en el abismo, que le prepararon los crímenes de una ambición ilimitada e impotente a la vez. El 30 de Di¬ ciembre de 840, fue el gran día en los destinos del Perú; en el rayo la luz, que por entre los escombres de su pa¬ sada opulencia y las ruinas de su an¬ tiguo esplendor, ha hecho ver una era, que, aunque no de dicha y dee verdadera prosperidad, seera al menos del reina¬ do de la razón, de la justicia y de la paz. Las proclamas y el bando publi¬ cados el día de ayer, han anunciado solemnemente el cambiamento político, por el que la primera y brillante Di¬ vision del Sur, en armonia y combina¬ ción con las demas fuerzas del Ejer¬ to nacional, se ha separado de aquella administración infanda, que no podra ser recordada por los Peruanos sin in¬ dignación. En estos documentos se ve, que un hombre, cuya carrera publica jamás fue manchada con el crímen, cu¬ yos trojeos nunca fueron empañados con las lagrimas de los pueblos, cuyos ser¬ vicios vienen desde las inmortales cam¬ pañas de la independencia, cuya san¬ gre corrió en los campos de Junin y Ayacucho, cuya pureza ha brillado en los varios destinos honoríficos que ne¬ cesariamente ha ocupado, cuyas aptitu¬ des en fin y cuyo relevante patriotis¬ mo hacen concebir a la opinión, sin temor de equivocarse, las hermosas es¬ peranzas de que sentara las bases de la futura prosperidad de la República; es el que ha sido proclamado para o¬

cupar la Suprema magistratura de la Nacion, mientras que los pueblos emi¬ tan libremente sus votos por medio de sus representantes—Para dar a tan faus¬ to acontecimiento aquella solemnidad, y aquel caracter imponente, que deben tener las grandes mudanzas políticas, de que depende la posperidad de los Es¬ tados; he dispuesto que el día de ma¬ ñana, a las doce, se rreunan las corpora¬ ciones y autoridads civiles, eclesiasticas y militares, al acto de recocer al Be¬ nemerito Coronel D. Manuel Ignacio de Vivanco por Jefe Supremo de la Nación, y de prestar el juramento de¬ bido a su alta autoridad, de la quee se espera la ventura y dicha de la Patria. —Tengo el honor de comunicarlo a US. para que con el superior Tribunal que preside y sus dependencias se sirva con¬ currir a la indicada reunion en esta casa de Gobierno—Dios guarde a US. —Valentin Bosa—La misma nota se pa¬ so a la Vicaria Capitular—a las Ad¬ ministraciones del Tesoro, Correos y Beneficencia—a la intendencia de Po¬ licía encargado de la Sub-Prefectura del Cercado—a la Universidad—y a la Di¬ putación del comercio.

República Peruana—E. M. de la 1.a Division— A 1.o de Enero de 1841.

Articulo único. Conviniendo a la pronta admi¬ nistración de justicia el que se juzguen los crímenes que pueden cometeerse contra el actual Gobierno militarmente: el señor Coronel Comandante jeneral y Prefecto del Departamente, ha determinado se establezca una junta militar permanente compuesta de un Presidente, que lo será el señor Coronel don Manuel Suares, y dos vocales que nobrará dicho señor en el acto de presidir el consejo, y dos fis¬ cales permanentes, que lo serán el Capitan de in¬ validos don Nicolas Coronel, que ha sido nuevamente llamada al servicio. Esta junta conocerá de todos los delitos de infracción del bando militar fecha de hoy.—Es copia—El 1.o adjunto, Teodoro Paredes.

EL ECO DE LA OPINION.

El acontecimiento que se acaba de presentarse a la faz de la Nación, ha sido el grito de la jus¬

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icia y el resultado inevitable de te opinion. El vilipendio y las calamidades sin numero de que se ha cubierto la Republica, han fermentado de un modo, que poniéndose en acción irresistible, presen¬ ta un desahogo al sufrimiento. La opinion públi¬ ca y jeneral, partiendo de pueblos desgraciados y largo tiempo oprimidos por el peso de la arbitra¬ riedad y del despotismo, se ha dejado sentir y ha penetrado en la fuerza armada, à la que están con¬ fiadas el sosten de los derechos y el goce de las libertades. Esta, habiendo sido dos años largos espectadora de los desastres que desgarraban las entrañas de la Patria; no podía menos que deter¬ minarse à recuperar su honor perdido, á restable¬ cer las garantías de la sociedad, à alzàrla de la abyección, y evitar la última ruina à que rápida¬ mente se encaminaba. El Jeneral Zamarra, cuya ambición desmedida hizo circunscribir a sola su per¬ sona todo el poder, toda la fuerza, toda la inde¬ pendencia del Perú, y cuya imbecilidad hizo con¬ trariar sobre esta base, todos los elementos que for¬ man la armonía dela sociedad; fué él hombre que deparó el destino para ser el azote de los pueblos y la terrible lección para no volver à quemar el incienso à ciudadanos desnaturalizados, que ya una vez manifestaron en el teatro del poder, la maldad de su corazón y la pobreza de sus talentos y sus luces en la ciencia del gobierno. Caminando de intriga en intriga, de perfidia en perfidia, de in¬ justicia en injusticia y de crímenes en crímenes; se constituyó en el foco eterno de las discordias, en el orijen de tes revoluciones, en el ejemplo de la cor¬ rupción y en el modelo raro de un mandatario que marcha en orden inverso de la razón y de las luces. La silla presidencial, su divinidad, su ídolo, le hi¬ zo hollar todos los derechos, le hizo desaparecer toda razón y toda ley: cubriendo de ignominia la República, y de humillaciones à su -Representación, desquició todos los elementos de su ecsistencia.

Su administración, desde el congreso de Huan¬ cayo y desde más antes, no presenta un solo ras¬ go de espíritu público, de patriotismo, ò de bene¬ ficencia fundada. Todo su conato, todo su empe¬ ño, toda la vehemencia de su corazón, si aun pue¬ de haberla en uno helado por los años, y por los remordimientos, los puso en asegurarse en el tro¬ no que miró como su patrimonio legado por el esterminio y el ultraje de la Nación . Abu¬ sando de un triunfo, casi sin igual en los fas¬ tos de la historia que la Providencia le deparó como à testigo; entra à su país à la manera de un conquistador, desolando fortunas, hombres, vir¬ tudes, mérito y hasta los establecimientos consagra¬ dos à la moral y la ilustración; entra si al seno de esta patria inocente è inculpada que esperaba de él haría su felicidad, con aquel acierto, aquella dignidad, aquella solidez, que naturalmente debían haber producido en él la esperiencia, los golpes de fortuna y la reciente memoria del resultado del pri¬ mer periodo de su administración. Al favor del terrorismo y de la intriga más infame, convoca un congreso à su modo, à fin de cohonestar la ilegi¬ timidad de su misión; lo compone en parte de hombres nulos, à propósito para el juego de sus maniobras; y en parte de aspirantes y aduladores, muy adecuados para ser comprados con el alicien¬ te de los destinos públicos.

Este formidable complo comienza por autori¬ zar los atentados y crímenes más inauditos, la vio¬ lación de todos los derechos, la muerte de las le¬ yes, y los sacrilejios más ecsecrables que había co¬ metido desde su entrada triunfal en las playas que alumbraba el Sol sagrado de los Incas. La cons¬ titución de Huancayo es la obra peregrina de este complo: ella sola deja percibir toda la ignominia, todo el envilecimiento, con que pudiera ser cubierta una nación por aquellos mismos que se llamaban sus representantes.

La relijión Santa de Jesu-Cristo, jurada por nuestros padres y abrazada fielmente por los pue¬ blos, es la primera que se ataca y se presenta en la Gran Carta, como un artículo de mera y acci¬ dental política: desaparecen en ella nuestra inde¬ pendencia, nuestras garantías y nuestras libertades: el ciudadano no conoce seguridad ni derechos; la vida, el honor, la fortuna, dependen del hombre corrompido, al derredor de cuyo palacio se le acu¬ mula fenéticamente el poder de disponer de sus destinos. La independencia de los poderes que ha¬ ce el equilibrio del edificio de la sociedad y la ar¬ monía de las instituciones sociales, se rompe y se despedaza a los ojos de toda la Nación: el capri¬ cho del déspota es el centro donde se reúnen los artificios de esa tremenda Carta que ya ha ecsi¬ tado la indignación de los republicanos de toda la America y causado el ludibrio de la misma Espa¬ ña, que después de Ayacucho quedó ensordecido al estruendo del cañon de la Libertad.

He aí las causas por que el Perú no presen¬ ta hoy sino monumentos de desolación, de ruinas, tal vez muy semejantes en lo moral à los que se encuentran pintados por la pluma de Bolney—Una nación sin hombres, sin costumbres, sin entusiasmo, sin vitalidad: un pueblo sin recursos, sin luces, sin artes, una agricultura agavelada y sin brazos; la industria sin fomento y vendida al acaso; el co¬ mercio paralizado, cargado de gravámenes en su rotación; y arrancados sin retorno los capitales de manos de los Peruanos; los Tribunales de justicia, mendigando el pan por las calles: las rentas del Estado dislocados y consumidos sin saberse donde ni como: el rico perseguido, el hombre de luces vejado, el hombre de talentos despreciado, el padre de familias desatendido, el labrador defrau¬ dado de su sudor; la plebe abyecta y miserable; la arbitrariedad, una ley de Estado; el despotis¬ mo como su consumación. En compendio el Jeneral Gamarra, asiendo con sus manos a un tiempo el po¬ der lejislativo, el ejecutivo, y el judicial. Esta es la Constitución de Huancayo, este su resultado, y este el estado de la Nación.

La República anulada y abatida el el día, bajo una tal administración, se presenta hoy como el ludibrio de las demas repúblicas, como la tierra maldita por el cielo, como el teatro sangriento de la guerra. El plan del déspota es mandar à seres imbéciles y esclavos; el plan del ambicioso es do¬ minar solo sin barrera que contrarie su voluntad, sin dar lugar al merecimiento ni à los títulos de la gloria: el plan del corrompido es mandar sin reli¬ gión, sin leyes, sin honor, llamando al sosten y cor¬ tejo de su trono, hombres tan degenerados como él, La opresión tiene su término y su coto: aun el escla¬ vo mas envilecido y estúpido se resiente del ecseso del maltrato; el hombre y la miseria buscan su desa¬ hogo en la desesparación. ¿Sería posible que el Perú tolerase por más tiempo su desdicha? El cielo sin duda, escuchando los clamores del infor¬ tunio y compadecido de la suerte dolorosa de los pueblos, ha señalado ya el instante que será el pri¬ mer eslabón a que se ate la cadena de sus pro¬ gresos.

AVISO IMPORTANTE.

Se anuncia al público, que el Domingo proc¬ simo 10 del corriente à las 4 de su tarde se abre el Colejio de ciencias y artes de esta ciudad, con toda solemnidad y pompa. Se suplica a los padres de familia y demas vecinos visibles del lugar con¬ curran a honrar un acto de tan gran trancenden¬ cia en la ilustración del departamento.

Imprenta de la Beneficencia por P. E. Gonzalez.

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