El Jefe Encargado

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EL JEFE ENCARGADO DEL Batallon Casadores DE Sacsay-Huaman, a los soldados.

BRAVOS SOLDADOS: Bastante convencidos debeis estar que el valor peruano ha ocupado en todas épocas el primer lugar entre las na¬ ciones más guerreras. Jamas vuestro inflecsible brazo ha dejado de ha¬ cer sentir su noble peso a todo despota, que restrinjiendo vuestra sagra¬ da libertad ha pretendido colonizaros.

PERUANOS: Nunca podran contradecir esta verdad, las duras ca¬ denas que han oprimido a vuestra patria por el espacio de cuatro años: bien sabeis que ellas no han sido remachadas por un triunfo legal del cobarde Santa-Cruz; pero si, por la perversidad de algunos pechos intri¬ gantes, bajos esclavos del interes. Empero ¿acaso es menester que yo os lo avise? ¿No habéis ya pues dado la más brillante prueba de vues¬ tro patriotismo, presentando os al frente de los enemigos a tremolar con grande denuedo el sagrado pabellón vicolor, sepultado entre las espesas tinieblas del olvido? ¿No hábeis ya manifestado al orbe entero, que ni la fuerza de las armas, ni las pérfidas intrigas, son enemigos capaces de luchar con un pueblo, cuya eterna divisa son Libertad y Patria?

SOLDADOS: Los escasos restos de opresores salvados por la fuga en los memorables campos de Yimgay, aun osan manchar con impavidas plantas, retazos del territorio Peruano: es un despreciable reptil quien los guia, juzgando con grosera insensates, encontrar aun el apoyo de Tristan, poco ha rendido a las armas de solo vuestro heroico entusias¬ mo. ¡Pronto los miserables tocaran su desengaño;! pero, si sordos a los clamores de la prudencia, y cegados por la rabia de su derrota, se atre¬ ven a pasar un solo punto de la barrera que se les oponga, echareis al olvido todo rasgo de generosidad y venevolencia, que tanto os han distin¬ guido; marchareis a calar a su frente vuestras invictas bayonetas: ellas ar¬ abundantes torrentes de sangre infame, para saciar la sed de la ranearan abundantes torrentes de sangre infame, para sciar la sed de la venganza que renacera en vosotros. La viva memoria de Santa-Cruz, de ese monstruo asesino de tan Ilustres Peruanos, de ese insecto desconoci¬ do entre la especie humana, también servira para escitar toda la furia de vuestro enojo: con el que haréis desaparecer hasta los vestijios del nom¬ bre boliviano, en union de vuestro fiel compañero,

José Valcarcel.

Cuzco Marzo 2 de 1839.

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