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DISCURSO

SOBRE LA VICTORIA DE ANCACH, DEDICADO AL EXCMO. Sr, PRESIDENTE D. AGUSTIN GAMARRA, POR EL Dr. D. CI¬ PRIANO BERNAL, RECTOR INTERINO DEL COLEJIO DE LA VICTORIA DE AYACUCHO, PRONINCIADO EN HUANCAVELICA EN 19 DE ABRIL DE 1839.

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Et famossisimum in toto orbe templum recuperavit, et civitatem liberavit, et leges quae abolitae erant restituit. lib. 2. Mach. cap. 2. vers. 23.

Y recobró el mas famoso templo del mundo, y libró la ciudad, y resta¬ bleció las leyes que estaban abolidas. En el libro 2 de los Macab. cap. 2 v. 23.

No puedo daros SS. una idea más alta del grandioso asunto que vá á ocupar vuestra atención, sino valiendome de estos nobles y espresi¬ vos térninos con que la sagrada escritura elojia las hazañas del sábio y valiente Judas Macabeo: de este hombre que estendia la gloria de su na¬ cion hasta las estremidades de la tierra, que defendia con tanto entusias¬ mo las ciudades de Judá, que abatia el orgullo de los hijos de Amón y Esau, que volvia cargado de los despojos de Samaria, después de haber quemado sobre sus propios altares à los dioses de las naciones estranger¬ ras. Este hombre pues á quien Dios habia colocado en torno de Israel como un muro de bronce contra el cual se estrellaron tantas veces todas las fuerzas del Asia, después de haber derrotado ejércitos numerosos, y hu¬ millado á los mas soberbios y hábiles jenerales de los reyes de Siria, con¬ siguió por sus gloriosos hechos librar de la esclavitud al pueblo escogido, recobrar el famoso templo del Dios de Israel, y restablecer en toda su pureza sus leyes santas ya abolidas.

Católicos que os habéis reunido en este templo à derramar vuestro corazón ante el Dios de las victorias y á darle gracias por la que se dig¬ nó conceder al ejército unido restaurador en la jornada de Yungay! ¿No se ofrece ahora à vuestro espíritu el héroe que arrebata nuestra ad¬ miración y nuestra gratitud, en lugar del héroe, cuyas glorias refieren las sagradas pájinas? Ambos aparecen igualmente afortunados, igualmente valerosos, é igualmente coronados de unos mismos laureles. En efec¬ to: si el héroe israelita rompió el duro yugo que los reyes de Siria ha¬ bían impuesto á su pueblo: el héroe peruano ha destrozado las ominosas cadenas con que el tirano de Bolivia tenia aherrojado al Perú; si el hé¬ roe israelita recobró el famoso templo del mundo, el heroe peruano ha levantado el templo de la libertad sobre las ruinas del vacilante edificio de la confederación; si el héroe israelita en fin, restableció sus leyes pa¬ trias antes abolidas, el héroe peruano ha restablecido también las leyes políticas y civiles del estado peruano, que se habian sustituido con los ca¬ prichos de un déspota, y con unos códigos confusos, contradictorios, dimi¬ nutos, é inadoptables á nuestros hábitos y costumbres.

No le falta al héroe peruano sino un elogio digno de él; si el es¬ píritu divino, el espíritu de verdad y de fuerza enriqueciera un discur¬ so con imájenes vivas y naturales, propias para representar la gloria y el valor; ¡de que ideas tan nobles impregnaria vuestra alma, y que impre¬ sión tan grande haria en vuestro corazón la pintura enérjica de lo que obró

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nuestro héroe en esta última dichosa campaña! En verdad, ningún asunto puede recibir mejor los adornos de una elocuencia grave y solida que la conducta del antiguo campeón de la independencia, del Padre del Peru el Exorno Agustin Gamarra, puesto que con ella logro sacar al Perú del es¬ tado de abjeccion en que yacia, logró reedificar el templo de la libertad, logró en fin restablecer las leyes fundamentales y secundarias del estado. Et civitalem líberavit, et famossisimum in toto orbe termplim recuperavit, et lege quae abolitae restituit.

Siendo el objeto de mi discurso haceros ver el abundante tesoro de felicidad conquistado por la espada del ilustre vencedor en Ancach, no estaria demas haceros un bosquejo de esta última feliz espedición ha¬ blandadoos de los trabajos que la prepararon, de las acertadas medidas que la hicieron prosperar, de las difíciles y penosas marchas emprendidas para llevarla al cavo, y de los varios encuentros parciales precursores del com¬ pleto triunfo. Podría también ofreceros un cuadro de la batalla de An¬ cach pintándoos el singular entusiasmo del ejército restaurador, el pavor estampado en la frente del enemigo, el estruendo de las bocas de fuego que durante la encarnizada refriega derraman la confusion y la muerte, y el campo de la lid cubierto de cadáveres y de miembros palpitantes. Pe¬ ro, la elocuencia del púlpito no es propia para describir combates y ba¬ tallas, y la lengua de un sacerdote destinada á alabar á Jesu Cristo Salva¬ dor de los hombres no puede emplearse en hablar de las mortandades y horrores de Marte furibundo delante de este altar donde se ofrece un sa¬ crificio incruento al Dios de misericordia y de paz.

Me reduciré pues á hablaros de los benéficos efectos de una guer¬ ra justa, cuyo objeto ha sido desalojar la ambición del puesto que mala¬ mente había usurpado. Observareis SS. que cuando el paladin boliviano se habia posesionado de todo el Perú donde tenia una masa formidable de fuerza, cuando para ganarse partidarios prodigaba el oro y los acensos, abatiendo con el arma del terror á los que podian cruzar sus miras, cuando contaba con el apoyo del estranjero, y hacia los últimos esfuerzos para ganar un imperio en la batalla de Ancach, era preciso que à un enemigo tan poderoso se le opusiese de nuestra parte un héroe de un va¬ lor á toda prueba, de una experiencia consumada en el arte difícil de la guerra, capaz de sacar ventajas de los mismos reveses de la fortuna, y de dirijir todas las cosas à un fin seguro haciendo madurar sus empre¬ sas con una paciencia y una constancia admirables.

Tal fué, Señores, el héroe que la Divina Providencia deparó al Perú oprimido que anciaba recobrar el goze de sus derechos políticos: tal fué el ilustre jeneral Gamarra. El brillante écsito de su empresa acre¬ dita que posee en supremo grado las prendas que he mencionado. El hablé à los bravos que mandaba, y todos le escucharon como à un oráculo: mandó que se alistasen al combate, y todos obedecieron sus órdenes con raptos de júbilo; marchó al campo de batalla, y todos le siguieron creyendo corrían al templo de la gloria, donde después de siete horas de una lid sangrienta en que se presentó él, y obró como el escudo y la espada de la patria, desaparecieron como por encanto, el opresor y sus malhadadas huestes; aquel huyendo humillado y abandonado de los suyos, y estas corriendo despavoridas en pequeños grupos sin mas objeto ya que el de alejarse de sus vencedores que los perseguian con majestuosa calma.

¡Oh jornada de Ancach, poderoso testimonio de lo que es capaz el deseo de la libertad, y triste monumento de la vanidad de los proyec¬ tos gigantescos formados por la ambición mal aconsejada, pueda tu recuer¬ do servir de lección saludable al insensato despotismo que ose despre¬ ciar la voluntad de los pueblos!

Mientras que los fugitivos restos del ejército enemigo, abrumados por las penalidades consiguientes á su derrota, tratan de acojerse á la

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generosidad de sus vencedores, el Sur alza el grito de libertad, y está palabra májica suena y se deja oir en todos los ángulos del Perú como identificada con el nombre de Gamarra. Se escuchan por dó quiera los acen¬ tos del júbilo y del entusiasmo, y todos los corazones verdaderamente patriotas se reunen en espiritu, en torno del pendon peruano que esnsal¬ zado por la victoria ostenta magestuoso sus vivos colores. Todo anuncia que hay patria, que ésta es libre, y que sus hijos son árbitros para labrar su dicha sobre la base de la victoria. Ya no pesa sobre su suelo el des¬ mesurado orgullo de un gobernante ambicioso que queria reynar sobre es¬ clavos, y despreciabe las formas republicanas y la voluntad nacional.

Querria la elocuencia de un Mirabéau para describir los grandes y benéficos resultados de esa victoria debida al valor y esfuerzos del ejérci¬ to Chileno, nuestro aliado que ha llenado heróicamente el encargo que le confió la magnanima y generosa Nación de que depende: de esa victoria á la que debemos el completo exterminio de la malhadada confederación; resultados que son propiamente los más dulces y zasonados frutos del ar¬ bol de la libertas. Más no debo detenerme mucho en enumerarlos por que ellos fluyen naturalmente del presente órden de cosas, y los compren¬ derá sin dificultad cualquier ciudadano ilustrado. Ya vuelven á sus hoga¬ res tantos infelices, víctimas del ódio y de las sospechas, que gemían proscritos en paises mal sanos. Ya no será tiranizado el pensamiento, y la imprenta libre presentará á los ciudadanos el cuadro de sus deberes sociales, máximas saludables, y reformas útiles al gobierno. Ya entramos en el goze de nuestros derechos, y somos rejidos por las leyes que nos han dado nuestros representantes, proporcionadas á nuestra situación y cir¬ cunstancias. ¿Cuanto no debemos señores esperar del proximo Congreso que trabajará con esmero en la grande obra de nuestra ventura social?

En fin, todo este cúmulo de felicidades es un resusltado de la vic¬ toria de Ancach. Al ilustre jeneral Gamarra y á nuestros bravos aliados debe el Peril su libertad, su integridad y su nueva ecsistencia política. El es el genio del Perú el que preside sus destinos, y lo ha colocado en la carrera de las mejoras y de la felicidad. El merece con justicia el homenage de los aplausos que le tributa un pueblo agradecido, y los ar¬ dientes votos porque sus hechos correspondan al augusto nombre de Padre de la Patria con que la fama lo ha condecorado.

Dios de los Ejércitos, que santificas las guerras justas, cuyo fin es la consecución de la paz, y el triunfo de la justicia: tú que provees à los pueblos de jefes, considerándolos ministros de tu providencia siempre sábia, y de tu poder siempre justo; dígnate protejer al héroe que ha sa¬ crificado su reposo y su sangre por la felicidad de su patria; dígnate amparar á esta República que sostenida por tu diestra poderosa ha con¬ seguido su libertad y su ventura social: dígnate en fin de derramar tu bendición sobre sus habitadores, como la derramaste sobre los hijos de tu pueblo escogido en los tiempos antiguos de su gloria.—Amen.

--- Ayacucho, 1839:— Imp. por J. Mira,

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