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generosidad de sus vencedores, el Sur alza el grito de libertad, y está
palabra májica suena y se deja oir en todos los ángulos del Perú como
identificada con el nombre de Gamarra. Se escuchan por dó quiera los acen¬
tos del júbilo y del entusiasmo, y todos los corazones verdaderamente
patriotas se reunen en espiritu, en torno del pendon peruano que esnsal¬
zado por la victoria ostenta magestuoso sus vivos colores. Todo anuncia
que hay patria, que ésta es libre, y que sus hijos son árbitros para labrar
su dicha sobre la base de la victoria. Ya no pesa sobre su suelo el des¬
mesurado orgullo de un gobernante ambicioso que queria reynar sobre es¬
clavos, y despreciabe las formas republicanas y la voluntad nacional.

Querria la elocuencia de un Mirabéau para describir los grandes
y benéficos resultados de esa victoria debida al valor y esfuerzos del ejérci¬
to Chileno, nuestro aliado que ha llenado heróicamente el encargo que le
confió la magnanima y generosa Nación de que depende: de esa victoria
á la que debemos el completo exterminio de la malhadada confederación;
resultados que son propiamente los más dulces y zasonados frutos del ar¬
bol de la libertas. Más no debo detenerme mucho en enumerarlos por
que ellos fluyen naturalmente del presente órden de cosas, y los compren¬
derá sin dificultad cualquier ciudadano ilustrado. Ya vuelven á sus hoga¬
res tantos infelices, víctimas del ódio y de las sospechas, que gemían
proscritos en paises mal sanos. Ya no será tiranizado el pensamiento, y
la imprenta libre presentará á los ciudadanos el cuadro de sus deberes
sociales, máximas saludables, y reformas útiles al gobierno. Ya entramos
en el goze de nuestros derechos, y somos rejidos por las leyes que nos
han dado nuestros representantes, proporcionadas á nuestra situación y cir¬
cunstancias. ¿Cuanto no debemos señores esperar del proximo Congreso que
trabajará con esmero en la grande obra de nuestra ventura social?

En fin, todo este cúmulo de felicidades es un resusltado de la vic¬
toria de Ancach. Al ilustre jeneral Gamarra y á nuestros bravos aliados
debe el Peril su libertad, su integridad y su nueva ecsistencia política.
El es el genio del Perú el que preside sus destinos, y lo ha colocado en
la carrera de las mejoras y de la felicidad. El merece con justicia el
homenage de los aplausos que le tributa un pueblo agradecido, y los ar¬
dientes votos porque sus hechos correspondan al augusto nombre de Padre
de la Patria con que la fama lo ha condecorado.

Dios de los Ejércitos, que santificas las guerras justas, cuyo fin es
la consecución de la paz, y el triunfo de la justicia: tú que provees à
los pueblos de jefes, considerándolos ministros de tu providencia siempre
sábia, y de tu poder siempre justo; dígnate protejer al héroe que ha sa¬
crificado su reposo y su sangre por la felicidad de su patria; dígnate
amparar á esta República que sostenida por tu diestra poderosa ha con¬
seguido su libertad y su ventura social: dígnate en fin de derramar tu
bendición sobre sus habitadores, como la derramaste sobre los hijos de tu
pueblo escogido en los tiempos antiguos de su gloria.—Amen.

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Ayacucho, 1839:— Imp. por J. Mira,

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