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CONTRA
UNA CALUMNIA

Siendo el honor la prenda mas inesti¬
mable del hombre que vive en ociedad, es
incontrastable el erecho que tiene para di¬
rijirse á la opinión pública, siempre que la
calumnia más atroz y falsa en sus íntrigas
ataque la reputación bien merecida de un
ciudadano honrado, que aun al separarse
del destino que ocupaba en la casa de Mo¬
neda, le queda la satisfacción de decir que
ha dejado acreditada su honradez, guardan¬
do una conducta notoria, desempeñando con
delicadeza sus deberes en el largo espacio
de años que ha servido dedicado al cumpli¬
miento de la ley, no siendo reconvenido
de sus Jefes por falta más pequeña.
Llevado pues de aquel principio y
obligado por la necesidad mas imperiosa
en que le ha puesto la chismografia de a¬
pelar à aquella sagrada opinión debe nece¬
sariamente desmentir á loa díscolos, y re.
futar esa vil calumnia con que sus enemi¬
gos gratuitos, ofuscando el brillo de la
verdad han pretendido clasificarle con el
feo concepto da haber entregado las ba¬
rras en cuestión, dando una siniestra inte¬
lijencia al sentido legal y origen de la ver¬
dadera causa, presentandole ante la censu¬
ra pública, revestido con el desgradente ro¬
paje de la infidencia y mala fé en la asun¬
to de las barras, de las que no pensaba
mencionar.
De estas pues que tanto se ha habla¬
do, no fueron, ni han sido pertenecientes
al Sr. D. Anselmo Centeno, (1) ni á nin¬
gun particular, como lo suponen algunos; sino
á los fondos de la casa de Moneda que
tenia en el cerro de Pasco, desde donde fue¬
ron traidas por el D. D. Dionisio Florez,
le fueron entregadas por la Tesorería bajo
las espresiones de " pertenecientes al banco
de rescates, formándosele cargo de ellas en
los libros respectivos, y quedando en los su¬
yos unarszon prolija. Para fundirlas recibió el
dia 13 de febrero último á presencia de
doce empleados, quedando constancia en los
cinco libros de las cinco oficinas de la Te¬
sorería, Contaduría, Ensaye, Fielatura, y
Fundición mayor, siendo Tesorero Direc¬
tor accidental, el mismo Señor que es a¬
hora Director en propiedad. Para asegu¬
rar estos caudales tubo dadas fianzas en
la cantidad designada por la ley, hacien¬
dose responsable de cualesquiera deficit que
por su descuido resultare. El articulo 77
del Reglamento dice: que es responsable
el fundidor de los hurtos y perdidas que
por su descuido se esperimenten en la o¬
ficina: articulo 78: recibira del Tesorero
las pastas de oro y plata bajo las formali¬
dades necesarias. &.
Cuando el Señor Centeno determi¬
nó verbalmente se sacasen las barras, le
hizo presente en su propia casa, el que
habla, ser un desproposito, y para hacerlo
le franquease una orden oficial para con¬
testar á cualquiera cargos que podrian re¬
sultar después, y poner á salvo su respon¬
sabilidad, más se denegó á hacerlo dicien¬
do que se le daria y aunque mandó la or¬
den seis dias después por la noche fue en
las criticas y apuradas circenstancias en que
se vió la Ciudad, y en que era espuestisimo
salir uno de su casa sin aventurar su vida.
Si este señor trató asegurar las ba¬
rras de las convulsiones politicas era su
justo deber haver por el conducto ordi¬
nario; es decir pasar la orden convenien¬
te al señor Tesorero Director como a je¬
fe inmediato (2) y el al Fundidor co¬
municarle, pero dirijirle á este directamen¬
te era fuera de la ley, por ser un emplea¬
do deber de cuidar, y asegurar los inte¬
reses de la casa, y la fortuna de los que
habian confiado en ella.
Hubiese faltado á la confianza, á la
amistad, y buena fé, siempre que las ba¬
rras hubieran pertencido á este señor, ó
que privadamente las hubiese hecho guar
dar en su casa particular del que espone¬
y que al reclamarlas manifestase una ma¬
liciosa resistencia ¡pero unas barras per¬
tenecietes á la casa!¡ al Estado! en¬

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( 1 ) Respeto á este Señor, y ve¬
nero aun en medio de sus desgracias, por
que ellas me son muy sensibles.

( 2 ) Esto mismo me espuso por re¬
petidas veces el Señor Fiel Den E. P.
en cuya oficina se hallaban las barras, de
que necesariamente exijiese la orden con¬
veniente al Señor Centeno, para nuestra
seguridad, y que al mismo paso nada obra¬
se, sin noticia del jefe inmediato de la casa.

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