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Á LOS AREQUIPEÑOS.

UNA larga serie de calamidades ha sido, ¡Arequipeños! bien lo sabéis, nuestra vida política. Quisísteis vosotros conjurarlas, cuando aun no habian tomado tanto cuerpo; vuestros esfuerzos fueron vanos, pero el mal se ha hecho de tal bulto que ya es visible para todo el que no está obsecado por la llama voràz de las malas pasiones. No os hablo de la agitada agonía en que habéis vivido, de la miseria que os abruma, de la corrupcion que con la doctrina y el ejemplo se propaga: solo os recuerdo que ya se habia castigado y ultrajado como crimen el sentimiento del honor, noble estímulo de las buenas acciones; ya se habia violado la santidad del derecho, condicion inherente a las sociedades humanas; ya se habia vilipendiado y casi extinguido el principio de la autoridad, base fundamental de la libertad y del orden, ó mejor dicho de la justicia y de la paz; y que, no contentos con haber adelantado tanto su obra de destruccion, ya osaban los malos descargar recios y repetidos golpes sobre los indestructibles muros de la Iglesia de Dios, depositaria de sus santos dogmas y de su moral divina, en la cual estriba la estabilidad y el poder de las Naciones, así como el bienestar y la felicidad de los individuos.

Vosotros no podíais consentir en que esa obra de iniquidad se consumára. Yo supe, allá en la tierra venturosa que me habia dado asilo, vuestra firme resolucion de oponeros al torrente que amenazaba destruir el órden social y la sagrada religion de nuestros padres: supe que en el conflicto me invocábais, y he venido presuroso á ofreceros mi débil cooperacion. Mintieron los que os aseguraban que yo no acudiria á vuestro llamamiento: vuestra voz es muy grata á mis oidos y resuena mucho en lo íntimo de mi corazón para que yo pudiera desoirla. Héme aquí entre vosotros pronto á emplear todas las fuerzas de mi alma y toda la enerjía de mi voluntad en servicio de la República y en el vuestro.

Purguemos el país del monstruo que lo devora y de los vampiros que le rodean: mas no puedo aceptar el título de Regenerador con que antes de mi arribo à vuestras playas me habuais honrado. Yo tambien soñé la regeneracion de la Patria en tiempos ménos calamitosos y cuando aun me arrullaban las lisonjeras ilusiones de la juventud; pero una larga y dolorosa experiencia me ha convencido de que Dios, en los arcanos desu sabiduría, la tiene aplazada para tiempos todavia remotos. Ese nombre me impone obligaciones con que nadie, en mi concepto, puede cumplir. Limitémonos á trabajar en una obra de mera reparacion: apuntalemos, ya que no se puede mas, el edificio social que se derrumba. Lo que yo haré será rejiros, si la Nacion me cree digno en este difícil y saludabilísimo trabajo, y me daré por bien feliz, si con vuestra cooperacion y la de todos los buenos llegase á ejecutarlo. Con nuevo aliento y mayor confianza lo emprendo, ahora que en ese incomparable júbilo, esas vivas aclamaciones, ese fervoroso aplauso con que nie habéis recibido veo pruebas inequívocas de que, léjos de disminuirse, ha crecido con el tiempo el sincero amor y la ilimitada confianza con que siempre me habéis favorecido.

Arequipa 4 de Diciembre de 1856.

M. I. DE VIVANCO.

Imprenta de M. N. Madueño, administrada por Saturnino Chavez de la Rosa.

Last edit 3 months ago by melissa
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