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cual la virtud es un nombre vano, y el republica-
nismo un principio ilusorio. Por el contrario de
nada sirven los mas grandes aprestos de defensa,
ni el entusiasmo de los guerreros, si parcialidades
insensatas desgarran el seno de la patria, si aspi-
raciones personales toman el lugar de la jenerosa
abnegacion que distingue a los hombres dignos de
la libertad, si rivalidades pueriles o vituperables
suscitan demoras u obstaculos a la grande obra de
la consolidacion del Estado. ¿Quien seria bastan-
temente osado para invadir un pais donde reinase
el orden, la moderacion y el profundo respeto a
las leyes? Por violenta que fuese la ambicion, o
irreflecsivo el orgullo estranjero, se estrellarian in-
faliblemente contra el muro de bronce que presen-
taria una union estrecha y fraternal entre todos los
conciudadanos, acompañada de una tranquilidad ma-
jestuosa y de una resolucion firme de ser tan libres
de toda coyunda estranjera, como del afrentoso yu-
go de las pasiones desordenadas.
La union, pues, es una de las primeras nece-
sidades del Peru, y si esta lo es en todos tiempos,
lo es mas imperiosamente en las actuales circuns-
tancias, en que se columbran al travez de una ne-
bulosa lejania, miras de arrancarle su independen-
cia, con independencia que le ha costado tantos
sacrificios. No basta decir--"hay un jenio tutelar
en el Peru: cuando la cituacion de los negocios
parece mas desesperada, algun acontecimiento im-
previsto viene a
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