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mero, que lo engulló dicho Capaz. Y que debien-
do de restituirse por la barragana de Capaz to-
do lo mal habido, también debe restituir à los pa-
dres de la Merced. Me aseguró, que Capaz ha
dejado en Lima bastante caudal, y que puede ser
que se recaude todavia: que por eso el pimpo-
llo ha aspirado hace ya algunos años, à hacer
una espedicionsita para la capital de Lima à ver
lo que le puede tocar— Confieso à UU. la pu-
rísima verdad, que soy un pobre zoquete, pues es-
tando viendo tantas en mi convento, no entendí
media palabra—¡Y quien sabe cuantas otras co-
sas hizo en S. Agustin, pues era amigo intimo
del P. Solar, aquel que cargó las ollas de plata
de la cocina de S. Agustin! ¡Quien sabe.........!
Me parece, SS. EE., que es llegada la plenitud
de los tiempos de una reforma solida y subsisten-
te -----Yo lo deseo y me suscribo de uno de sus
servidores. El Predicador.
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SEÑORES ATALAYAS.
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Sírvanse UU. insertar en su periódico las
siguientes noticias. Pasaba yo exprofeso por los
portales, porque es el lugar de los ociosos,
donde se saben muchas cosas curiosas, y se ha-
bla aun de la vida de las personas que menos
suenan y truenan. Habían varios corrillos de
hombres de toda farsa, es decir, comerciantes;
abogados, estudiantes, pinganillas, encapados, mi-
litares y clérigos. Yo estaba embosadito hasta
media cara, y me paseaba, como dicen, de bar-
ra à barra escuchando las tertulias. En un cor-
ro se hablaba de la Municipalidad. Salió uno
y dijo: mejor fuera que no existiera, ò botaran
à un rincón las leyes y reglamentos, pues son
cuerpos insignificantes, inútiles, y à las veces
perjudiciales. Otro preguntó ¿porque? y el de
la proposición se sostuvo, según me acuerdo en
estos términos. No ha habido cuerpo municipal
que hubiese correspondido al objeto de su crea-
ción; porque no cumple las atribuciones que se
le ha señalado por la ley reglamentaria de mu-
nicipalidades, particularmente la de ésta capital
que es la mas inútil. Algunas de los pueblos
han trabajado algo en orden à caminos, acue-
ductos, escuelas, y limpieza, à pesar de que ca-
recen de fondos. Solo la del Cuzco es apática
sin embargo de que tiene fondos existentes è ingreso
conocidos. Seis mil $ se han dado a rédito y ade-
mas cuenta como con tres mil pesos annuales,
¿y en que se gastan? La casa consistorial va ya á
arruinarse, y no se trata de su reparo. El puen-
te de Sapi tan útil se halla rajado y muy proxi-
mo à caerse: la pila de la plaza grande sin agua,
la cañería de la del regosijo destrosada, las ca-
lles desempedradas, [...] llenas de basurales. En
fin toda la ciudad en un estado miserable, y su
vecindario espuesto à una peste; quiera Dios que
no sea la cólera morbus que amenaza. Ella se
ha hecho sorda: no obedece ni las órdenes del
Gobierno: no ha querido rendir las cuentas que
le ha pedido la Junta Departamental, y yo ig-
noro el motivo; pero protesto averiguar y chi-
llarme por la prensa.
En otro corrillo se hablaba entre varios are-
quipeños sobre don Julian Cáceres. Uno decia
que era un pobre abogadito de los muy comu-
nes, y que tenia rabia de que muchos arequipe-
ños de mérito, participasen de un asperges por
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causa de éste aventurero, que con su mal com-
portamiento desacreditaba su pátria: que era cier-
to, que habían también muchos paysanos suyos
de la misma catadura, que se hacian odiables
por el quijotismo que observaban, después de ser
otros aventureros; queriendo figurar mas de lo
que son, ò mucha cosa, como decia la letania,
manifestando asi su ninguna educación, y hacien-
dose enemigos aun de los hijos del pais a quie-
nes merecían favores. Otro interrumpió dicien-
do: de estos no se debe hablar, porque es sabi-
do que no merecen la peña, pues no pueden
proceder de familias decentes, sino de las que
yacen en la obscuridad de la sociedad arequi-
peña. La prueba es, continuó, que los que vie-
nen con principales buenos por comerciar y son
conocidos, se comportan de distinto modo, es de-
cir, con finura de la la educación que han reci-
bído, y son apreciables, aunque sean también un
poco aquijotados. El primero interrumpió, éstos
y todos son nuestros hermanos, nos aman y los
amamos, y por uno que otro danzante no hemos
de obscurecer el mérito de los demás: porque
en todas partes hay buenos y malos, agradecidos
y desnaturalizados. Muchos que vinieron desnu-
dos se han enriquecido, y esto nada tiene de
particular pues lo han adquirido en buena armo-
nia con los cuzqueños; ¡pero don Juliansito Cá-
ceres! enemigo no solo del Cuzco, sino de la
Pátria, merece la execración general por malva-
do, por baladron, y porque desacredita à nues-
tro pais. Otro salió entonces y dijo: sé que se
vá al Janeyro, y ojala presto llegase éste caso;
es preciso que un mal paysano desaparezca de
entre nosotros; ninguna falta nos hace, antes mu-
cho bien, porque ya no reunirá españoles para
brindar con ellos por Fernando 7 ° y no nos
llenará de afrenta. A un hombre de ésta cata-
dura se le debe...........En otro pelotón se habla-
ba del Atalaya, le molieron los huesos cruel-
mente, también molieron à muchos señores im-
putándolos autores. Uno decia: yo opino que el
autor es Miranda, porque su estilo es algo pa-
recido por algunas espresiones que tiene de mu-
leta. No, replicó otro, porque el pobresito está
muy cobarde desde el cuento de la carta del
Mayor Guilarte, y no tiene valor para un papel
fuerte como éste: ademas de que no solo él sa-
be escribir. En el Cuzco hay muchos talentos
iguales y superiores, y por último ha dado su
satisfacción en el mismo Atalaya, con certificado
del Administrador de la imprenta, que no se es-
pondria à mentir porque es muy peligroso, y tie-
ne por razón de su destino responsabilidades muy
terribles. Es hacer un agravio el mas grande,
dijo otro, à un pais como el Cuzco, que en su
seno tiene hombres que escriben bien, y mejor
que Miranda. Mil hay ilustrados, en ciencias,
artes, historia, y política. Yo no sé porqué nos
hacen tan poco favor, creyendo que cuanto pa-
pel sale, sea serio ò jocoso, sea obra del "espa-
ñol Miranda." Yo no se que digan los editores
del Atalaya, si se resiente su amor propio. La
letanía le culpan à Miranda; el sueño del perua-
no, à Miranda; anécdotas à Miranda; rasgos edi-
toriales à Miranda; remitidos à Miranda. Yo no
sé como los agraviados con tantos remitidos cáus-
ticos no le han pegado una paliza à tontas y
ciegas, porque dale que lo han de hacer autor,
cuando el pobre ni soñará en tales cosas, pues
no es de los que quieren enemigos porque no
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