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de mi parte ayudaré en esta ocasion, mas cuan-
de hoy motivo de contestar à los diálogos del
Colegial de ciencias y artes y la Educanda, co-
[....] los que se ven en los números 9 y 10, en
los que dicen, que yo y la señorita Errasquin
no mas, merecemos de la dedicación del maes-
tro; y que del piano nos aprovechamos solas las
dos sin dar lujar à las demas: esto es faltar á
la verdad y esta grave falla en la moral de
Perico de los Palizas, sin duda ha cesitado al
vicio de la envidia, unico autor que llena de in-
sultos à unas personas que no dan lugar para
ello; y hablando de mi parte atestiguo con los
maestros de este establecímento, de que mas
bien cedo y doy lugar para que las demas se-
ñorítas se empleen à sus horás en recibir las
lecciones; mas si algunas no se aplican ni se em-
peñan á aprender è instruirse, por mas horas
que tuviese el dia, y mas maestros de los que
tiene esta casa; en vano se causan estos y los
padres de las jóvenes en sacrificarse.
Mis cortos adelantamientos después de la con-
tracción de los maestros (a ) debo á mis des-
velos y aplicación: la consideración sabia del go-
bierno en indultarme con benevolencia' en este
colegio, la debo à los méritos de mi finado pa-
dre, à sus sacrificios y patriotismo, como de
igual modo à la consideracion protectora de nues-
tras leyes en aliviar en jugar en parte las la-
grimas de una madre viuda. Por estos princi-
pios justos debo decir y lo digo, que esta es mi
casa para educarme á pesar de la envidia. No
lo dígo tampoco por el corto pre que me dis-
pensa, sino por aprovechar de la instrucción que
en otro tiempo fue mirada con olvido, ò acaso
por delito para las infelices mugeres.
Están preocupados asi la señorita Educanda
como el Colegial, y lo cierto es, que todo lo que
no se aprende por principios del arte no se po-
see con seguridad, se olvida pronto, y mucho
mas cuando ha llegado la edad de ser padres y
madres de familia (como dice el mencionado Co-
legial) y agovian las obligaciones del estado y
los contratiempos; no solo podran tocar en este
caso por adorno, sino ni materialmente, asi es
que me congratulo, viendo que los desvelos del
gobierno son sabios para la ilustración de la ju-
ventud, y me complazco de que haya proporcio-
nado de maestro de musica al señor Aguilar,
quien con su esplicacion clara y metódica, me
ha sacado de las tinieblas en que me hallaba.
Con estos justos motívos señores Atalayas,
están UU. invitados en el primer dialogo para de-
cir algo; lo esperamos, pues, poseen UU. las
virtudes de justicia, ya que Perico de las Pali-
zas carece de estos adornos morales, y solo se
dedica à los vicios de la mentira, de la envidia,
y de la voracidad. Bien lo conocemos.
Antonina Perez.
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EL ATALAYA
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Repetidas veces hemos dicho en los núme-
ros anteriores, que ni Ínteres particular, ni la pa-
sion, nos animaban á escribir, sino el amor à la
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Patria, á la felicidad publica; el deseo del pro-
greso do los establecimientos de instruccion de
beneficencia, y la corrección de los abusos que
se notaren en los majistrados y corporaciones.
Sea por nuestros discursos editoriales, ó sea por
los remitidos con que á invitación nuestra, nos
han honrado algunos Señores, lo cierto es, que
mucho se há conseguido. ¡Cuantos hombres se
han correjido ò al menos moderado! ¡O salu-
dable libertad de imprenta! ¿Hay alguno que
te abomine? Si: los malvados que á la som-
bra de una buena fé mentida, cometen los peo-
res exesos; y temen ser descubiertos en sus cri-
menes.
Seriamos incansables en escribir Patria,
Union, Felicidad comun, é Ilustración, aunque su-
piésemos morir; pero con sentimiento nos vemos
precisados à suspender, por ahora, nuestro pe-
riódico. Es forzoso, sí; porque no podemos,
sin comprometernos demasiado, circunscribirnos
al sosten de las pasiones: no podemos condes-
cender con muchos, dando lugar en las colum-
nas del Atalaya, à varios escritos muy terribles
que nos han presentado para su publicación:
unos que tocan a personalidades, otros directa-
mente à las vidas privadas, y otros en fin, que
conticuen listas de sujetos, cuyos nombres no
pueden aparecer en reuniones prohibidas, como
las de casas de juego, sin causar escándalo y pro
mover rivalidades. ¿Como habíamos de relajar
nuestras columnas con esta clase de escritos,
quando nuestro proposito há sido escribir con de-
coro y circunspección aun al tocar el joco?
La publicación de aquellos arrastraría funestas
consecuencias. Bien à nuestro pesar, hemos in-
sertado algún articulo agrio, (aunque no de la
naturaleza de aquellos) por no disgustar; pero
esos? No: mejor es dejar la pluma.
Aunque sabemos, y todos saben, que los
que garantizan sus remitidos, serian los que apa-
reciesen en los casos de la ley y nunca los edi-
tores, á menos de que no se denuncie todo el
periódico; sin embargo no queremos corromper
los principios que hemos adaptado, insertando en
medio de lo circunspecto, listas de nombres, y
otras cosas tan indecorosas, como las que hemos
referido. Los autores de ellas, pueden publi-
carlas en papeles sueltos ò en otro periódico.
Dejamos pues de continuar la publicación
del Atalaya, mientras se calmen las pasiones,
que se hallan en tan alto grado de fermento.
Si continuáramos, nos veríamos forzados à con-
descender con la inserción de los papeles que
nos h[...] remitido, por no desmentir nuestro pros-
pecto.
Al indicar à nuestros compatriotas tan in-
dispensable suspension, no podemos dejar de tri-
butarles, sin cometer un crimen, la gratitud à
que estamos obligados, por el aprecio è interes
que han dispensado al Atalaya. Quisiéramos ser
Cicerones para haberles presentado obras perfec-
tas, discursos elegantes, ingeniosos fracmentos de
historia &c. Recibid ¡compatriotas! nuestros bue-
nos deseos, sana intención, y reconocimiento.
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VARIEDADES.
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Para tener en una habitación flores de to-
dos colores y especies, aunque sea en el invier-
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(a) El maestro Cortez no ha sido en mi
tiempo [...], por lo que no tiene parte en mi ense-
nada.
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