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dos distinguí algunos tesoros que representaban
ser residuos de los que antiguamente existieron
en admirable opulencia. Esa muger no pare,
cia, sino una madre desgraciada y de muchos
hijos cargada, porque le oí pronunciar algunas
palabras cortadas con un tono ronco, abatido y
casi espirante: mis hijos... son... !ay de mi!
!ay de ellos mismos!... ¿que serán?... luz divi-
na... sus corazones... muévelos... agonizo....
el dolor... Eran las espresiones que resonaban.
Acerquéme hácia ella, y mi pecho latia ajitado
por tiernas emociones. A su lado se hallaba
un hombre que con el interes mas vivo la acu-
día y curaba sus heridas. Muchos otros habia
que practicaban distintos oficios en favor de
aquella. Saludéla respetuosamente: ella me acó-
jió con benignidad, dirigiéndome una mirada se-
ductora, que interesó mi corazón y cautivó mi
alma. Perdonad, le dije, el atrevimiento con que
hé abanzado mis pasos à vuestra morada. No
sé qué Jenio ó que impulsos me han conducido
à vuestra divina presencia. "Los de la natura-
jeza," me replicó. Supliquéla me favoreciese
con la referencia de los males que la ajitaban,
ofreciéndole que no perdonaría sacrificio para
contribuir à la conservación de su vida. Me
alcanzó una mano: la besé y la dirigí al cora-
zon. Me honró con un abrazo y me llamó hiijo
—No dejé de observar su fisonomía imponente.
Era muy hermosa. Las nueve Musas perderían
todo su mérito à su presencia. Venus, Ceres,
Diana y la Fortuna, serian eclipsadas con su es-
plendor, à pesar del quebranto de aquella be-
lleza y de las cicatrices que tenia. Algunas eran
frescas, y aun tenia heridas recientes que me to-
mé la licencia de labarle con mis lagrimas. Su
edad era misteriosa: parecia à un tiempo joven
y vieja, pero que vivió mucho tiempo, y viviría
todavia: adolesente, si seguian sus persecuciones,
y felizmente si se restableciese su salud por
la cual trabajaban esc respetable varón y los
demás. Ella me habló asi:
Hé tenido una existencia interesante; pero
hé vivido muriendo: mi felicidad ha sido bas-
tante precaria; porque mientras la hé disfruta-
do pocos instantes como en sueño, me hán ro-
deado una eternidad de trabajos, de angustias y
de agonias. ¿Y cuales han sido los móviles?
le interrumpí. Mis riquezas, me contestó y pro-
siguió. "Sí: ellas hán causado esa horrible divi-
sion quo hay entre mis hijos, esos hijos ingra-
tos y desnaturalizados que han degenerado en
verdugos mios. Yo hé sido pródiga: les hé mi-
nistrado la leche que los alimenta y endulza,
cuyo beneficio há engendrado en sus pechos ese
vicio abominable de la ambición. Pocos hijos
me quedan agradecidos à la existencia que me
deben: que defienden la mia: que se interesan
y trabajan por mi felicidad sin aspirar à los po-
cos intereses que me restan. Aquellos me lle-
nan de heridas, y estos las curan: aquellos me
acosan aleves, y estos me defienden: aquellos
hollan y desprecian mis preceptos, esos precep-
tos, que juraron cumplir, y estos son los únicos
que las cumplen y respetan. Actualmente están
sentados en aquel salon terrible (continuó, apun-
tando con el dedo) muchos que juraron verter
su sangre, sacrificar su reposo y fortunas por
mi dicha. Se trata de ella, pero la seducción
de los otros los há hecho perjurar y olvidar
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sus deberes, ligándose al partido que me ofende.
Se habló de consolidar mi felicidad y de
salvarla de sus riesgos. A estas voces impo-
nentes, corrieron mis hijos gustosos de todas
partes, y se reunieron. Pero entre ellos hay
muchos que solo abusan de tan sagrados nom-
bres, y bajo este protesto me preparan la tum-
ba, cuyo fúnebre manto cubriría à mis genera-
ciones futuras. Sin embargo espero mucho ali-
vio, pues à ellos mismos interesa mi suerte di-
chosa. Mi nombre solo es bastante para arran-
car de sus pechos, tristes suspiros: tiene mucho
imperio sobre sus corazones... El Dios Satur-
no me declarará la felicidad ò mi ruina y la
de ellos mismos. Obren enhorabuena: quiero
ver si merecen llamarse mis hijos.
Este que veis à mi diestra es mi predilec-
to. Este es el que arrostrando eminentes ries-
gos, ha corrido por todas partes persiguiendo à
mis asesinos, esponiendo su fiel pecho à las
agudas puntas del acero. Nueve veces há sal-
vado conmigo de las garras que para ahogar à
él por acabar conmigo, prepararon esos tigres,
esos nuevos leones hambrientos de la presa.
Este es en fin, el que há curado mis heridas,
y me há proporcionado dias serenos, dias tran-
quilos: Aquellos que ves, son otros tantos hijos
amorosos que me defienden solícitos. Son mi-
rados por mis verdugos, como enemigos de la
paz, mientras son los únicos que la apetecen y
la conservan: como usurpadores, mientras nada
ambicionan: como tiranos, cuando jamas han der-
ramado sangre inocente. Acaban de vengar es-
ta herida que unos malvados me abrieron en
el pecho. ¿Cuando me concederá la Providen-
cia ver â mis hijos, unidos, amarse reciprocamen-
te; vivir una vida común, haciendo también co-
mun su felicidad? ¡Que dicha disfrutaría! Fi-
jarian sus ojos en mi, yo en ellos, y todos se
estrecharían dentro de mi seno. ¡Qué familia,
tan feliz!..... Ahora es tiempo de conseguirlo:
estan tocando el asa de su suerte futura: si
la sueltan de la mano y la pierden de vista?...
El dulce acento con que habló, el tono mis-
terioso, su imponente eco, me infundieron no sé
que sentimiento. Un impulso secreto me obli-
gó á arrojarme à sus pies: abrazelos y estréche-
los con ternura. Madre amada, le dije: yo soy
uno de tus hijos que sabrá sacrificar su vida
por defenderte. Hijo de mis entrañas me res-
pondió: alza y corre à mis brazos. Unióme
con ellos à su blanco pecho y me encargó que
no fuese perjuro: que no me dejase seducir por
sus enemigos para sumirla en el abismo de eter-
nas desgracias: que siempre tuviese presente su
dulce y dominante nombre, y que jamas dejase
de invocarlo. Entonces mi corazón pronunció
enternecido ¡MADRE AMADA! ¡OH PATRIA
MIA!!!!
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REMITIDOS.
CONVENCION.
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No se hicieron los Pueblos para Lejisladores y Le-
jislaciones, ni para gobiernos y gobernantes; sino
que gobernantes y gobiernos, Legislaciones y Legis-
ladores se hicieron para los Pueblos.
Supérfluo sería, en verdad, gastar el tiempo.
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