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EL COCACHO

Remitidos.

Los siguientes artículos fueron entregados à los EE. del OBSERVADOR para su insersión, por no
poderse publicar en el periódico oficial, y no salir el CORREO DE ENCOMIENDAS. No fueron ad¬
mitidos con infracción del Supremo Decreto de 6 de noviembre de 1830, y en contradicción de una de las
advertencias de dicho Observador, y del prospecto, pues no tocan directamente á persona ó autoridad seña¬
lada, ni pugna el reglamento de la libertad de imprenta. Los autores de los remitidos que se insertan á
continuación, no comprendemos este misterioso procedimiento, y separandonos de queja los publicamos en pa¬
pel suelto, sin haberle quitado una coma, y lean los curiosos como fueron y son en la forma que sigue.

Señor observador: —Apuesto un alfeñique que
con toda su observación enteritano observó U.
varias cositas risibles la tarde de la última reu¬
nión de electores. U. me dirá que no concurrió;
yo sí , y vea U. cuanto observé, y si soy digno
de ser su compinche. Pasaba yo por la calle
de san Bernardo y oí una especie de marimore¬
na en la sala de sesiones departamentales, y lo pri¬
mero que miré fué un hombre bastante infintoso
que hablaba al parecer con elocuencia, pero à
esta le daba buenos cocachos : su pronunciación
afectada me indicó ser algun pedantico que estu¬
dió sus discursos por lucirse, y las circunstancias
le hacían deblaterar; sus dientes ajustados impe¬
dían la breve articulación que se parecia à un
Frances que comienza à aprender el Español : él
tono con que se espresaba parecia al del padre
Victoria cuando predica tres horas por viernes
santo. ¡Ah que elegancia! Los estilajos que
nos metia venían de sur y norte y salían de la
alforja de un zopapo , y de otro se metían en
la alocución, vengan pares ò nones, y à cada
instante voltario, repasó todas las voces del dic¬
cionarío suyo ò ajeno por todo el alfabeto y des¬
pachurró que aburría. Cate U. padre oigo antro de
electores. Iba à correr fuera de susto por que me
creí agraviado aunque no fui elector : mi compadre
me tomó de la capa y me dijo que oyesemos el fin
de tantísimos argumentos: yo le repliqué que ha¬
biamos sido insultados por un me-que-tre-fe; ¿y
por que? repuso—por que he oido decir antro
de electores.— ¿Pues qué quiere decir ? Cueva,
gruta ò caverna de electores como si fuesen es¬
tos ladrones ó buitres que paran en antros — ja,
j, jay, tiróse de risa el compadre, con que en
suma este que habla tan elegante con ese tono
magistral, y aire de doctrinero no sabe lo que di¬
ce?— asi lo veo Y oigo—pues como preside la mesa?
por que, por que....quiso....no quiso....quiere....
no quiere....ser sindico, y para adquirir o-p-i-
pi-n-i-ni-o-n-on y así lo sea, es preciso hablo¬
qúear, después de tener algunos á favor—Tinti¬
rintintin; que trufaldin! tontorontonton; que
pedanton! ¡Que bien se la pusiera en Atenas!
—pues que hubo en Atenas? —que cuando De¬
móstenes arengó por primera vez lo chafarrina¬
ron y chiflaron , y el pobresito tubo que retirar¬
se à un subterráneo, y salir de cuando en cuan¬
do à las playas à estudiar por un año, hasta con¬
siderarse capaz— pues según eso este ño presi¬
dente que merece?—que le escupan y lo saquen
con un trapito y vaya a las playas del guatanay
(único rio) comiendo canacho, y jarreya, que
jarreya que estudie hasta que enteramente se vuel¬
va ciego ( ya que lo es medio, antes de haber
estudiado) , y entonces vuelva muy metido en su
corbata de serda á remendar el antro aunque el
insulto es una bicoquilla por ser de quien se de¬
jó conocer por el forro,

Diez y nueve mil novecientos noventa y
nueve argumentos hubo por activa y por pasi¬
va, y aburrido le dije al compadre que nos
fuéramos antes de que pase de veinte mil, (y an¬
tes de que esa vocesita de ahogado que acaba¬
ba de oír me rompiese el timpano y removiese
mi estómago), pues hasta yo tenia gana de com¬
pletar el que faltaba desafiando al doctor ayarza¬
do y preguntando— ¿que reglamento ò Constitu¬
ción les declaró tantos Usias por aqui, useñorías
por allá , vuesas señorías por arriba, y vuestras
señorías por abajo, y tanto soberano al colejio, á
despecho del artículo 169? y por que no me die¬
se tabardillo pues ya tenia dolor de cabeza, iba
à largarme, cuando oigo decir à un celeberrimo,,
>Señores en valde tantas objeciones y refutacio¬
nes : la comisión permanente de la M. H. J. D.
debe resolver sobre la cuestión; y mientras, se
debe suspender, y nosotros à nuestras casas>—
Santa palabra dije, me vine de flanco tiezo y
aqui me tiene U. con la historia.

El Duende de las elecciones.


Diálogo entre don Antonio y don Felis sobre, las
ocurrencias habidas en la última reunión del cole¬
jio electoral de provincia el dia 19 de diciembre

Don Antonio. Venga la mano señor don fe.

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