4

OverviewTranscribeVersionsHelp

Facsimile

Transcription

Status: Complete

lis; ¿que le há parecido à U. nuestro bien con¬
vinado triunfo de esta tarde? Con que quisieron
los miserables municipales, sujeridos por el sín¬
dico revolvernos la tortilla. Mal trago para el¬
los, no lo consiguieron; ya se vé, gracias á nues¬
tra constante actividad.

Don Felis. Pero....vamos; digame U. que
es lo que hizo, porque me tiene ancioso de sa¬
ber cuanto haya ocurrido, supuesto que lo veo
lleno de alborozo.

Don Antonio. ¿No vió U. las cosas que pre¬
cedieron antes de que nuestro doctor ocupase su
silla presidencial en el Colejio?

Don Felis. No hé palpado todo, porque
cuando yo llegué entraban yá todos los señores al
salon de sesiones, y solo pude alcanzar, que nues¬
tro héroe transitaba aparentando guiar à un nú¬
mero de personas, saboreandose en su grande y
acompañado paso, su capote terciado, su mano
derecha puesta orisontal como tambor-mayor que
hace signo del toque de jenerala, sus pies en pun¬
to de pirueta en el paspie-bretaña, y su voz tan
sonora como la campana que manejaba el señor
Turco en los juegos de Monsieur Bergard, que
creo entonaba muy pianito por la clave de ut y
6 por 8 la ingeniosa tonadilla que con tanta sal
exhibieron en una de las grandiosas funciones en
celebridad de nuestro digno Presidente, que decia:

Ola,....ola,....ola,
Ola,....ola,....ola,
Que vengo guiando
A los que dan bola,

Con la conclución de esta estrofa, ví que
tomó su asiento en los bancos últimos del salón,
y no en la silla presidencial.

Don Antonio. ¡Vaya! !vaya!, como se co¬
noce que U. fijó su atención en las cosas pe¬
queñas y no en las sustanciales que convenian
para la celebridad de nuestra victoria. ¡Que!
¿no vió U. el debate con que se principió la se¬
sión en el que sufrieron la completa derrota los
aficionados à las ideas de la Municipalidad? ¿no
vió U. que la grita de nuestro partido resolvió,
que ocupase la poltrona el doctor con los de¬
más de la mesa formada desde la reunión ante¬
rior con solos 62 electores, debiendo ser 74?
¿no vió U. y oyó el precioso discurso, pronun¬
ciado que se puede reputar improvisado, porque
apenas tubo 24 horas de tiempo?; ¿no vió U.
y oyó, esas palabras proferidas, que formaban
la entera espresión del pensamiento humano, y
que para completar esa espresión, fué preciso
llamar al socorro, ya el acento, ya los visajes
en la fisonomia, el tono jeneral en discurso, el
flujo y reflujo de las palabras retumbantes, con¬
junto de hipérvoles para sostener esa ampliación
que denotase el plan y el objeto, y últimamen¬
te ese estilo, esa delicadeza en las espresiones,
esa educación y modales en todos los movimien¬
tos y acciones?; ¿no vió U. en fin y oyó, que
para colmo del melífluo discurso les sopló esa
altisonante palabra de, antro de electores, an¬
tro de municipales?

Don Felis. ¿Y que quiere decir esa voz
antro?

Don Antonio. Aquí está pues el golpe fi¬
no que há dado mi gran paysano. Antro, quie¬
re decir, cueva, ó caverna. Esta es la acep¬
ción que tiene esa palabra en español y frances,
por lo que debe U. deducir, que nues¬
tro héroe, quiso encajarles, que los electores
y también los municipales estaban en cuevas, ó
merecian estarlo, que es lo mismo.

Don Felis. ¡Raro injenio! con que pode¬
mos asegurar que nuestro triunfo fué completo.

Don Antonio. Tan completo que no hu¬
bo atleta que no quedase sobre la arena, pues
se decidió, que ni el gobierno tuvo facultad
para la reunión del Colejio, ni la Municipa¬
lidad para anular las elecciones, aunque se
hubiesen practicado con los 12 electores de la
ley derogada.

Don Felis. Con que podemos gritar de
voz en cuello, que nadie mueve á nuestro Sín¬
dico su elección.

Don Antonio. Toma; ¿quien le puede mo¬
ver? pues que, ¿no tenemos elementos para
sostenerlo con fibra?

Don Felis. Sí, es muy preciso, basta su
humildad, con la que se esplicó en aquella no¬
che de las votaciones. ¡Caramba! como me
sirvió entonces esta voz humildad, que corrí
por el salon, y de la que se afectaron todos
los corazones sencibles.

Don Antonio. Vamos: entre U., que ya
creo están aguardando los de la partida. De¬
jemos para mañana nuestra agradable conver¬
sación.

[ Continuará.]

COCACHO A LOS SOLDADOS.

¿Qué es esto que nos sucede? Miseria, ham¬
bre y calamidades sin que haya mas motivo para
ello que ecsistir soldados en la ciudad? ¡Toma,
ya lo entiendo! Ellos andan por las calles, se
ván à los caminos; apercollan todos los víveres,
y combustibles; pagan al precio que les acomo¬
da v. g. por lo que vale un peso dos ò tres rea¬
les; aporrean à los internadores que traen co¬
mestibles, y à las veces les fletan dos ò tres
puñaladas. Escarmentados los especuladores ya
nada traen por no sufrir tamañas vejaciones, y
la población carece. No es solo esto: andan de
noche piden pezetas; si no las afloja la persona
áquien se dirijen tiene que sufrir un zopapo, ò
aflojar el sombrero el paño, corbata cuando me¬
nos, sino es la capa. ¿ Por ventura los soldados
no deben estar cerrados? por que les dan sol¬
tura para darles campo á que roben y cometan
veinte desordenes? Ciertamente que esto no debe
oirse, pues murió el ejercito español, y los co¬
lombianos se fueron. Ecsitamos el celo de los
Jefes militares para que se ponga remedio. Va¬
rios asesinatos se han perpetrado en la ciudad
por los soldados; y los perjuicios que padece el
vecindario demandan consideración.

Unos vecinos.

CUZCO ENERO 8 DE 1833.

Imprenta pública por P. Evaristo Gonzalez.

Notes and Questions

Nobody has written a note for this page yet

Please sign in to write a note for this page