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ro secretario de legacion es amigo o enemigo
de los amigos del hombre ilustre a quien adu
la e insulta al mismo tiempo en su cuaderno:
si es paruano o ingles; restaurador, confederado
o imparcial; blanco o negro; amigo del orden
o del desorden; rana, pajaro o murcielago. Les
ha querido el pobrecito hacer la forzosa; pe-
dirles la limosna con la pistola en la mano. A-
demas ha querido tambien adquirir un nom-
bre:

Sunt qui cupiunt magnis inimicitiis inclarescere:

una reputacion europea; prepararse los titulos
de honor, y las recomendaciones con que Lord
Palmerston tendra la honra de presentarle a la
Reina Victoria.

UU. diran, señores Editores, que somos
quiza demasiado chocarreros. Mas ¿por que no dijo tambien:pa-
ra dar paso al suspiro y a las aspiraciones de
los estudiantillos?

Dice tambien que no hay entre nosotros
libertad de imprenta sino para incensar al ele-
vado, y cebarse en el caido; (¡pobre muchacho!)
como si el mal consistiese en el simple hecho
de que se trata, independientemente de sus
circunstancias; como si no fuese justo incen-
sar a Dios y cebarse en el demonio; y como
si su ejemplo mismo aunque mal escojido, no
desmintiese el torpe sentido de su satira.

Aqui desgracia y tambien crimen es el caer.
A quienes hace U. alusion, señor secretario de
embajada? Acaso a los dos personajes que se
dejaron caer de los altos del palacio de Lima,
al malecon de Guayaquil?

U. se llama estraño a todos los partidos;
y despues no hesita en hablar de su amar-
gura que rebosa en su alma (lo que sale afue-
ra ya no lo siente el alma, y no puede ser
amargura) contemplando esneñas desconocidas, y
la suerte que se muestra esquiva al pabellon
nacional, y el desorden y la arbitrariedad y
todo lo demas de su pasaje paj. 4a hasta las
palabras correjir la inesperiencia (correjir lo que
es negativo) y aun despues, y en todo el cua-
derno; sin reflecsionar que no hay en el una so-
la palabra que no demuestre la tendencia, las
afecciones y los deseos de quien lo ha escri-
to. Hablamos aqui de sus deseos relativamen-
te al Peru, y no de aquellos que se refieren
a su legacion en Inglaterra.

Sentimos mucho, señores Editores, que UU.
se hayan desdeñado indicar todas las contra-
dicciones que acabamos de observar en el di-
choso cuadernito de las observaciones, y muchas
otras mas, que en nuestro juicio, pudieran ser-
vir para completar el cuadro del merito lite-

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* Respiro. El rato que se da para descansar
de la fatigam y volver a ella con nuevo aliento.
Diccion. de la Academ.

rio-politico de nuestro gran publicista. Por
ejemplo, cuando dice, paj. 6, que la natura-
lizacion puede verificarse, o ipso factu, por ha-
ber nacido en el seno de un pais, o median-
te ciertas formalidades, o llenando ciertas con-
dicciones; ¿como no vio que entre estas condi-
ciones se halla inclusa la del casamiento, y que
el mismo demuestra por este modo de mirar
la cuestion, que sus adversarios dicen bien, y
que la razon no esta de parte de el. Lo sabe-
mon, no teniendo nada mas que decir, dira que
es imposible que un ministro tenga razon; y
es imposible que un ministro tenga razon; y
que los que piensan como el ministro son hom-
bres venales, aunque demuestren la justeza,
ecsactitud y utilidad de sus opiniones; y que
el unico que puede tener razon es el . . . . el
hombre que no pertenece a partido alguno . . . .
el que reboso de amargura . . . . el que no tiene
miras ocultas . . . . el futuro secretario de la
embajada de Inglaterra.

No queremos, SS. EE. estendernos en este re-
mitido hasta la cuestion principal, que UU. han
tratado ya con un ecsito demasiado feliz, para
que juzguemos necesario reunir nuestros traba-
jos con los suyos. Es verdad que UU. no pue-
den contar, como el estudiantillo, con el pa-
recer unanime y la aprobacion lisonjera de nu-
merosos, intelijentes y verdaderos amigos, unida
a la de varios sujetos, acerca del merito lite-
rario de sus producciones. (V. el Comercio nume-
ro 378) Sin embargo, podemos asegurarles que
a pesar de las impertinencias del estudiante,
no faltan hombres de talento que les hacen
justicia, y verdaderos patriotas que les queden
agradecidos. Asi es que nada tenemos que aña-
dir sobre este punto. Concluiremos felicitando
al estudiantillo por la admirable idea que tu-
vo de aprovechar la ocasion que le ofrecio el
oficio del ministro, a fin de hacer brillar de-
lante de sus numerosos e ilustrados amigos y
varios otros su jenio y su arte de escribir: me-
ter ruido en nuestra republica literaria con la
aparicion de su cuadernillo; y adquirir merito
a los ojos del hombre ilustre, haciendole entender
lo mucho que el es capaz de hacerse terrible, des-
pues de haberse hecho . . . . tan ridiculo.

Otros Peruanos.

VARIEDADES.

ALCORAN.

o mas bien el KORAN.

Este libro gobierna despoticamente toda la
Africa septentrional desde el monte Atlas hasta
el desierto de Barca, todo el Ejipto, las costas del
Occeano Etiope en el espacio de seiscientas le-
guas, la Siria, la Asia menor, todos los paises que
rodean el mar Negro, y el mar Caspio, escepto el
reino de Astracan, todo el imperio del Indostan,
toda la Persia, una gran parte de la Tartaria y
en nuestra Europa la Tracia, la Macedonia, la
Bulgaria, la Servia, la Bosnia, toda la Grecia, el
Epiro y casi todas las islas hasta el estrecho de
Otrante donde concluyen todas estas inmensas
posesiones.

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