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Que yo soy el Rey del mar,
Y mi furia de temer.

En las presas
Yo divido
Lo cojído
Por igual,
Solo quiero
Por riqueza
La belleza
Sin rival"

Que es mi barco mi tesoro.

"¡Sentenciado estoy á muerte!
Yo me rio:
No me abandone la suerte,
Y al mismo que me condena
Colgaré de alguna antena
Quiza en su propio navio.

Y si caigo
¿Qué es la vida?
Por perdida
Ya la di,
Cuando el yugo
Del esclavo
Como un bravo
Sacudí."

Que es mi barco mi tesoro.

"Son música mejor
Aquilones,
El estrépito y temblor
De los cables sacudidos,
Del negro mar los bramidos.
Y el rujir de mis cañones:

Y del trueno
Al son violento,
Y del viento
A rebramar,
Yo me duermo
Sosegado,
Arrullado
Por el mar."

Que mi barco es mi tesoro.
(J.E.)

EL ESTANDARTE.

Un año hace que esta capital recibió en sus
muros al Supremo Protector después de termina¬
das las gloriosas campañas de la pacificación del
Perú, y nueve años de desgracias habían marcado
la ausencia dolorosa del Jefe que en 827— dejó las
riendas del poder. Desde este aciago día, com¬
batida la nación por los furores la anarquía, los
cuerpos representativos fueron el semillero de la
discordia y el funesto escollo de la paz, cuando
aún resonaba el grito de victoria á los gloriosos
recuerdos de Ayacucho. Convertido el Perú
en teatro de desorden, desmoralizado el ejér¬
cito brillante que acababa de fijar la Independen¬
cia americana, lejos de la escena pública los
hombres importantes del país, habíamos llegado
al colmo de la degradación y la deshonra, cuando
al último estallido revolucionario la patria mori¬
bunda implora el auxilio de Bolivia, y a la sombra
de su benéfica protección, de los esfuerzos de su
Jefe, y del sacrificio de sus hijos, se ahuyenta la
anarquia, se ahogan las facciones, y se prepara el
vasto y magnífico edificio de la gran Confederación
Perú - Boliviana que hoy escita la atención del mun¬
do culto y provoca la envidia de nuestros enemigos.
Pero aún resonaban los cantos de alegria y el en¬
tusiasmo más decidido festejaba este día clásico en
nuestros anales, cuando un acto de perfidia, una
violación horrorosa á las leyes de la hospitalidad,
una ofrensa á la justicia y al honor del Pueblo Pe¬
ruano nos obliga á tomar de nuevo las armas para
defender tantos derechos ultrajados, y la integridad
del territorio amenazada.
Once meses han transcurrido desde este
día aciago: en ellos las maniobras de nuestros
enemigos no han servido mas que para consolidar
el sistema que ya no puede retrogradar porque se
afianza en la voluntad de un pueblo libre. Se ha
abierto una época desconocida en nuestros fastos.
El jénio que la preside la consumará, y la cordial
unión de tres naciones indisolublemente unidas
por los vínculos del interés, de la simpatía, y
de la convivencia, ha puesto un muro inexpugna¬
ble a las irrupciones de la anarquía, y ha desmen¬
tido de un modo solemne las calumnias de los que
atribuyen á la fuerza de sus armas, lo que es fruto
del convencimiento y espontanea producción del
voto nacional.

Los que lo duden vengan al Perú; recorran
sus dos rejiones de costa y montaña, y no obser¬
varán mas que un sentimiento unánime de cordi¬
lidad y de entusiasmo; una persuación íntima de
las ventajas que el pacto de Tacna nos ha pro¬
porcionado; una resolución incontrastable de opo¬
ner todos los esfuerzos del patriotismo á los ma¬
nejos y a los ataques que quieran destruirlo, y la
gratitud más profunda, la estimación más sólida, y
la consagración más ilimitada, al hombre destinado
por la Providencia para realizar los bienes que
apenas osabámos esperar y para trazar una nue¬
va senda de prosperidad y sólida gloria.

Este aniversario nos recuerda el momento
afortunado en que el heróico pueblo de Lima se
precipitó al encuentro del que le traía tantos bie¬
nes, y del que en su obsequio había abandonado
las delicias de los afectos doméesticos y el teatro de
sus espléndidas glorias administrativas. Tení¬
amos muy presentes, al acojerlo en nuestros muros,
las virtudes que desplegó durante su administra¬
ción en el Perú, y las esperanzas de su presencia
escitaba, esperanzas que han sido desmentidas,
que cada día adquieren nuevo vigor, y de cuya
plenitud gozaremos muy en breve.

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