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EL JENERAL
EN JEFE DEL EJERCITO DEL SUR
A SUS COMPATRIOTAS.

Conciudadanos: La caprichosa fortuna que no siempre se decide por el valor, la razón y la jus¬
ticia, desamparó las huestes de la Patria en los campos de Incavi. Ni la pericia militar, ni el coraje
de nuestros bravos, ni la inmensa justicia que favorecia nuestra causa, bastaron à inclinarla, para que
se negase en protejer à los esbirros de la tirania, à los esclavos del asesino de la Pátria y de nues¬
tros hermanos.

Compatriotas: Si los hijos del sol fueran incapaces de entusiasmo, si en el suelo de los Incas
no existieran corazones jenerosos dispuestos à sacrificarlo todo por la vindicación del honor y decoro
nacional, mejor sería que todos desaparecresemos, para no legar à nuestros hijos la infamia y el des¬
precio de todos los pueblos de la tierra; pero un pequeño esfuerzo de los peruanos basta para repa¬
rar nuestras desgracias—Siempre sirvieron los contrastes de escuela à todas las naciones, y entre noso¬
tros han señalado la época de olvidar nuestras disenciones domésticas, para marchar unidos por el
camino de la gloria. Un gobierno legitimo y poderoso—el Ejército del Norte fuerte de cuatro mil
hombres, mandado por un Jeneral valiente, activo y amaestrado en los infortunios—mas de mil vete¬
ranos salvados à las furias del destino, forman los halagueños elementos, con que antes de cien dias
podemos afianzar para siempre la Constitución, el honor, la independencia y la integridad de la Re¬
pública.

Amigos: Resueltos à perecer todos mis compañeros—depuestas ante el altar de la Patria to¬
das las pretensiones particulares—relegadas al olvido todas las discordias de familia, no falta sino que
querais que la Nación sea independiente, libre y feliz. Reunios todos en torno del Gobierno, y con¬
siderando los males que os pueden sobrevenir por la apatia, y entre ellos el mayor de todos, la pér¬
dida de la soberania, volad a contribuir de todos modos à que la Patria exista con gloria y mages¬
tad; ó si está decretado por el destino que ella sucumba, que los vandidos al hollar el suelo sagrado,
no encuentren mas que escombros y ruinas.

¡Pueblos del Perú! El peligro de la Patria es positivo—los sacrificios que os demanda, espon¬
táneos, prontos y eficaces. En vuestras manos está su salvación ò su ruina—Vuestros altares, vues¬
tras esposas è hijos, vuestros hogares, y todo cuanto tiene el hombre de amable sobre la tierra, to¬
do esta espuesto à servir de pábulo; la venganza, la rabia de los satélites de Santa Cruz.—Sal¬
vad tan caros objetos.—Aun os quedan valientes decididos à sacrificarse mil de veces—A su sombre
os lo jura el último de ellos—

Miguel San Roman.

Cuartel jeneral en Puno a 25 de Noviembre de 1841.

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