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una á otra parte infrinjiesen alguno de los ar-
ticulos contenídos en el presente tratado, di-
chos ciudadanos serán personalmente respon-
se bles del hecho, sin que por esto se inter-
rumpa ha armonía y buena correspondencia
entre las dos naciones, comprometiéndose ca-
da una á no protejer de modo alguno al ofen-
sor ó á sancionar semejante violación.
3.° Si [lo que a la verdad no puede es-
perarse] desgraciadamente alguno de los artí-
culos contenidos en el presente tratado fuese
en alguna otra manera violado ó infrinjido, se
estipula espresamente que ninguna de las dos
partes contratantes ordenará ó autorizará nin-
gunos actos de represalia, ni declarará la guer-
ra contra la otra por quejas de injurias ó da-
ños, hasta que la parte que se crea ofendi-
da haya presentado á la otra una esposicion
de aquellas injurias ó daños, verificada con prue-
bas y testimonios competentes, ecsijiendo jus-
ticia y satisfaccion, y esta haya sido negada
ó demorada sin razón.
4.° Nada de cuanto se contiene en el
presente tratado se interpretará, sin embargo,
ni obrará en contra de otros tratados públicos
anteriores y ecsistentes con otros soberanos ó
Estados.
El presente tratado de paz, amistad, nave-
gación y comercio, será ratificado por el pre-
sidente de la republica de Chile, con el con-
sentimiento y aprobación del congreso de ella,
y por el presidente de los Estados Unidos de
América, con el dictamen y consentimiento
del senado de ellos: y las ratificaciones serán
canjeadas en la ciudad de Washington en el
espacio de nueve meses, contados desde el día
en que se firma este tratado, ó antes si fuere
practicable.
En fe de lo cual nosotros los infrascritos
plenipotenciarios de la república de Chile, y
de los Estados Unidos de América, hemos fir-
mado y sellado, en virtud de nuestros plenos
poderes, el presente tratado de paz, amistad,
navegación y comercio.
Continuara.
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EL REDACTOR.
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Al hablar del hecho de armas de !a
mañana de ayer, no es nuestro animo es-
tendemos mucho en formar su elojio:
hay acciones que solo deben ser casi
simplemente enunciadas, y cuyo valor
parece disminuido, desde que se nota
en el narrador el designio de relevar su
mérito. La importancia guerrera de
ese ocontecimiento puede valuarse por
todos, si se considera que el asalto de
la fortaleza principal del Callao, por un
número eje soldados igual, y tal vez in-
ferior al de los que la defendían: y prac-
ticado sin el ausilio de los elementos,
que emplea regularmente el arrojo para
ejercerse en una de las operaciones mas
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arriesgadas y mas imponentes, de cuan-
tas numera entre sus peligros la espino-
sa carrera militar; es un hecho que
bien podría igualarse à los que la imaji-
nacion ecsajerada de los poetas, ensan-
chando los límites de lo posible, ha
ideado para los poemas, si estos tubie-
ran como aquel la ventaja de ser reales.
Desafiar el estregó del canon, casi lo-
cando su mortífera boca, y sin mas re-
paro que un pecho que no da cabida al
temor; escalar con arte no aprendido, y
obra solo del coraje detenido en su em-
puje, los mismos muros, cuyo aspecto,
aun sin notarse en ellos señales hostiles,
espanta á los ánimos comunes; no son
esfuerzos ordinarios de valor; son (sin que
nada halla de ridiculo en esta califi-
cación) prodijios, que no se ecsijen en-
tre los penosos deberes de un militar.
Si el triunfo de ayer es satisfactorio
por lo que tiene de grande, no lo es me-
nos por la prenda de seguridad que ofre-
ce al orden legal: el gobierno ha visto,
sin necesidad de convocarlos, volar a res-
tablecer aquel los guerreros, que reti-
rados á sus hogares y sin ejercicio ac-
tual de su profesión, habían colgado el
acero que les diera nombre en los com-
bates. Pasó ya el tiempo en que una
porción abatida de soldados infieles pu-
diera disponer de la suerte de los pe-
ruanos, é intimidar á las autoridades cons-
tituidas: apenas se oye el grito de la
insubordinación y del desorden, cuando
espira con el frenético que lo lanzó, so-
focado por mil brazos robustos, que for-
man la valla inespugnable de la admi-
nistracion. Pero estos mismos brazos
dispuestos á mantener asentado el trono
de las leyes, no son los que elevan el ne-
gro solio del despotismo. Esas fortale-
zas hoy allanadas por sus golpes, los
vieron coronar armados su sacro re-
cinto, cuando la tirania tendió la gar-
ra para hacer presa del gobierno que
la opinion proclamó. La trompa sona-
da entonces desde las sobervias torres
del Callao, vio venir inflamados de pa-
triotismo y ardor marcial millares de
virtuosos vengadores de la patria, prontos
á teñir con su sangre los muros protec-
tores, antes q' tolerar fuesen profanados
por el crimen; y hoy la misma trompa,
anunciando la rebelion mas escandalosa,
solo ha mirado desertar el valor y la vir-
tud para volver su esfuerzo contra la
guarida de la embriaguez, de la rapiña
y de la inmoralidad.
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IMPRENTA DEL ESTADO POR EUSEBIO ARANDA.

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