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seguridad y satisfacción, á hacerse el interprete o el apoderado de tres departamen¬
tos, insultando á nombre de ellos á los demás. Al contestar el anónimo no tenemos la
vanidad de afirmar que nuestro pobre voto lo sea de todo el departamento de Are¬
quipa, á pesar de que su opinión está bien pronunciada por actos repetidos que no des-
mentirá jamas, y de que ha sido general el disgusto al leer el papel que nos ocupa.
LEY y ORDEN, son y serán sus principios. Hablamos pues como particulares y no¬
tamos con dolor que el anónimo haya creído necesario para desenvolver su plan, de¬
sacreditar al pueblo de Lima y ponerlo bajo del punto mas odioso y detestable: un pue¬
blo que á pesar de cuanto se diga es llamado à ocupar un lugar distinguido por sus es¬
fuerzos continuos en pro de la independencia, de la libertad, de la ilustración y del
bien general, y de la paz suma de todos los bienes. Lima quiza es delinquente por ha¬
ber sido tan constantemente muy plegada à la ley: pero sea lo que se quiera; la corrupción
que se le supone sera causa para que infrinjiendo toda ley, se le intime á la Conven¬
ción con insolencia y se le ponga en la mas vergonzosa alternativa? ¿No es un crimen,
á la faz de todos los pueblos cultos de la tierra, atacar la libertad de un cuerpo el mas
respetable por los individuos que lo componen, por los poderes que ejercen, y por el
grandioso objeto á que está destinado? El principio de que los departamentos se hallan
en el caso de romper sin crimen la integridad de la Republica, es fálzo y criminal. El
pacto no está disueltó mientras exista la Constitución, y la Constitución existe y exis¬
tirá mientras la Convención no de otra que la subrogue. Cualquier acto anticipado es
violento y atentatorio contra la integridad nacional; pues la nación peruana es la asocia¬
ción politica de todos los ciudadanos del Peru ( art.l. ° de la const. )E1 acto de fraccionar¬
se de propia voluntad bajo pretexto de ciertas conveniencias politicas, abre la puerta
á la disolución del estado: el mismo anonimo confiesa los pueblos no son jueces de
los pueblos, mucho menos lo podrán ser de la Convención para à nombre de ellos tra¬
sarle el camino que deba seguir. La opinión de los pueblos del Perú y de los mismos
departamentos por quien se toma la libertad de hablar, es obedecer à lo que dispongan
sus legítimos representantes. El Perú ha temblado siempre al dirijir sus miradas a las
provincias argentinas, y tratando de aprovechar de lo que pasa á su vista ha exijido
incesantemente el respeto por su constitución y por sus leyes. Detesta la anarquia y el
despotismo, y es incapaz de capitular ni con la una ni con el otro.
Supone el anónimo que muchos de los diputados por el Cuzco, Puno y Ayacu-
cho han protestado, que ó la Convención saldra de Lima ó se negarán al ejercicio de
sus tareas en esa capital corrompida. Esta imputación, si fuese cierta, hária muy poco
honor a los diputados que verifiquen sus ofrecimientos. Es difícil creér esta aserción
de hombres que tienen honor, que esta en sus intereses corresponder á la confianza
que les han hecho los pueblos, y que deben temer deshonrarse ante la posteridad y
ante los pueblos todos. Los diputados a la Convención no pueden ignorar que para el
ejercicio de sus poderes, necesitan libros, que no los hallarán en Jauja colocados re¬
pentinamente en bibliotecas; de consejos de hombres sabios, que no los habrá fuera de
Lima con abundancia, y que en los casos apurados no se ocurre á libros, que es preciso
haberlos leido con mucha anticipación para hallar lo que se quiera: de escritores que den
luz sobre las materias, y que versados ya en el teatro dirijan la opinion hacia el bien: de
ministerios à donde es preciso ocurrir casi diariamente para ponerse al alcance de la
administración: de las oficinas de todo ramo, por que la Convención no es solo para
reformar la constitución, siendo el único y supremo cuerpo lejislativo. La barra, á
quien parece despreciar el anonimo, es importante con su rumor y à la vez con su si¬
lencio. Allí concurren hombres que ojala por suerte de la patria ocuparan mejor asiento
La barra contiene los desmanes de algunos diputados y alienta la honradez de otros.
El voto publico de esa barra forma parte de la fuerza moral de los congresos: unica
fuerza por la cual se sostienen en toda parte del mundo, y que va haciendo marchar
a la especie humana hacia su dignidad y su dicha. La barra ni el pueblo de Lima no
corrompen á nadie, y si los corrompen será hacia la libertad, hacia el bien: corrupción
oportuna y digna de desearse. Es bastante sospechoso el nombre de demagogos, que
el articulista dá á los escritores por injuriarlos. Siglos ha que bajo de este nombre son
conocidos, los que olvidados de si mismos se entregan sin reservar sacrificio al bien de
los pueblos, y a luchar con el despotismo y la tiranía, y á establecer el imperio de la
razón y de la ley. Los escritores se honran ya con este dictado y será menester in-

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