La linda poblana: zarzuela en dos actos

acomodado conducen mi persona maltratada ã la Villa: donde tube quien apiadado curara mis heridas. Afrentado de mirar en lo que paran la fuga, é ingratitud, bolver no quise ã la patria, antes ocultando el nombre ã nadie comunicaba mi nacimiento. Ya sano, fui a Vercruz. La escasa fortuna me preciso ã que en los barcos tomara partido, y el marinero cruce de aquel Puerto ã España; Muchos viajes hice: Dos al Peru: Quatro ã la Havana: y uno ã china. Pobremente asi mi vida pasava. Quando estando en Cadiz, supe que varios buques se armaban, por estar contre el Ynglez ya la Guerra declarada. Yncito la ocacion ã que mi aliento mostrara el brio heredado; al punto en una veloz Balandra me acomode, y sali al corso

ã que estaba destinada. En el crucero que hicimos de San Vicente ã Canarias tomamos dos presas: Con las quales alegres, manda el capitan regresemos; Mas la siguiente mañana casi ã la vista de Tierra notamos nos dava cara un Bergantín superior en Tripulacion y en armas. Huir quisimos pero en vano, pues su ligereza alcanza ganarnos el barlovento colocandose ã distancia de combate. Nuestro Gefe animoso se prepara ã la defenza, sin que su valor intimidara fuerza desigual. Alli de la Española arrogancia conoci el precio, Señor. Al impulso se la bala de cañon los masteleros; vergas, costados, y xarcia se destrozan: cubre el humo la esfera: el grito espanta al oydo: Los quejidos

de los heridos traspasan el corazon: y la hira en los rostros estampada, patentiza el gesto horrendo de gentes encarnisadas. Al punto de hirnos ã pique estabamos con la falta de media tripulacion muerta, y el resto contaba mas heridos que en fatiga, quando la Ynglesa jactancia intima: Que si no arriamos Pabellon, nos sepultava en el Mar. Un viva el Rey fue la respuesta, y con ansia procurar el abordage, que consiguió nuestra rabia. Por tres vezes rechasamos, manejando el arma balanca, los enemigos; haciendo, yo, y otros dos camaradas, en la tercera, la accion heroica, y desesperada de brincar, solos los tres, sobre la Nabe contraria, en el tiempo que un acaso ã entrambos buques separa.

Rodeados de los Yngleses, no quedaba otra esperanza que morir matando, fiando ã los cuchillos la azaña mas increible, pues hechos Leones sobre el Alcazar, un enemigo ã los pies era cada puñalada. La multitud hiso viera (sin que su valor les valga) caer ã mis dos compañeros espirando. Me jusgaba lo mismo: assi no intenté salvar mi cuerpo, esperava descubierto el yerro, por asegurar al que daba. Treinta y siete hombres hicimos muriesen, y no se estraña la suma, quando el despecho mas que el poder, peleava. Desangrado, en fin, cedí al desaliento. Entre tantas victimas, el vencedor su cadaverica cama formó, y en un parasismo sumergido, hiso gran pausa esta vida. Buelvo en mí

y veo que me llevavan los Españoles, ã hecharme al mar por difunto: paran la execucion, quando notan, que aunque poco, respirava: Reconosenme encontrando catorse heridas, que exalan rojo humor pot cuias vocas mi ilustre gloria clamava. Curandome me contaron que la embarcacion contraria por atendér al peligro interior embarazada su furor dejo vatirse con conosida ventaja: Arrió vandera, quedando assi perfecta la azaña. Llegamos ã Cadiz, donde de que sanasen dudavan los facultativos, pero obrando en todo, la savia providencia, ã pocos dias convalecí. Llega carta del primer Ministro, donde por una Real orden, manda al Governador me embie ã Madrid, por que deseava