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dieron la tierra en Pultunchara! ¡Esos miser-
bles asesinos, que la ley los hizo descender del
ominoso patibulo á la tumba fria, cuantas y cuant-
tas suposiciones de esta naturaleza no fabrica-
rian en sus lobregos talleres para ilusionar á
muchos! ¿Y que estraño es, que sus dignos
hermanos sembrados por toda la república, in-
teresados en turbar la paz de los buenos para
recojer en la desunion el torpe fruto de sus abo
minaciones, y dedicados especialmente á intro-
ducir su negro influjo en la Convencion peruana,
en la unica ancora que puede salvar la patria
del naufrajio, griten y propalen como Jefe de
los Sans-culottes al señor Luna-Pizarro? ¡Atroz
calumnia! Es casi imposible que las virtudes
se asocien con el crimen, el patriotismo con la
desnaturalizacion, y ultimamente; el talento y las
luces con la ignorancia y la barbarie. Nosotros
celebraremos que este distinguido peruano haya
llegado ya á la capital de la república á llenar
con sus augustos trabajos la confianza de sus
comitentes y la esperanza de la patria. La gra-
titud del pueblo será su mejor recompensa y la
virgüenza y baldon de los traidores.
Es un punto, acaso el mas interesante en
la crisis actual, todo aquello que tiene mas ó
menos tendencia con la reforma de nuestra cons-
titucion politica, porque creemos que la mate-
ria de mas consideracion á un pais sea aquella
que principalmente trata de la formacion de sus
leyes fundamentales, bases de su prosperidad ó
de su ruina. Esto parece justamente el trabajo
arduo de la Convencion, el punto centrico de
sus tareas y aquel en que se concentran las mi-
radas de todos los pueblos, la interasanto espec-
tacion de la sociedad peruana. Efectivamente;
el sistema fundamental que ha de rejirnos es la
piedra fuerte del edificio social; su firmeza y
acertadas proporciones garantizan la solidez de
lo que sobre ella se farique, y de aqui es
ese sagrado interes jeneral con que todos los
buenos peruanos ansian la reforma de algunos
sensibles defectos de nuestro código politico, ad-
vertidos en la practica de sus instituciones, y
claman al Padre de las naciones para que se dig-
ne guiar á los ilustres representantes de los pue-
blos por las felices sendas del acierto. En ellos
están sus esperanzas, y por ellos subscriben los
pueblos á las respetables deliberaciones del ma-
jestuoso cuerpo nacional. A nadie es dable tur-
bar le libertad que la gran familia peruana dío
á sus rectores cuando los elijió como tales y los
invistió con sus poderes, y menos prevenir, sin
crimen, sus augustas sanciones; pero sí pueden
y deben todos prestar su cooperacion para con-
seguir el sagrado objeto que anima á pueblos y
representantes: la dicha del Perú. Nosotros cree-
mos que este es un deber de aquellos, que le-
jos de calificarse como un avance, se mira co-
mo una obligacion virtuosa, y que los apodera-
dos de los pueblos deben oir con interes la voz
de estos cuando ella suena por un órgano le-
gal y con ecos de paz y de dignidad. Un pro-
fundo silencio entre los elaboradores del bien pú-
blico y el pueblo, sería, en nuestro dictamen, re-
pugnante al sistema liberal que nos rije y poco
adecuado al objeto y fines de la sociedad. So-
lo los tiranos, que nada otra cosa consultan que
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sus caprichos al dictar sus bárbaros preceptos,
no necesitan de mas consejo que su tirania; pe-
ro los que obran por las leyes y para la glo-
ria del pueblo que los ha escojido, aman las co-
municaciones públicas que contienen la decoro-
sa manifestacion de sanos sentimientos, desean
la ayuda de los sábios y de los bien intencio-
nados, y como las industriosas abejas que entre
las flores aprovechan solo lo que les es útil,
abrazan lo justo y conveniente y forman su me-
jor gloria en la publicidad con que obraron co-
mo elocuente distintivo de la pureza y buena
fé. Sobre estos principios no podemos nosotros
dejar de convenir con el autor de la carta que
hemos insertado, y con la fundada opinion del
señor Luna Pizarro relativa á que el proyecto
de reforma ó constitucion circule por todos los
pueblos de la República. No hay cosa mas efi-
caz para lograr el acierto que consultarlo, ni
mejor mode de consultarlo que oyendo las opi-
niones de todos, no para seguir una ú otra pre-
cisamente sino para proporcionarse un plan per-
fectamente concluido, que á merced de un jui-
cioso debate de ideas y de principios deje ver
un firme resultado. ¡Que satisfaccion para los
pueblos, pudiendo cada cual en vista del pro-
yecto, presentar por medio de la prensa intere-
santes indicaciones, cuya reunion serian otras fan-
tas luces para la convencion, y que gloria para
esta magna asamblea al presentar á sus comiten-
tos el proyecto de reforma, que es lo mismo que
decirles: "manifestarnos vuestros verdaderos inte-
reses; porque vamos á obrar y no tenemos otro
norte que la felicidad comun." Nosotros esta-
mos tan penetrados de las ventajas que produ-
ciria la circulacion del proyecto, como de la ra-
zon con que la desean los buenos y de la ne-
cesidad y justicia que proteje tan santo deseo.
Paso tan preciso y liberal seria el mejor tim-
bre de los convencionales y el escudo mas im-
penetrable contra los tiros de aquellos que tan-
to han acusado á los cuerpos lejislativos. Esta
opiniou (?) no es aislada; es casi jeneral, porque la
razon no tiene pocos prosélitos. La hemos ma-
nifestado con el apoyo del sentir del señor Luna
á este respecto, y si erramos en algo, sirvanos
de disculpa esta sincera protesta: el bien público
es el que nos dirije.
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Señores Editores del Atalaya.
Por casualidad he sabido que van á publicar UU.e
número 1. de su periodico: por esto me apresuro á supli-
carles, se sirvan absolver precisamente la signiente preguntita.
¿Si el curato de la parroquia de S. Blas, entrara en
el presente concurro?
Por Dios, saquen UU. deesta duda a su S. S.
"El sacristan de S. Blas."
........................................................................
CUZCO SEPTIEMBRE 25 DE 1833.
.........................................................................
IMPRENTA PUBLICA POR P. EVARISTO GONZALEZ.

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