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no se declara la nulidad de las hechas por la au¬ toridad à quien corresponde. A su efecto se ha pasado el espediente à la comisión permanente de de la muy honorable junta departamental.

Es muy conocida la grande devoción que el pueblo del Cuzco tiene à la imagen de la Vir¬ gen de Belen que se venera en la parroquia de este nombre. En todas sus calamidades há sido su refujio, y es constante la tradición de que siempre ha recibidoo consuelos. La escaces y a¬ trasado de las aguas en este año presagiaban al ham¬ bre, y la mayor parte de las sementeras se veían perdidas. Se clamó por la bajada de la Virgen, y un día antes de ella comenzó à aparecer un nublado al que succedió una ligera tempestad a¬ compañada de algunas gotas: más en el día mis¬ mo que era conducida en procesión solemne à la Iglesia Catedral acompañada de un numeroso gen¬ tio, cuatro cuadras antes de llegar à ella, cayó un aguasero tan fuerte que casi hizo desaparecesr en¬ teramente el acompañamiento, y la Virgen lleva¬ da precipitadamente à la Iglesia participó en mu¬ cha parte de las aguas. Desde ese día ha llo¬ vido sin interrupción atribuyendose a favor espe¬ cial del Cielo por la intercesión de esta Señora. A los nueve días ha sido conducida à la Iglesia de san Francisco donde se le hacen las depreca¬ ciones ordinarias à que concurre mucha gente. Este suceso há exitado una contienda misteriosa y secreta enter los espíritus fuertes y las almas piedosas, à cuyo favor está la realidad del hecho, argumento irresistible en medio de los desvios y flaqueza del espíritu humano

El viernes 21 de diciembre presentó el cole¬ jio de Ciencias un exâmen público de Gramática latina con 28 alumnos en que se desmpeñaron completamente con inteligencia, desembarazo y exâctitud. El sábado 22 presentó el mismo co¬ lejio otro exâmen de Derecho de gentes con 5 alumnos con igual suceso y lucimiento.

COMUNICADO

CONVERSACIÓN.

Don Roso. ¡Oh! señor don Belloso donde bueno à esta hora? Don Belloso. A casa mi amigo dando al diablo la policía de esta ciudad: vea U. la noche tan obscura, son más de las o¬ cho y no hay una luz en las calles. D. Roso Pues apuradamente yo venía notando eso mismo, porque acabó de dar un resbalón por hay arriba en una cáscara de tuna que casi voy à dar con¬ tra el suelo. D. Belloso Cáscara de tuna! Cás¬ cara de tuno mi amigo, porque el perfume que U. trae lo dá à conocer claramente, à menos de que no esté U. acatarrado. D. Roso Hombre! Me parecía que era cosa de la acequia. D. Belloso Querrá U. decir que las acequias de las calles son destinadas para esa diligencia—D. Roso

Vaya....pero al menos....Jesus!....que es eso? Don Belloso Que ha de ser: que casi me rom¬ po la crisma tropesando en un adobe ò piedra ô demonio que estaba en la misma vereda. Se ríe U? Pues amigo no es de mejor condición lo que U. lleva consigo que ya hace molestia su vecin¬ dad. Don Roso Vamos y de que proviene que haya tanto descuydo en el alumbrado? Don Bel¬ loso No lo entiendo mi amigo [No apure U. mucho que nos exponemos à llegar con una pier¬ na menos à nuestras casas] Yo he oido decir que el señor Prefecto dá órdenes rigurosas para el caso: el Comandante de policía es activo.... Don Roso Dependerá tal vez esto de la pobre¬ za de las gentes, según lo que se oye jeneral¬ mente. Don Belloso Pobreza! Pues vea U. esta calle: apuradamente estamos en la puerta de un señor Canónigo, esas casas que siguen son de empleados y no hay un farol, y entre los dos únicos que hay puestos, el uno está en aquella tiendesuela que no ganará dos reales al día, y el otro en la casa de un pobre vecino. Don Roso Es mi amigo que a esos se les carga la romana. Don Belloso Si. Los otros son personas de respeto y se les tiene miedo, porque si se les dice algo, allá van recursos, gritan à robo, à iniquidad, à desvergüenza à odio particular &c. Esos señores sí salen de noche à la calle, van con dos ò tres pages, faroles de à vara, à paso de minuete pro¬ pio de su categoria, a pausa natural, y con un maes¬ tro de ceremorias por delante que les van dirijiendo el camino y los pasos. D Roso Pero vamos al ca¬ so ¿qué han de hacer sino se cumple con lo que mandan? Don Belloso. Amigo, hacerse obedecer, insistir hasta que lo cumplan y fijar en el pueblo la costumbre. Diga U. ¿qué fruto sacará U. de un muchacho que mande à la escuelta, y que no vaya sino un día y deje de ir ocho, aunque U. en cada falla le tire una soba à la antigua? Pues el pueblo es lo mismo que este muchacho: necesita que todos los días se esté sobre él....erre que erre....y que cuando no vaya à la escuela, lleve en ese mismísimo día. ¿Què importa que cuando llega un caso que llama la atención, se den òr¬ denes, se ponga en vela todo, andén los vijilantes muchacando puertas, dando gritos por todas las calles, y atropellando con sus caballos à todos las calles, y atropellando con sus caballos à todos los que cursan, me entiende U? por ellas, si pasado este caso se relaja todo, todo se olvida, y todos vuelven à su descanso, à su cuartel y à sus ma¬ ñas? Don Roso. Pues digo à U. que ni aun con tal asiduidad se logrará lo que U. desea en nues¬ tro pueblo. Don Belloso. Pues si no alcansase este medio, porque no se buscará otro? Que amigo! la policía de una Ciudad y con dotación, es cosa de beso à U. las manos y abur? Don Roso. Pero que otro medio halla U. si este no es bastante. Don Belloso. Vaya....otro día se lo diré à U. Ahora ya estoy en la puerta de mi casa, gracias à Dios: aguarde U. si gusta, le da¬ ré un farol para el camino que le falta à la su¬ ya. Don Roso. Mil gracias. Don Belloso. Que es mil gracias? Quiere U. ò no quiere? Mil gra¬ cias no se sabe si es acetar ò no acetar. Don Roso. No aceto. Don Belloso. Pues à Dios ami¬ go. Vayase U. despacio, y no olvide echar un guante à esa cascara de tuna que tiene en el pie antes de entrar en su casa.

Imprenta pública por P. Evaristo Gonzalez.

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Este periódico saldrá à luz todos los miércoles.

Los avisos que no pasen de diez renglo¬ nes, se insertarán, abonandose cuatro reales por la primera inserción, y dos por las sub¬ secuentes. Los que ecsedan de dicho núme¬ ro de convenio con el impresor GONZALEZ.

Dichos avisos deberán estar en la im¬ prenta cuando más tarde el martes al medio día; de lo contrario quedarán para el nume¬ ro siguiente.

Se admiten los remitidos que firmados por personas conocidas sean dirijidos à los Edi¬ tores de este periódico, ò al Director de la Imprenta.

N. 4.o) Cuzco, miércoles 9 de enero de 1833. (MEDIO REAL.

Continua el articulo suspenso en el numero 3.o

La discordia superando los muros del con¬ greso se ha hecho trascendental al pueblo y ha criado sus partidos. Cada uno de estos ha dis¬ currido precipitadamente contra el otro, mientras la nave del estado corria riesgos y peligros. Con¬ siderandose cada Diputado toda la nación, habrá jurado el exterminio de sus contrarios, y con el azote levantado para el que respire sin forma ni tramite, habrá creido que el mundo entero debe sofocar sus quejas, bajar la cerviz y someterse à toda clase de resoluciones. Personalizada así su misión, habra tratado de hacerla refluir sobre es¬ tos fines y también por consiguiente sobre su propia conveniencia. Habrá recavado las provi¬ dencias más antilegales à su favor pues careciendo de regla fija, no tiene que dar cuenta de su con¬ ducta, y habrá prodigado premios y recompen¬ sas para si y sus relacionados; al paso que à pretesto de beneficencia habrá cortado tal vez los recursos de que vive la República, sofocando por no estar en las conexiones intimas de la econo¬ mia hasta sus más equitables arbitrios establecidos.

Un congreso es la más formidable de las potestades por lo mismo que puede disponer à su arbitrio de la suerte jeneral de los pueblos y de los hombres. Es toda la nación bajo de un concepto moral, pero no puede ser toda en ra¬ zón de sus intereses y derechos, si hay leyes di¬ vinas inmutables y si hay recta razón en el hom¬ bre. Desde que estas sean transtornadas, desde que se hiera la equidad natural, debe ser permi¬ tido à los pueblos reclamar estos mismos inte¬ reses y derechos, y reclamarseles ante si mismos que es lo que importan las convenciones. En la que se le aproxima al Perú, debemos fundar nues¬ tras esperanzas.

Si la deviación del sagrado objeto à que son llamados los diputados, aunque dependiente en parte de la corrompida estructura del corazón humano, depende más como es visto, del terrible salvoconducto de su irresponsabilidad, garantisada con la instabilidad de nuestras instituciones infan¬ tiles ¿qué nos queda sino clamar altamente por su remedio?

La responsabilidad de los Diputados debe ser pues la primera sanción de la convencion, des¬ pues de la calamitosa experiencia que la falta de aquella ha producido sobre nuestras cabezas.

Al censurar la conducta de nuestros Dipu¬ tados, estamos muy lejos de comprender à todos. Hemos visto con satisfacción que una parte de ellos ha tratado de sostener los intereses de la Nación, y que reducida casi siempre à la defen¬ siva, no ha podido hacer el bien que se propo¬ nía: efecto de su buena indole más bien, que del amparo de la ley. Si algunos proyectos omino¬ sos al Estado, han sido justa y felizmente para¬ lisados, esto no ha sido debido tal vez sino à los nobles esfuerzos de estos virtuosos ciudada¬ nos: victoria rara, como son raras las de la vir¬ tud. ¡Que de veces habran sido seducidos y ar¬ rastrados por el torrente!

Estas observaciones, en las que casi no he¬ mos hecho otra cosa que seguir la analisis del periodico titulado la verdad nos conducen à ser más cautos en nuestras elecciones futuras; à bus¬ car para nuestros Diputados hombres animados de sentimientos de pureza y patriotismo; à no de¬ jarnos seducir de vanas y aparentes promesas: à desconfiar en suma de los aspirantes. El hom¬ bre útil y de rectitud no mendiga los puestos: es necesario buscarlo en su retirado reducto. Mien¬ tras que la ley no sujeta à los miembros del po¬ der lejislativo à una rigurosa responsibilidad co¬ mo à los demás poderes, es preciso valernos jui¬ ciosamente de los únicos recursos que nos ofrece el sistema todavía dificil è incompleto de nues¬ tras instituciones.

Para acreditar nuestro juicio, insertamos el rasgo siguiente del periódico titulado,

LA VERDAD.

En lugar de una conducta tan sencilla, tan clara, y tan precisa (es decir de reducirse esclu¬ sivamente à la estrecha ejecución de las funcio¬ nes puramente economicas) ¿qué han hecho las cámaras representativas? Lejislar sobre todo cla¬ se de materias, discutir innumerables cuestiones personales, empezar y abandonar en seguida el ecsamen de varias proposiciones, verter à manos llenas sueldos y gracias, atacar al poder ejecuti¬ vo, concluir el periodo ordinario de sus reunio¬ nes, y aproximarse al término del mes aumenta¬ do sin haber siquiera manifestado el más lijero síntoma de curiosidad, (no ya de interés) en la grande, importante y vital cuestión de la hacien¬ da pública. El ministerio de hacienda presentó

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el estado en bosquejo de los ingresos, y no hu¬ bo un diputado que preguntase en qué se habían invertido. Manifestó un déficit enorme, y à na¬ die se le há ocurrido la idea de proponer un simple arbitrio para llenarlo. Su succesor há ocurrido de nuevo quejándose de la desnudéz del erario, y fijando en noventa mil pesos mensuales el vacío de sus entradas ¿Qué há ocurrido de nuevo quejándose de la desnudéz del erario, y fijando en noventa mil pesos mensuales el vacío de sus entradas ¿Qué há respondido el Congreso? Que se reconozca el crédito de Fulano, y que à Sutano se le paguen tantos pesos de sueldo. Se aproxîma el último día de las sesiones, y permanecemos en la mis¬ ma inacción. Se retirarán los señores diputados y senadores à sus casas, y ahí queda la admi¬ tración abandonada así misma, rodeada de acree¬ dores hambrientos, reducida à sus propios re¬ cursos, y condenada à servirse de subalternos descontentos porque no tienen que comer, y de quienes nada puede exîjirse, porque un servidor à quien no se paga, parece absuelto de sus o¬ bligaciones; ¡y con estos antecedentes se há que¬ rido hacer esa vana ostentación de patriotismo, esa farsa de acusación, ese estrepitoso ataque à un poder privado de los medios que la Consti¬ tución le confiere! Si el ejecutivo la há infrin¬ jido ¿las cámaras la hán observado? Y si és¬ tas no hán querido ò no han podido seguir la línea que ella les prescribe ¿con qué derecho re¬ claman esto mismo del Gobierno?

La ley fundamental no ha querido imponer el peso de la responsibilidad à los representan¬ tes de la Nación. Es cierto: no hay acusación, no hay castigo para el cuerpo lejislativo que in¬ frinja sus deberes. Más por esto ¿se ha de creer autorizado à infrinjirlos? ¿A donde nos llevaría semejante doctrina? Cuando el cuerpo lejislativo procede tan abiertamente contra el pacto, lo de¬ cimos sin escrúpulo, el pacto está roto. La in¬ violabilidad no puede conducir al despotismo; la nación se há reservado el derecho imprescripti¬ ble de la propia defensa, y antes que la ley escrita es la eterna è inestinguible de la propia conservación. No se diga que propagamos una doctrina peligrosa, ni que exîtamos à la violen¬ cia y à la revolución. Conocemos el temple de la nación Peruana, y sabemos que no se halla espuesta à sumerjirse en el caos de la anarquía. Su buen sentido natural le hace conocer cuan imposible es llegar à la perfección en los prime¬ ros años de una exîstencia enteramente nueva, cuantos ensayos y cuantas tentativas son necesa¬ rias antes de plantar sólidamente el complicado mecanismo de un gobierno liberal, y que debe ser animado en todas sus partes por la razón, por la justicia, y por un conocimiento esacto de las obligaciones y prerrogativas mútuas. Sere¬ mos los primeros en inculcar por medio de nues¬ tros escritos y de nuestro pobre influjo el respeto más inviolable, la sumisión más ciega al congreso, y à sus determinaciones.

REMITIDO.

Señores Editores. En un papel titulado El co¬ cacho ha salido à luz un calumnioso remitido ba¬ jo el epigrafe de cocacho à los soldados. Como amigo de la verdad y de la justicia no he podi¬

do tolerar las falsedades que se leen en él. En estos tiempos más que nunca se ve con satisfac¬ ción jeneral el arreglo y subordinación de la tro¬ pa que guarnece la Ciudad. Si esto es notorio, es más constante la vijilancia de sus Jefes y ofi¬ ciales en conducirla por el sendero de la buena moral y disciplina. Uno que otro desorden de poca entidad es tan inevitable en los soldados, como lo es en los mismos paisanos, y toda co¬ munidad adolece de males que no es posible pre¬ servar enteramente mientras el hombre esté com¬ puesto de carne y de sangre. Es una calumnia intolerable la de asegurar que salen à los cami¬ nos à apercollar viveres y combustibles, siendo así que el Jefe del Batallón se provee de estos renglones por contratas particulares, y no ha lle¬ gado à su noticia que alguno lo haya hecho pri¬ vadamente, ni podría hacerlo puesto que en cual¬ quiera reclamación sería castigado severamente. Es más grave todavía la calumnia, cuando se a¬ grega que en caso de resistencia son aporreados los internadores, ò se les cargan de puñaladas: des¬ vanecido el antecedente estaba desvanecida por consiguiente esta segunda parte y los casos de aporreadura y puñaladas no podían quedar en secreto à la vista de un público entero que hᬠce el mayor alto en el más pequeño incidente. Este testimonio convence plenamente de la fal¬ sedad de la imputación, y convence más el no haber en ningún tribunal causa de este orden, ni haber en ningún tribunal causa de este orden, ni haber llegado à noticia del Comandante Jene¬ ral y demás jefes. Un homicidio perpetrado por un soldado en días pasados sigue el orden de su juicio con el rigor de la ley; su resultado será el que determine ésta. Los robos que se im¬ putan son falsos y al calumniador es à quien se le há oido por primera vez. Los soldados duer¬ men en su cuartel y no se les deja salir de él después de la lista de la tarde. Algun otro que es licenciado, lo es después de bien probada su honradez. Si hay ladrones, nueva impostura por¬ que felizmente no se oye de ellos en la capital, no serán solos soldados, también podrán ser pay¬ sanos como acaece en toda población. Felizmen¬ te no los hay como se há dicho, y à nadie se oye decir que se le haya quitado la capa, el pa¬ ño ò la corbata. El calumniador por trisca apu¬ ró este Bocabulario con agravio del honor del Batallón que se jacta de ser ejemplar y subor¬ dinado, que por tal merece la confianza y apre¬ cio del vecindario, y cuya oficialidad vive de su celo y desempeño. Que los soldados piden pe¬ setas es otra calumnia: si no lo han hecho à sus oficiales ò à los camaradas de estos en los días de Pascua con los modos y agasajo que son pro¬ pios de esos días, no se podrán señalar tales a¬ venturas en el modo con que se pintan en el Co¬ cacho, tornando las acciones más sencillas y usuales en crímenes. El calumniador después de acumular frases indecorosas contra la Tropa, ha¬ ciendo finalmente del hipócrita, exîta el celo de los oficiales al remedio, siendo así que estos no necesitan ni hán necesitado jamás de estímulos tan miserables para llenar sus deberes, y soste¬ ner su créditos y su honor.

Un amante de la verdad.

IMPRENTA PÚBLICA POR P. E. GONZALEZ.

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N. 5.o) Cuzco, miércoles 16 de enero de 1833. ( MEDIO REAL.

Es llegado el tiempo de que pongamos en ejercicio nuestros derechos; esos derechos que hasta aquí no han pasado en la mayor parte de una pura teoria. Se nos convoca à la Conven¬ ción, es decir à reformar ò establecer de nue¬ vo el sistema de nuestras leyes y gobierno. Los pueblos conservan un derecho de soberania, el de elejir sus apoderados: único derecho que contrabalancea de algun modo el terrible peso de sus deberes y contribuciones: mal estimado por¬ que aun no se conoce completamente, no se ha visto su importancia, no se han percibido sus uti¬ lidades: mal ejercitado por las trabas que se le han puesto, por la oneroso de su ejercicio, por lo insignificante de su investidura: defectos que si en parte son inevitables en un sistema repre¬ sentativo, proceden à más de la imperfección en la organización de sus instituciones. El salto rᬠpido de la practica de la tiranía à un liberalis¬ mo riguroso ha debido producirlos. Nuestra pru¬ dencia debe suplir estas faltas, acomodando nues¬ tras antiguas costumbres al bello prospecto que nos presenta nuestra posición política.

En cuatro años que ha rejido la Carta cons¬ titucional, sin ahorarnos males, no hemos alcan¬ sado amejorar, ni à hacer progresar nuestra suer¬ te social. El único daño que por fortuna hemos podido evitar, sin ejemplo en las Repúblicas que nos rodean, ha sido la explicita anarquía: pero este beneficio ha sido debido más bien à las per¬ sonas que à los principios. Estos han exaltado extremamente las libertades, sin que la ley les haya señalado barrera, y las garantías colocadas en la cima de su estación han dado el más fran¬ co acceso al torrente de las pasiones. El poder ha debido su establicidad à sus esfuerzos y arbi¬ trios personales, y la casual concurrencia de es¬ tas potencias ha salvado la nave de la Repúbli¬ ca de peligros y naufrajios inminentes.

Una posición tan versatil en los poderes de la Nación está muy distante de rectificar la mar¬ cha de la sociedad, y unos derechos tan limita¬ dos en los pueblos es imposible que puedan dar¬ les enerjia: el bien ha de ser practico y segu¬ ro para que exite el interés común; las especu¬ laciones è instabilidad de cosas no hacen más que arrastrar à la abyección y apatia, à la inmorali¬ dad y corrupción. Por desgracia es lo que ve¬ mos en nuestros pueblos, y este letargo tan omi¬ noso clama por el remedio más pronto y vivifi¬

cante. En las frescas convulsiones de nuestra re¬ jeneración política, sin libertad para observar el campo que teníamos que recorrer, acaso nos con¬ cebimos todos, capaces de producir un mundo nuevo y perfecto: acaso también esas mismas con¬ vulsiones fueron obstaculos insuperables à cimen¬ tar con armonia y firmeza los planes à que nos llamaba el destino. La experiencia y el suceso nos han esclarecido acerca de esta espectativa, por no decir arrogancia, y más cuerdos y más advertidos à fuerza de sufrimientos, nos hallamos en el caso de poder colocar la primera piedra fundamental del edificio con acierto y solidez.

Desde los primeros colejios electorales de¬ ben pues comensar nuestros esfuerzos. Necesi¬ tamos desde luego investirnos de espiritu públi¬ co, único resorte en que estriba la prosperidad nacional. Solo él puede hacernos formar el ver¬ dadero criterio de las personas, y dar à las elec¬ ciones el impulso correspondiente. Los males que han cargado sobre nuestras cabezas, el poco fru¬ to que hemos deducido de nuestros pasados tra¬ bajos, nos advierten de nuestro celo y vijilancia. La empresa es delicada y trascendental; la aus¬ teridad de los medios para alcansarla debe ser eficaz y circunspecta. El interés por la Patria, la inclinación al bien jeneral, virtudes cifradas en el espiritu público, constituyen el todo de la Nación y sostienen la suerte del individuo. Ca¬ da uno es obligado á este saludable esfuerzo. La sociedad es una masa heterogenea compuesta de principios contrarios; hay hombres virtuosos en ella como hay malvados y perversos: por fortu¬ na la del Perú, se puede decir sin vanidad, abun¬ da de los primeros: atribuyase en hora buena à su clima y educación, es la confesión de todas las Naciones del mundo: la paz de que goza es su feliz rseultado, mientras que los demás pue¬ blos en sus sacudidas políticas se avanzan rapida¬ mente à su exterminio.

Tampoco le faltan al Perú hombres ilustra¬ dos en la ciencia de conocer el orijen del bien y del mal; ciencia intimamente connexa con la buena fabrica del corazón. Virtud y luces son los manantiales de donde nacen la prosperidad y el acierto: virtud y luces harán nuestra felici¬ dad y nuestra gloria. Horror eterno à los as¬ pirantes, y mal intencionados, à los demagogos

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y ambiciosos. Fáciles de conocer, su conducta anteacta, nunca puede encubrirse ò disfrasarse: jamás abrigarán en su corazón el jermen de la beneficencia; huyamos de ellos, de sus seduccio¬ nes è intrigas.

Cuzco enero 16 de 1833.

Señores Editores del Observador.

No puedo menos que dirijir à UU. esta li¬ jera comunicación, como un desahogo del con¬ flicto que siente mi corazón, lo mismo que de¬ be suceder en el de todo peruano sensible por los males de su Pátria, procedentes de la más punible inacción ò apatía.

Ayer me hallaba paseando con unos amigos en los portales de comercio, cuando se reunie¬ ron unos cuantos sugetos de este giro. Se ofre¬ ció conversación sobre el asunto dominante del día; es decir, de la reunion de Colejios Elec¬ torales para Diputados à Convención. Uno de estos comerciantes se produjo con la más fran¬ ca serenidad, de que no podía ser elector à cau¬ sa de que su patente no importaba más que dos pesos, y que por tanto estaba comprendido en la restricción de la ley. En seguida continuó el otro, asegurando que la suya contenía la mis¬ ma cantidad, y que todo el comercio se hallaba bajo de este mismo catastro y el que más con cuatro pesos al semestre, Una terrible confusión ocupó mis sentidos, al ver esa preferencia rate¬ ra de la comodidad particular al interés de toda la Nación Peruana. ¿Podremos creer que los comerciantes de esta Capital tengan solamente el producto de ciento y doscientos pesos de sus crecidos giros, mientras un miserable indíjena contribuye por su tasa los ocho y nueve pesos? ¿Es posible que tan miserable economía, ò más bien diré, una ridícula estafa al interés Nacio¬ nal, prive de tan augustos derechos de represen¬ tar la Soberanía à unas personas idóneas y ap¬ tas, que pueden discernir la justicia en las elec¬ ciones? Esta escandalosa táctica há entregado los sufragios en mucha parte al arbitrio de las clases despreciables de las parroquias, cuya ig¬ norancia se há inclinado las más veces al Sans¬ culotismo. Me esplicaré más claro en obsequio de las personas sensatas, que con responsibili¬ dad, juicio y talentos han concurrido ó desem¬ peñar estas funciones que corresponden à la pú¬ blica prosperidad y justicia distributiva. Una mitad ò más de los que han compuesto los Cole¬ jios Electorales de Provincia, pregunto; ¿han si¬ do conducidos por el espiritu del interés público y de la suerte de la Nación? ¿Que há resul¬ tado de ese defecto de nuestras leyes reglamen¬ tarias que há sido remediado en esta vez por los efectos de una dolorosa esperiencia? Los des¬ vios más perjudiciales. Yo hé presenciado en las elecciones últimas de Quiquijana, donde un Eclesiástico, que me dijeron era capitán de los REALES ejércitos, se había apoderado de todos los indíjenas de los pueblos llamados altos. Estos conducían sus votos à los adjuntos, y pregunta¬ dos por fuera si conocían à su candidato contes¬

taban, que no; pero que el yaya les había de¬ signado. Este ejemplo ha sido imitado en casi todas partes, con los electores inocentes y sen¬ cillos que han sido presa de los especuladores. Hemos tenido Diputado, que há hecho servir su descendencia de los antiguos incas, según decía, para adquirir la elección y pagar à sus deudores desde ese momento con las dietas de su nuevo destino. Otro que desde Arequipa há hecho dis¬ tribuciones de igual clase por haber hipotecado sus dietas à sus acreedores. ¿Recibirán los pue¬ blos mejoras de esta clase de representantes?

¡Ciudadanos! Yo invoco vuestra justicia para las elecciones de los diputados para la Magna Asam¬ blea, que va à decidir de la suerte del Perú. De ellos depende nuestra vida social ó nuestra completa ruina. Un Peruano.

Señores editores del Observador:

La consideración al honor im¬ pide las más veces que los hombres manifiesten al público el estado privado de su vida; pero también el propio honor ecsije especialmente en el sistema republicano que se publiquen cosas que no debían hacerse. El que suscribe tiene la necesidad de hacerlo así en orden à la sepa¬ ración en que vive de su consorte: en cuyo com¬ probante se servira U. insertar el siguiente auto judicial—Cuzco y enero 10 de 1833—Autos y vistos: y en consideración de que doña Marga¬ rita Leon muger legítima del licenciado don Ma¬ nuel Palomino no se há opuesto ni reclamado contra la sumaria información recibida acerca de su conducta inmoral y escandalosa sobre la fi¬ delidad de su matrimonio estando citada perso¬ nalmente; se declara que la separación en que se halla su marido no puede ser motivo para la suspención del ejercicio de ciudadano en que se mantiene en quieta y pacifica poseción, en la que se le ampara desde luego para que no sea perjudicado. Entreguesele orijinalmente para los usos que le convengan,—Doctor Miguel Mauri¬ cio Vargas—Ante mi Julian Tupayachi—An¬ tes de esta declaratoria, hé sido electo síndico procurador en cuya poseción hé servido por tres años, también hé sido nombrado por la Illma. Corte Superior de Justicia Juez sostituto más antiguo de Derecho de esta capital y hé desempeñado otras comisiones que me han he¬ cho honor, las que solo se confían à hombres de bien. En vista pues de todo, estoy cier¬ to de que mis compatriotas formarán otro con¬ cepto del que tal vez se formaron. Soy de UU. su atento S. S. —Manuel Palomino.

SE VENDEN —

Las tierras de Aillipampa y Cajaspampa situa¬ das en Arcopunco cerca de la Pólvora: el que guste comprarlas hable con el D. D. Juan Cazorla.

En las tiendas de los señores Otazu y Cam¬ pos se venden ejemplares de la nueva traducción de los derechos Natural y de Gentes de Heinec¬ cio, à cuatro pesos cuatro reales cada uno.

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N.6.o) Cuzco, miércoles 23 de enero de 1833. (MEDIO REAL.

Se han postergado las parroquiales para el Domingo proximo 27. Desde la llegada del Cor¬ reo en que vino la ley hasta el primer Domin¬ go designado por ella, apenas habían transcurrido seis días, y este corto espacio no ha sido bas¬ tante para la distribución de las voletas necesa¬ rias de ciudadania. Ninguna medida prudente y circunspecta es de más en una medida prudente y circunspecta es de más en una materia tan im¬ portante. Entre tanto insistiremos en inculcar sobre el acierto de nuestras elecciones. Nuestra meditación y patriotismo deben producir los efec¬ tos más útiles y fructuosos.

No es bastante haber triunfado del cetro fer¬ reo del despotismo, haber superado las inmensas dificultades de nuestra emancipación y nuevo es¬ tablecimiento, haber gozado del encanto ò real ò aparente de la libertad, haber plantado en nues¬ tros muros la preciosa Bandera del República¬ nismo, si no cimentamos solidamente nuestras ins¬ tituciones, si no adquirimos la fuerza que nos fal¬ ta, si no nos revestimos de nuevas costumbres y virtudes. Llamados por el destino à ocupar un lugar eminente entre las Naciones, en el siglo de la ilustración y de la filosofía, colocados bajo de un clima pacifico y vigoroso, y sobre un sue¬ lo abundante de verdaderas riquezas, y de las que el lujo considera como tales, debemos pro¬ pender á dar dirección à estas ventajas, aprove¬ chando de nuestros talentos y aptitudes, de nues¬ tros fondos y circunstancias felices en la oca¬ sión oportuna en que la suerte nos llama à for¬ marnos y constituirnos. Rodeados de enemigos infatigables porque hay quienes deban serlo por naturaleza è interés: rodeados de ambiciosos y tiranos porque el hombre colocado en cierto gra¬ do parece que concentra todas sus fuerzas à esta única pasión tan funesta à los pueblos como à la virtud: en contacto con otros enemigos peo¬ res por domesticos y encubiertos, à quienes el hambre y la necesidad, su indole ò su misma ociosidad arrastran invenciblemente à la venali¬ dad y à la infidencia à la apatia ò à la incon¬ sideración, debemos ponernos en vela sobre la suerte de la República, eludir con firmesa las tramas y maquinaciones, no dejarnos seducir de las apariencias hipocritas, ni caer en las diestras maniobras de la aspiración. Una sana intención, el espiritu público, el interés patrio bastarán à

conducirnos sin riesgo ni equivocación al acier¬ to y al suceso.

Si es verdad que los pueblos se doctrinan con más seguridad por la experiencia que por los discursos, y que la que ha colmado nuestros sufrimientos dá el más claro testimonio de nues¬ tros errores pasados; no seríamos disculpables si adandonasemos criminalmente al acaso nuestra suerte. Las leyes forman las costumbres y las naciones: las costumbres serán siempre el dis¬ tintivo más ò menos decoroso del caracter de las mis¬ mas naciones. Los lejisladores reasumen este poder y esta gloria: en todas partes en que han pros¬ perado las sociedades se les ha mirado como Dio¬ ses: la felicidad de los pueblos depende pues de ellos.

Se creería que el Perú haya mirado hasta aqui con la mayor desatención, por no decir indolen¬ cia este interesante objeto: tal ha sido el triste resultado de sus elecciones. Cada periodo ha arrastrado calamidades, y en cada periodo he¬ mos desatendido los avisos y la desconfianza de los pueblos. Las prensas, los recursos particulares, la opinión pública han manifestado constante¬ mente los abusos y las nulidades: la falta de las calidades de la ley en los Diputados se ha visto como de ninguna importancia, de donde ha pro¬ venido el atraso, y tal vez el infortunio. Al fren¬ te de una Nación respetable y la primera tal vez en el nuevo mundo: al augusto y sublime cargo de fundarla y darla leyes, hemos visto que contra toda razón y con agravio de la dig¬ nidad nacional han sido llamados à ocupar ese lugar sacrosanto, hombres maquinas imbeciles pa¬ ra el bien, que ojalá lo fueran para el mal: hom¬ bres inmorales y corrompidos, cuya conducta ha sido el escándalo de la sociedad: hombres sin destino conocido, ni más bienes que la sustan¬ cia de los pueblos, à quienes les ha tocado la desgracia de abrigarlos, complicados en robos y vejaciones, y tal vez en asesinatos y procesos pen¬ dientes: hombres cuya altaneria y despotismo, pro¬ ducto necesario de un corazón maligno, y cruel, hacen la desesperación y la desgracia de los po¬ bres pueblos que relacionan con ellos: hombres cargados de deudas, de vicios y necesidades cu¬ yo único estudio es el interés y la ganancia sin reparar en los medios: hombres insubordinados en fin, que viviendo de intrigas y maquinaciones, más de una vez han levantado el puñal para de¬ vorar la Patria y sumirla en la anarquía y de¬

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solación. Apelamos al testimonio de nuestros con¬ ciudadanos, sino es verdadero el triste cuadro que acabamos de trazar. Ocupado el santuario de la ley, este primer vehículo de la vida dee la Nación por hombres de esta clase, no es po¬ sible esperar que se pueda levantar con ellos el edificio de la sociedad, de esta sociedad libre, que há costado sacrificios incalculables.

La convención es la áncora sagrada que de¬ be mitigar nuestros conflictos y remediar los males; pero serán vanas nuestras esperanzas, si¬ no la proveemos juiciosamente de elementos a¬ comodados y sanos. Se acerca su tiempo, y se acercan con el nuestra suerte y la de nuestros hijos. Cubriendo con el manto del olvido la ig¬ nominia de nuestras pasadas condescendencias y yerros, penetremos más sensatos y más adoc¬ trinados en el bello campo de nuestras liberta¬ des y forrtuna.

Se espera con impaciencia la decisión sobre las elecciones de alcalde y municipales, cuyo ex¬ pediente pasado à la comisión permanente de la M. H. J. departamental, fué remitido al sobera¬ no congreso, por creerse el que debe decidir so¬ bre el particular.

La falta que hacen estos funcionarios con perjuicio público, nos obliga à aventurar algunas reflecciones sobre este extraordinario incidente, sometiendo nuestro juicio à la determinación de las autoridades correspondientes. Hemos creido que la Comisión permanente à quien es dada la facultad por la ley de decidir de esta clase de elecciones en receso de la J. departamental, se ha querido despojar voluntariamente de una de sus especiales atribuciones con grave perjuicio de la corporación à que corresponde, del despacho judicial y dando ocasión tal vez à desavencias y nulidades. El H. Alcalde cesante ora sea por cansado, ora por desconfianza, hace remisa su a¬ sistencia, y el otro H. Alcalde que pueda, no es capáz por si solo de expedir el inmenso despa¬ cho que ocurre después de las indispensables a¬ tribuciones dadas por la ley à los jueces de paz. Es visto que la ley quiere contemporizar por estas renovaciones el trabajo y fatiga de estos funcio¬ narios con sus ocupaciones personales y ningún sueldo.

La ley de 12 de septiembre de 832 dice en su artículo 2.o que las dudas que se promue¬ van sobre la invalidez de estas elecciones y ta¬ chas de los elegidos se decidirán breve y sumaria¬ mente à solo el efecto de la poseción de estos por los miembros de la municipalidad que deben con¬ tinuar en sus destinos, quiere decir claramente que la municipalidad solo debió decidir sobre la poseción ò no poseción de los elegidos cuya de¬ cisión debió ejecutarse, como se verificó.

Pero el artículo 3.o consecuente al 2.o a¬ grega que la ejecución de esta poseción ò no poseción, sea sin perjuicio del recurso que se podrá entablar à la J. departamental y en su re¬ ceso à los jueces. Previene pues dos clases de recursos, es decir, sobre invalidez de elecciones, y sobre tachas de elegidos: el primero à la J.

departamental y el segundo à los jueces, como es muy natural, no pudiendo la J. departamen¬ tal juzgar sobre tachas, por ser asunto conten¬ cioso, ni los jueces juzgar sobre invalidez de e¬ lecciones por ser asunto popular: luego es cla¬ ro que la J. departamental y en su receso la Comisión permanente debió decidir sobre este úl¬ timo. Y sino ¿à que efecto el recurso à esta cor¬ poración? Si solo fuese ad usum videndi, no u¬ saría la ley de la expreción recurso: si fuese di¬ rimible únicamente por el congreso lo habría di¬ cho directa y expresamente la misma ley: ni la comisión permanente es el intermedio para dirijir al congreso los recursos. Cuando habla de los que se deben interponer à los jueces usa la ex¬ presión corresponda, en que indica claramente que hay recursos en esta clase de interposicio¬ nes que también corresponden à la J. departa¬ mental. Es claro pues que la Comisión perma¬ nente debió decidir sobre la duda de invalidez de elecciones de que habla explicitamente el ar¬ tículo 1.o à que es referente el 3.o

Hemos dicho y lo repetimos, que sometemos nuestro concepto à la resolución suprema que se espera; agregando que no intentamos censurar ni turbar las disposiciones de la comisión perma¬ nente, que acaso habrá querido proceder con más acierto y seguridad en las que há tomado; pe¬ ro siendonos lícito discurrir sobre todo lo que concurra à nuestra marcha y mejor órden de co¬ sas, hemos querido presentar nuestro concepto al juicio público.

Sin perjuicio de abrirse el curso de Filoso¬ fía en el colejio de Ciencias el día 28 del cor¬ riente bajo la dirección del L. D. Carlos Teja¬ da catedrático nombrado de Derecho natural y de gentes, se há prorrogado de orden del gobier¬ no el término de los edictos à la oposición de dicha cátedra de Filosofía por 20 días más, por falta de opositores de rigor.

HAY DE VENTA.

Guia de forasteros del Cuzco del presente año en las tiendas de los señores doctor don Antonio Otazu y don Pedro Vargas al precio de seis reales ejemplar.

SE NECESITAN.

Treinta quintales de cobre. El que los tenga en parte, ò en el todo, ocurra à esta Imprenta, donde se le dará razón del interesado.

El periódico titulado Correo de Encomiendas há cesado, ya porque sus editores hán tenido moti¬ vos justos para ello, cuyo conocimiento es bastante obvio, y ya porque no se costeaba su impresión. Las personas que se propongan continuarlo ha¬ ciendose cargo de la edición, pueden hacerlo li¬ bremente, hablando con el Administador de es¬ te imprenta.

IMPRENTA PÚBLICA POR P. E. GONZALEZ.

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EL OBSERVADOR.

Este periódico saldrá à luz todos los miércoles.

Los avisos que no pasen de diez renglo¬ nes, se insertarán, abonandose cuatro reales por la primera inserción, y dos por las sub¬ secuentes. Los que ecseden de dicho núme¬ ro de convenio con el impresor GONZALEZ.

Dichos avisos deberán estar en la im¬ prenta cuando más tarde el martes al medio día; de lo contrario quedarán para el nume¬ ro siguiente.

Se admiten los remitidos que firmados por personas conocidas sean dirijidos à los Edi¬ tores de este periódico, ò al Director de la Imprenta.

N. 7.o) Cuzco, miércoles 30 de enero de 1833. (MEDIO REAL.

ELECCIONES.

Cuando hemos pasado una revista à los tra¬ bajos de la legislatura de 828, no ha sido un em¬ peño consurar ni alabar lo que nos ha diri¬ gido. Nos ha llevado un intento más elevado. Si esos trabajos han dudo al país instituciones y leyes útiles, es necesario sostenerlas: si pernicio¬ sas, abolirlas ò modificarlas. Es ya del pueblo este deber; y le llenará ejerciendo el grande de¬ recho de elejir representantes.

Más si este sabio medio de curar los males, y conservar los bienes, que la ley pone en sus manos, no es usa juiciosa è ilustradamente, es¬ tos irán por tierra, y aquellos se radicarán. Los males son entonces tanto más temibles, cuanto que los mayores son aquellos, se radicarán. Los males son entonces tanto más temibles, cuanto que los mayores son aquellos, que se presentan revestidos de las formas legales; y cuanto que sintiendose solo cono el transcurso de los años, no pueden entonces cortarse sin trastornarse ideas, que el interés hizo nacer, y el tiempo madurar. Muchas veces el intento de curar males, que pro¬ dujeron leyes viciosas, si se posterga, aparece con caracter anárquico. ¿Que cosa pues más conveniente que el empleo juicioso de un medio legal de curarlos y prevenirlos? La elección acertada es un camino tan seguro como facil de llegar à este gran objeto? Los electos así lle¬ van el conocimiento de los males, y de los votos del pueblo: llevan sus luces y sentimientos, lle¬ van, sobre todo, la esperiencia. El hombre ja¬ más formará la historia de sus aciertos, sino le¬ yendo la de sus errores.

Ni se diga que la opinión pública es falaz, ò impracticable. No: ella puede padecer engaño: la astucia, ò el poco conocimiento de las cosas, pue¬ de hacerla variar de rumbo; pero dejandola à si misma, obrará obedeciendo à causas, que pueden llamarse impulsos naturales. No se alarme pues injustamente à los hombres, noo se les grite por la adopción de ideas y de medidas ruinosas, no se denigren las personas, no se les dé ideas falsas sobre lo que les conviene ò perjudica, no se muestre por la faz inversa el estado de las cosas; y entonces ella se decidirá sin vio¬ lencia y con utilidad.

Mas la espresión de opinión pública ha sido tan repetida, y tomada en tantas acepciones, que ya hoy por su vaguedad es casi imposible dar¬ le una definición precisa. Sin embargo; en la

necesidad de que se nos comprenda, nos espli¬ caremos. Entendemos por opinión pública, en política y considerandolo como el agente de los actos públicos—la decisión de la parte sana y útil de la sociedad por ciertas ideas, por cier¬ tas instituciones y por ciertas personas, nacida del conocimiento ilustrado ò práctico de las ven¬ tajas que producen. —Lo demás puede llamarse el éco de la irreflexión; ò el movimiento frené¬ tico de las pasiones, exitado por la ignorancia y la malicia. Lo contrario sería legitimar los movimientos más torpes y destructores; sería coonsagrar en dogmas políticos esos principios ab¬ surdos, que promulgan los aspirantes de todos los países, pregonando por opinión pública, los votos de los alucinados ò malvados; principios à cuya fuerza destructora se han debido los tras¬ tornos y la sangre, que han caracterizado tantas ve¬ ces los actos populares. Tomando pues à la opinión pública en este sentido, que es el único fijo y racio¬ nal, ella es casi incapaz de estraviarse: está cir¬ cunscripta à solo cciertas clases, que en todo forman siempre la de las demàs; q'en todas partes dan el tono à las sociedades; que tienen un conocimiento gene¬ ral de las cosas y las personas; que sienten inmedia¬ tamente los bienes y los males, y que se interesan por lo mismo en todo lo que puede producirlos. Por consiguiente, todo acto público, que no sea el resultado de sus esfuerzos, no lo es de la opi¬ nión pública. En vano los fautores de er¬ roneas doctrinas, que hicieron siempre las des¬ gracias de los pueblos, llamarán absurda y an¬ ti-republicana esta opinión. Dejemonos de bel¬ las teorías. Una gran parte de la sociedad, la que se llama multitud, à la que se le hace to¬ mar tanta parte en los actos, cuyos ciegos vo¬ tos se califican de opinión pública, ¿qué conoci¬ miento puede tener de las necesidades ò peli¬ gros del pais? ¿Ni como puede juiciosamente decirse que una elección v. g. que en la mayor parte se deba à sus votos, es útil, aunque sea legal?

No intentamos por esto privar à esa parte de la sociedad de los derechos, que la ley le ha conferido. Decimos esto, para que atendida esta clasificación, de la opinión pública, cada ciu¬ dadano pueda uniformar à ella su voto, cono¬ ciendola. El modo de conocerla, es entonces muy sencillo. Cuando dos ò más partidos se disputen el campo: cuando usen la táctica fa¬ vorita de declamar que la opinión pública está

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de su parte, que la opinión pública es decidida por tales instituciones, ò por tales personas, no tiene si no ver, en que partido está la parte sana y útil: allí donde la encuentre, allí está la opinión pública. Puede ser que accidentes imprevistos hagan engañoso este medio alguna vez; pero generalmente hablando, no puede serio siempre: al menos, es sin duda el más sencillo y seguro.

¿Pero de que servirán todos esos conocimien¬ tos, si aquellas personas, que los poseen, perma¬ necen en inacción? Se ha notado en las eleccio¬ nes precedentes cierta apatia en muchas personas de esas clases, que, si continua, traerá irreme¬ diablemente la ruina del país. Hombres de letras, empleados, capitalistas, se han obstenido de votar; ò por una apatia vergonzosa, ò por una indiferen¬ cia criminal, ò por un temor imbecil. Ya es tiem¬ po que todos se convenzan de la gran necesidad de obrar en las elecciones; pero de obrar según la ley. Es necesario sobre todo, que se convenzan de que obrar hoy es una obligación; porque hay circuns¬ tancias en que el ejercicio de un derecho pasa à ser un deber riguroso. Este se fortifica más si llega à presentarse algun partido, que no teniendo consideraciones que respetar, y esperando todo de las elecciones, obra oculta y enérgicamente, y obra empleando todos los medios. El lleva enton¬ ces la gran ventaja, que lleva el hombre activo so¬ bre el tímido ò negligente; y si él triunfa alguna vez, à esa ventaja sola deberá su triunfo. Un es¬ critor muy moderno, hablando sobre lo que se nota en las elecciones, se espera en tal conso¬ nancia con nuestras ideas, que no podemos me¬ nos que transcribir algo de lo que dice à este respecto. "Por un Jado; dice, se muestra una gavilla de hombres desmoralizados y corrompidos, cuya ambición no puede saciarse, sino en el bu¬ llicio de las revoluciones; por otro solamente se vé la indolencia ò la inercia de los hombres hon¬ rados, pero tímidos, que recelando esponerse à que se hable de ellos, ò à que se sospeche la voluntad de formar un partido, no toman medi¬ da alguna para oponerse à las criminales empre¬ sas de sus enemigos. Los primeros, aunque po¬ co numerosos, se dejan ver en todas partes, ha¬ blan siempre en voz alta, y como están segu¬ ros de que nadie se atreverá à contardecirles, no tienen el menor reparo en sentar los prin¬ cipios más erroneos, cuya aplicación se reduce siempre à que ellos, y solo ellos deben gober¬ nar à los demás. Los segundos se esplican siem¬ pre en voz baja unos con otros, ven abrirse el abismo de males. que ha de sepultar à la pa¬ tria, sienten lo absurdo de las consecuencias, que deducen sus contrarios; peroo no se deter¬ minan à salir à la palestra, por no faltar à su compostura natural. De este modo el triunfo es indispensable; porque si bien alguna vez pre¬ valecerán los buenos principios por el peso de la verdad, las más serán obscurecidos ò palia¬ dos, por no atreverse à acusar criminalmente à aquellos, que los combaten con descaro."

Así se esplica este escritor. El público juz¬ gará si sus observaciones son exactas, y sobre todo, si son ò no aplicables ahora à nuestro país, en parte ò en todo. (Continuará.)

Copiado.

REMITIDO

OPINIÓN.

Dichosos los tiempos pasados exclaman los viejos: todo erra abundancia y tranquilidad, di¬ nero, recursos para ganar, y más que todo respeto y deferencia à las canas! Feliz el siglo 18 gritan los eclesiasticos y religiosos! que costumbres que virtudes: que santidad, que teologia, y so¬ bre todo cuanto acatamiento el estado Eclesias¬ tico! Desde una cuadra fuera sombrero para un triste Lego ò Monasillo. —Bienaventurado el Gobierno antiguo claman los añejos literatos: como prosperaban los estudios, ccon que maci¬ cez, con que espacio, con que teson se apren¬ dían las ciencias: esa Gramatica latina de cua¬ tro años por Nebrija; esa Filosofía de otros cuatro por Rosell; esa Teologia de ocho años por Palanco: la Jurisprudencia no se diga; Re¬ copilaciones de Indias y de Castilla de memo¬ ria.—¡Que metodo y formalidad la de nuestros Padres exclaman los magistrados! Eso si era sa¬ ber ser Juez y tener prestijio: Jueces y tribu¬ nales! que seriedad que respeto, que dignidad y que opulencia! ¡qué pintas las de los antiguos!— Que tiempos los de nuestras Madres exclaman las Mugeres; eso si era ser muger y tener al¬ guna gracia: por oir una queja por una reja alla va una Casa; por torcer el ojo con sonrisa, alla va un Vale à un mercader de diez ò veinte mil¬ pesos; por permitir se le alcanse el pañuelo que se le había caido, allá vá una Negrita, ò dos ò tres ò cuatro: ahora todas se han converti¬ do en rabonas. Que tiempos estos se quejan todos: todo es pobresa y angustia, no hay co¬ mo ganar un real, el Comerciante no vende, el chacarero no recoje cosecha, y la poca que tiene ò se la queda ò vende muy mal. El Caña¬ verero por los suelos: el chorrillero trabaja pa¬ ra drogas, el Estanciero para contribuciones, al Cocalero le ha entrado ucuya, al Empleado no se le paga el sueldo, el Soldado à media ración, los Jueces no trabajan, los Medicos no curan, los abogados defienden devalde, los artesanos se mueren de hambre, los muchachos no llevan a¬ sortes, las Mugeres no hacen nada, y los San¬ tos ya no hacen milagros.

Del otro lado los modernos Republicanos, los Gobiernos, las prensas y los libros que nos dicen? Feliz la época en que hemos nacido al mundo: libertad, è ilustración; derechos è igual¬ dad; empleos y garantías, religión, y virtudes, fi¬ nura y varatura; lujo y prosperidad; charrete¬ ras, bordados y diplomas. Fuera coloniaje, es¬ clavitud, servidumbre, abyección y vilipendio, fuera monopolioos, usuras y latrocinios; fuera ig¬ norancia, servilidad y vejaciones: fuera inquisi¬ ción y supertición; fuera armas y distinciones; fuera injusticias arbitrariedades y postergaciones. ¿A donde está la opinión y cual es la segura? (Se continuará.)

SE VENDEN

Guias de forasteros del Cuzco del presento año en las tiendas de los señores D. D. Antonio Otazu, D. Pedro Vargas, D. Vicente Becerra y D. Mariano Campos al precio de seis reales ejemplar.

IMPRENTA PÚBLICA POR P. EVARISTO GONZALEZ.

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Dichos avisos deberán estar en la im¬ prenta cuando más tarde el martes al medio día; de lo contrario quedarán para el nume¬ ro siguiente.

Se admiten los remitidos que firmados por personas conocidas sean dirijidos à los Edi¬ tores de este periódico, ò al Director de la Imprenta.

N. 8.o) Cuzco, miércoles 6 de febrero de 1833. ( MEDIO REAL.

OPINIÓN.

¡Que sistema tan bello y de convenien¬ cia, grita una parte de los Republicanos! ¡Cuanta libertad para obrar! ¡Que energía y que caracter en esta escogida porción de liberales que hace el decoro de la nación y hará su di¬ cha! El espiritu público, el interés común re¬ ciden en ella sola Cuanto no habría abansado la República sino fuera entorpecida su marcha por esa otra porción que justamente calificada de servil, noo es más que el organo de los que man¬ dan! A pretesto de paz, de orden, y de prospe¬ ridad dejan correr el despotismo à rienda suel¬ ta, apadrinan las monostruosas infracciones de la ley y quieran sstener en su puesto à los que gobiernan y demás autridades. Tímidos y pusila¬ nimes se horrorisan de toda innovación y cambia¬ miento y quieren dejar cundir el mal sin reme¬ diarlo. Llaman República y quieren que sea tal, una maquina combinada en mobimientos regulares como cualquiera otra sociedad, sin sacudidas vio¬ lents y sin nuevas formas. Quieren obstruir los ca¬ minos de las ganancias rápidas, de los empleos y de las subitas fortunas; quieren quitar à los hombres los medios de progresar sin trabajo, y sin un me¬ ritoo que es tan lento oque cuesta tanto y se ca¬ lifica tanto. Serviles, indignos de ser Republica¬ nos juran su adhesión y amistad à los gobiernos por esa quimera personal que se llama gratitud, por esa otra quimera más odiosa que se llama consecuencia, por esta teoría ignominiosa que se llama armonia entre las cuerdas del estado, por este apego criminal à sus propiedades é intere¬ ses, à sus relaciones y comercio, à su industria y apatia. ¿Qué importa que algunos de los que están encargados de la administración de los po¬ deres, y que el ejército, otro servil estén subordi¬ nados y obren bien, si los otros obran mal? Y que importa que aun estos obren bien, si en una República es necesario que todo se agite y se cambie; que unos suban y otros bajen à cada paso, que todos aspiren el caracter liberal, y que logren el fruto de la independencia?

Que bello sistema, exclama la otra por¬ ción, sino huberan tantos demagogos que todo lo quieren transtornar: sino bubieran tantos as¬ pirantes sin aptitudes ni merito que quieren ha¬ cer fortuna à costa de revoluciones, de guerras y de sangre; sino hubieran tantos desmoraliza¬ dos sin oficio ni beneficio que no tienen otro

empleo ni otros deseos que ver destrosarse la Patra, por que no tienen que perder? Buenas ò males nuestras instituciones, ellas nos man¬ tienen en paz y aseguran nuestras propiedades y honor. Bueno ò malo nuestro gobierno, à él de¬ bemos la tranquilidad interior y las ventajas de nuestro bienestar. Si no prosperamos rapidamen¬ te ò nos atrasamos sin sentirlo, es por el de¬ fecto ò los vacíos de la ley. Aunque esta se quebrante en parte, son peores las convulcio¬ nes que el remedio. Mas vale un mal conoci¬ miento, que el bien por conocer. Que atmosfera tan agradable es la de la quietud! ¡Que virtud tan emi¬ nente y útil, la de la gratitud y mutua conso¬ nancia entre el que manda y obedece! ¡Que indignidad la de la perfidia y traicion à aquel mismo de quien se ha recibido el pan! Nues¬ tras instituciones en lo substancial son exelen¬ tes, y acomodadas: los empleos los obtiene por lo jeneral la parte más sana de la República: poco à poco se reformarán los abusos y esta es la marcha de las sociedades. El bien procumu¬ nal depende de una porción de Ciudadanoos que se unen à los gobiernos, que velan sobre ellos, y que caminan con sus sanas y conocidas inten¬ ciones. Más vale un moderado è indispensable despotismo, que la anarquía; vale más una mo¬ ral mediocre, que una corrupción completa ò el riesgo de una crisis en que se aventura de¬ masiado sin poder contar con el suceso. Mu¬ chos males se atribuyen à la Constitución ò a los gobiernos que no son de ellos: juicio y repo¬ so; y los pueblos prosperarán por si mismos.

A donde está la opinión y cual es la más cierta?

REMITIDOS.

CONVERSACIÓN.

Don Roso. ¡Oh! Señor D. Belloso ¿cuan¬ to tiempo no nos vemos à pesar de mis deseos por aquel proyecto de policía que quedó pen¬ diente? D. Belloso. Habrá sido culpa de U. amigo mío: más ocupaciones no me dan lugar para ver à nadie U. es un empleado y le so¬ bra tiempo: yo vivo de mis trabajo y no me alcan¬ sa. D. R. Vamos, hoy es día de fiesta ¿y que se hace U? ¿hablamos de aquella materia? D. B. No estoy para el caso, tanto más cuanto de algún modo veo reformada la policía: lo

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